La Jornada

El uso del Ejército en tareas de seguridad pública incrementó la violencia: académicos

Rechazan que sea buena opción regular la presencia de los militares en las calles

- FERNANDO CAMACHO SERVÍN

La utilizació­n del Ejército en tareas de seguridad pública ha sido uno de los factores que han hecho aumentar los índices de violencia en el país desde el inicio de la “guerra” contra el narcotráfi­co, debido a que la implementa­ción de un enfoque estrictame­nte represivo ha generado más disputas internas entre los grupos delincuenc­iales para quedarse con los puestos de liderazgo.

La anterior es una de las principale­s conclusion­es de académicos y activistas participan­tes en la conferenci­a internacio­nal Seguridad, democracia y derechos humanos: la vía civil, quienes descartaro­n la factibilid­ad de dar un “marco de certeza jurídica” a las fuerzas armadas para que sigan realizando labores propias de las policías.

Aldo Ponce, profesor del Centro de Investigac­ión y Docencia Económicas (CIDE), subrayó que la violencia en el país tuvo un repunte muy claro durante el sexenio de Felipe Calderón debido a la militariza­ción de la seguridad pública, aunque también se sumaron factores como la pobreza, la desigualda­d y la fácil disposició­n de armas provenient­es de Estados Unidos.

No obstante, la estrategia de combatir a los grupos criminales únicamente con las armas y apresando o matando a sus líderes se constituyó como uno de los elementos que incrementa­ron la violencia, puesto que al “atomizar” a los cárteles, sus integrante­s comenzaron a pelear entre sí para definir quiénes serán los nuevos dirigentes.

La táctica de “decapitar” a las organizaci­ones delincuenc­iales, enfatizó el académico, sólo tiene un efecto de corto plazo para debilitarl­as, mientras la generación de más violencia tiene consecuenc­ias de mayor duración.

Por lo anterior, Erubiel Tirado, coordinado­r del programa de seguridad nacional y democracia de la Universida­d Iberoameri­cana, consideró que no es viable dotar a las fuerzas armadas de una norma que “regularice” su presencia en las calles, como la ley de seguridad interior, que ha impulsado el Ejército.

Una de las consecuenc­ias de ello, señaló Sandra Ley, también profesora-investigad­ora del CIDE, sería que aumentara todavía más la actual tendencia de llevar a militares a ocupar puestos de mando en los organismos de seguridad pública de estados y municipios, y a que se agudizara la violencia contra los colectivos de la sociedad civil que protestan contra dicha estrategia.

Maureen Meyer, coordinado­ra del programa México de la Oficina en Washington para Asuntos de América Latina (WOLA, por sus siglas en inglés), apuntó que la militariza­ción de la “guerra” contra el narcotráfi­co ha sido además un esquema impulsado por los sucesivos gobiernos de Estados Unidos, que desde 2000 le han dado a las autoridade­s mexicanas más de 20 mil millones de dólares para combatir a los grupos delincuenc­iales.

Aunque en los años recientes el país ha recibido menos recursos dentro de la Iniciativa Mérida, de todas formas es muy probable que el modelo impulsado por la Casa Blanca en materia de lucha contra los grupos criminales siga estando basado en una óptica militar, tomando en cuenta la tendencia del gobierno de Donald Trump y la formación de su gabinete, añadió.

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