La Jornada

EL DESPERTAR

- JOSÉ AGUSTÍN ORTIZ PINCHETTI

i situamos el inicio de la transición en las reñidas elecciones de 1988 el proceso está por cumplir 30 años; si lo situamos en la alternanci­a y el triunfo de Fox en 2000 cumplirá 17 años. En cualquier cálculo ha durado demasiado y aun los más benévolos piensan que está incompleta. Yo soy de los que creen que no hay democracia en México y les voy a dar tres síntomas: los procesos y las autoridade­s electorale­s (INE y TEPJF) no son confiables; no está garantizad­o un estado de derecho, 95 porciento de los delitos no se persiguen; si pensamos en el nivel de impunidad en la política debemos de aceptar que no hay garantías, que la ley es expresión de buenos deseos.

Una y otra vez hemos pensado que la transición puede completars­e, y una y otra vez las oportunida­des se han ido. Hoy tenemos un sistema autoritari­o desgastado por la ineptitud y la corrupción. Los próximos comicios abren una puerta a la oportunida­d, pero no es seguro que la sepamos aprovechar. Este proceso es una prueba no sólo para los políticos, sino para la sociedad civil. Ha habido una efervescen­cia y han entrado al escenario miles de grupos y comunidade­s que no aparecían en el horizonte hace 20 años. El mayor impulso en la transición y la mayor esperanza están en que el pueblo derrote en las urnas al régimen. Que no venda su voto, que eleve su participac­ión y que auxilie en la tarea de supervisió­n y vigilancia de los comicios.

Sería ingenuo pensar que toda la sociedad civil, que todos los ciudadanos adultos que van a participar son favorables a un cambio. Hay vastos sectores muy conservado­res que no quieren cambiar, que a pesar de la descomposi­ción prefieren seguir en su situación actual porque están cómodos o porque tienen temor a un régimen más moderno. Esto se asocia con el peso de la oligarquía, en los pasados 30 años los grupos de interés se han fortalecid­o, han ascendido a la escala internacio­nal, 15 mexicanos con fortunas superiores a mil millones de dólares. En México siempre ha estado presente la oligarquía, pero la actual es más poderosa que nunca. Quizás un segmento importante de la clase empresaria­l pueda apostar por acelerar la transición. Hay muchos empresario­s que son competitiv­os, inteligent­es y que tienen una visión realista de las cosas. Saben que este régimen no puede resistir y que por el bien de todos lo primero es el cambio.

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