SÓLO DE PAN...
Del quinto sentido
rente a un pedazo de pan recién salido del horno o a una tortilla de maíz inflándose sobre el comal, se despiertan en nosotros sinnúmero de sensaciones, es decir, señales enviadas al cerebro desde nuestros sentidos que nos permiten, antes que todo, identificar el uno o la otra como algo apetitoso, luego apreciar la temperatura y consistencia con el tacto digital y al contacto con la lengua, percibir casi simultáneamente su aroma al irlos acercando a la boca y, en fin, reconocer su respectivo único sabor, transmitido por las papilas gustativas. No faltará quien añada que el oído también participa, al escuchar la propia masticación de un pan crujiente o de una tostada de maíz, y no le faltará razón, pero aceptemos que no es éste el sentido que proporciona el mayor placer en el acto de comer.
Será tal vez por ello que los verdaderos actos gastronómicos no se limitan a la exquisitez de platillos y bebidas, sino que suelen ir acompañados de toda la belleza visual posible, puesta en el plato, la mesa y el entorno material, incluidos los atuendos de los comensales, pero también, y de manera fundamental, en la música, que nunca es cualquier composición sino, antaño, piezas compuestas especialmente para banquetes, o más tarde, para producir determinado ambiente emocional apto para redondear el placer de los otros sentidos.
En contraste, la música, que se basta a sí misma, es un placer que vamos postergando la mayoría, ya no se diga como acompañamiento de los demás sentidos, sino a fin de sustituirlos con ventaja, porque su predominancia puede hacernos olvidar nuestra materialidad y temporalidad. Ha de ser por ello que los más sensibles, entre los sensibles a la materia y el tiempo, los médicos, han dado muchos galenos compositores y ejecutantes, quienes encuentran en estas prodigiosas y generosas tareas la manera de tomar distancia del dolor y de compartir su efecto regenerador con los audio-espectadores.
Y elijo la palabra espectadores en vez de oyentes, porque el efecto sanador de la música se completa cuando se está presente en el espectáculo, solemne y emocionante, desde que cada ejecutante toma su lugar predeterminado en el conjunto, afinan sus instrumentos acordes al tono del primer violín, se levantan cuando entra su director y se preparan para obedecer la batuta, entregando al espectador-oyente la información subliminal con que identifica cuáles,