La Jornada

Costura Fina

MAR DE HISTORIAS

- CRISTINA PACHECO

l olor a café tostado inunda el pequeño establecim­iento. Tiene seis mesas. En la más cercana a la puerta conversan Eréndira (pants color mostaza, cabello largo y entrecano atado con una pinza) y Sandra (chamarra capitonada, camiseta negra y falda.) Ambas calzan tenis.

Eréndira: Hacía añísimos que no nos veíamos. ¿Cómo me reconocist­e?

Sandra: Porque estás igualita.

Eréndira: ¡Mentirosa! (En tono más bajo.) ¿Sabes cuántos años voy a cumplir? Cincuenta y cinco, el dieciséis de diciembre. Soy casi una sesentona y con cuatro nietos. ¿No te parece increíble cómo ha pasado el tiempo?

Sandra: ¿Qué edad tenías cuando entraste a Costura Fina?

Eréndira: Diecinueve. Era una escuincla que no sabía ni enhebrar una máquina. (Se mira la mano derecha mutilada.) Antes no perdí todos los dedos. (Sonriente.) Ay, no te imaginas qué gusto me da verte, saber que tu familia está bien y que a tu casa no le pasó nada con el último terremoto.

Sandra (Toca la medalla que cuelga de su pecho): Gracias a Dios todos estamos bien, pero a mi hermano que vive en Ecatepec se le ladearon sus cuartos.

Eréndira: Lo mismo sucedió en el multifamil­iar que está enfrentito de mi casa. A los inquilinos los evacuaron. Viven en campamento­s y quién sabe cuánto tiempo seguirán allí. Qué duro ¿no? (Ve a Sandra consultar su reloj.) Es domingo. No vayas a salirme con que tienes prisa.

Sandra: No. ¿Qué tal si nos tomamos otro cafecito?

II

Eréndira: ¿Has sabido algo de nuestras antiguas compañeras?

Sandra: No, de ninguna, sólo de Wendy, la que era sobrina del velador que murió en el terremoto del 85 junto con cinco overlistas.

Eréndira: Fueron seis: a Luz la encontraro­n después, en el almacén...

Sandra: Antes no hubo más muertas. El edificio en donde trabajábam­os siempre estuvo en pésimas condicione­s. Luego, con las máquinas tan pesadas que metieron los dueños, se resintió aún más.

Eréndira: Ahorita que lo dices recordé que Luz siempre decía: “Esta madre se va a caer y vamos a morirnos aplastadas”.

Sandra: Como que Luz presentía lo que iba a sucederle.

Eréndira: Y de milagro no nos pasó a todas. Todavía no entiendo cómo pudimos salir del taller. Sólo tenía una salida y la puerta quedó atrancada con los rollos de tela y los pedazos de pared que cayeron. Logramos abrirla porque Rafael y Marte la empujaron durísimo. Gracias a eso nos salvamos.

Sandra: Amiga, es que en el 85 todavía no nos tocaba. Cuando Dios dice “hasta aquí” nada te salva. (Sonríe.) Pero mejor ya no sigamos hablando de eso porque me dan ganas de llorar.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico