La Jornada

Apremia CNDH a concretar la reintegrac­ión de menores apartados de sus padres

Presenta ONG directrice­s para elaborar políticas que fortalezca­n la unión familiar

- VÍCTOR BALLINAS

n el contexto de las negociacio­nes sobre el TLCAN, Donald Trump nuevamente ha echado mano de la demagogia barata que durante la campaña vendió a miles de trabajador­es de Estados Unidos (EU), cuando responsabi­lizó al tratado por la pérdida de sus empleos. La misma falsedad es ahora el pretexto para rechazarlo o imponer condicione­s imposibles de aceptar. A esa demagogia, es necesario agregar la ignorancia en torno de lo que el tratado es o debiera ser. Con motivo de los tres primeros años de la firma del TLCAN, el economista y diplomátic­o Sidney Weintraub advirtió que el tratado debía entenderse como algo más que un instrument­o comercial (FCE 1977). Es un medio, escribió, para mejorar la eficiencia y estimular la productivi­dad de las tres naciones firmantes, lo que finalmente redundaría en una mayor prosperida­d de la región. Más de 20 años después, lo dicho por Weintraub, en cierta forma, se ha cumplido. Ha estimulado la eficiencia y productivi­dad de las tres naciones y propiciado el crecimient­o de algunos sectores de la economía, pero también ha causado el deterioro de otros, en México el agrícola, tal vez el más dramático y contrastan­te.

Sería mucho pedir a Trump que entendiera algo tan evidente como lo escrito por Weintraub. Los pactos comerciale­s, como el TLC, no son la panacea que resolverán los más ingentes problemas de los países, en el caso de México la proverbial pobreza y desigualda­d. Sin embargo, en un mundo cada vez más integrado el aislamient­o frecuentem­ente tiene consecuenc­ias más negativas que benéficas. Es justo que los trabajador­es reclamen mejores empleos y salarios, pero es reprobable que se les engañe con la idea de que aislándose lo lograrán. Lo lamentable es que el pensamient­o ultranacio­nalista de Trump haya permeado tan profundame­nte en millones de trabajador­es estadunide­nses. Los empleos no regresarán o permanecer­án en EU porque él lo decida. Carrier no ampliará sus instalacio­nes en Monterrey, pero aun así despedirá a cientos de trabajador­es; Ford abandonará su proyecto de expansión en México, lo trasladará a China. Es la tasa de ganancia la determinan­te.

De ello hay constancia cuando importante­s sectores económicos, como el automotriz, el agrícola y con ellos la poderosa Cámara de Comercio han insistido en que romper el TLCAN es suicida para los estadunide­nses, o para decirlo más claro, para sus intereses que son los que cuentan, no los de los trabajador­es, como la historia lo enseña. La Fundación Juconi presentó en el Senado el documento Directrice­s para la reintegrac­ión familiar de niñas, niños y adolescent­es, en el que destacó que “para que un menor sea reintegrad­o a la familia, ésta debe estar dispuesta a recibirlo y a asumir su responsabi­lidad; el ambiente del hogar debe ser seguro y los padres deben comprender lo que le sucedió a su hijo y la manera en que esto afectó su bienestar”.

Se trata –señala el documento– “de menores de edad (niñas, niños, indígenas o adolescent­es) que han sido apartados de la familia para desempeñar­se en otros estados como trabajador­es domésticos, donde son explotados, víctimas de abuso, discrimina­dos; niños que viven en la calle, menores víctimas de desastres naturales o que han resultado perjudicad­os por conflictos armados y donde son obligados a ser soldados, o infantes y adolescent­es captados por redes de explotació­n sexual”.

Al participar en el Senado en la presentaci­ón de esas directrice­s, el presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), Luis Raúl González Pérez, destacó que en septiembre de 2015, según el Instituto Nacional de Estadístic­a y Geografía, había en el país 33 mil 118 menores en alojamient­os de asistencia social, pero en 2016 la CNDH identificó 26 mil 501, de los cuales la mayoría sí cuentan con una familia.

Apuntó que la CNDH ha expresado en diversos momentos que la institucio­nalización de niños y adolescent­es debe ser el último recurso a utilizarse por parte del Estado para salvaguard­ar sus derechos.

Gonzalez Pérez destacó que la institucio­nalización de los menores en centros de asistencia pública y privada debe ser “una medida temporal”, deben reintegrar­se lo más pronto posible al seno familiar, donde puedan vivir con amor, seguros, libres de violencia.

El ombudsman nacional indicó que es vital la unión de las familias, y con estos lineamient­os cobran mayor relevancia las acciones y políticas dirigidas al fortalecim­iento familiar.

A su vez, el coordinado­r de Vinculació­n, Dependenci­as y Órdenes de Gobierno, del Sistema Nacional de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescent­es (Sipinna), Daniel Ponce Vázquez dijo que las directrice­s serán el insumo fundamenta­l para que las comisiones del sistema puedan incorporar­lo a su agenda y para avanzar en la formulació­n de políticas públicas que integren el principio fundamenta­l del interés superior de niñas, niños y adolescent­es.

Carlos Manzo Gjumlich, director general de Coordinaci­ón y Políticas Públicas de la Procuradur­ía de Protección de Niñas, Niños y Adolescent­es, afirmó que se trata de una herramient­a que consolidar­á la asignatura pendiente sobre la reintegrac­ión de familias, la cual debe ser prioridad, pues hasta hoy no existía documento que la refiera.

Erasmo Lara Cabrera, director general de Derechos Humanos y Democracia, de la Secretaría de Relaciones Exteriores, señaló que la cancillerí­a cuenta con un protocolo de atención consular para menores, ejemplo de la importanci­a de este tipo de herramient­as para hacer realidad los derechos de niñas, niños y adolescent­es.

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