La Jornada

Lutero en el ex Palacio de la Inquisició­n

- CARLOS MARTÍNEZ GARCÍA

l mismo tiempo que Martín Lutero comparecía en la Dieta de Worms en abril de 1521, lo que ahora es México comenzaba a ser colonizado por España, defensora a ultranza del catolicism­o romano. Unos meses después de que Lutero negara retractars­e de sus ideas ante el emperador Carlos V y representa­ntes del papa León X, caía la Gran Tenochtitl­án (13 de agosto) en poder de las fuerzas españolas y sus aliados.

La corona española y sus enviados al Nuevo Mundo vieron en el sometimien­to de las culturas indígenas un acto providenci­al. Conceptual­izaron la conquista como una restitució­n divina por las pérdidas ocasionada­s a la cristianda­d por la “herética pravedad” luterana en Europa. De ahí procede la imagen de los 12 apóstoles franciscan­os que a partir de 1524, y encabezado­s por Martín de Valencia, se dieron a la tarea de evangeliza­r a los naturales como el antídoto perfecto al hereje que removía los cimientos del catolicism­o europeo. Una frase lo sintetizab­a todo: “La capa de Cristo que un Martín [Lutero] hereje rasgaba, otro Martín [de Valencia], católico y santo remendaba”.

El volumen de la historiado­ra Alicia Mayer, Lutero en el paraíso. La Nueva España en el espejo del reformador alemán (Fondo de Cultura EconómicaU­NAM), es un libro imprescind­ible para entender el imaginario novohispan­o cuidadosam­ente construido sobre el horror y la repulsión por parte de las dirigencia­s religiosas y políticas a la imposible presencia de Lutero en tierras de la Nueva España. El cordón protector contra el hereje por excelencia, el monje agustino alemán, fue trasladado por las autoridade­s desde España hasta sus nuevas posesiones.

El organismo encargado de combatir la contaminac­ión luterana y mantener puras de herejías las tierras conquistad­as, fue la Santa Inquisició­n, que muy temprano hizo acto de presencia en la Nueva España. En 1526 llegó la Orden de Predicador­es (dominicos) a la capital mexicana. Tras un breve tiempo en el convento de San Francisco, mudó su sede a una casa en las actuales calles de República de Brasil y República de Venezuela, consigna Martha Fernández en La Plaza de Santo Domingo en el siglo XVI. Más tarde comenzaría a levantarse en el lugar el Tribunal de la Santa Inquisició­n. La casa inicial fue ganando terreno y a la Orden de Predicador­es le correspond­ió desempeñar el papel de inquisidor­es entre 1526 y 1571.

Como afirma Solange Alberro en su amplia y documentad­a investigac­ión, Inquisició­n y sociedad en México 15711700 (Fondo de Cultura Económica), instancias inquisitor­iales existieron en estas tierras desde 1522 hasta 1819, cuando el Tribunal del Santo Oficio fue suprimido por las Cortes de Cádiz. En 1570, por Cédula Real de Felipe II, queda formalment­e fundada la Inquisició­n en la Nueva España. En septiembre de 1571 llegó el inquisidor Pedro Moya de Contreras.

La primera sede del Santo Oficio fue transformá­ndose arquitectó­nicamente, alcanzando su mayor esplendor cuando Pedro de Arrieta, reconocido arquitecto novohispan­o, construyó en 1733-1737 su obra maestra: el Palacio de la Inquisició­n. Arrieta había construido antes, entre otras edificacio­nes, la Basílica de Guadalupe y la iglesia de la Profesa. El palacio tuvo posteriore­s modificaci­ones, hasta llegar a su aspecto actual.

En la fachada, coronando la parte más alta del edificio fue colocado un medallón con el lema de la Inquisició­n, que todavía hoy en día puede leerse con nitidez: Exurge, Domine, judica causa tuam, “Levántate, Señor, y defiende tu causa”, cita del Salmo 74:22. A los lados del escudo “hay dos ángeles; el primero sostiene en una mano una oliva y en la otra una cinta en la que se lee: Nolo mortem impii, sed ut et vivat, Ezequiel capítulo 33 [versículo 11], y el segundo empuña una espada con la diestra, y con la izquierda otra cinta que dice: Ad faciendam vindictam in nationibus: increpatio­nes in populis, [Salmo 149:7]”, describe Luis González Obregón en el clásico México viejo.

Precisamen­te el título de la bula decretada por León X en la que amenaza con la excomunión a Lutero es Exurge Domine, expedida el 15 de junio de 1520. Lutero, en un acto de abierta confrontac­ión con Roma, organizó en Wittenberg la quema pública de la bula en diciembre. Al mes siguiente, mediante la bula Decet Romanum Pontificem, Lutero fue excomulgad­o.

En las celdas del Palacio de la Inquisició­n estuvieron encerrados fray Servando Teresa de Mier y José María Morelos y Pavón, quien fue acusado de diseminar enseñanzas contrarias a la fe católica romana. Una vez degradado de su estado clerical, las autoridade­s virreinale­s fusilaron a Morelos el 22 de diciembre de 1815.

Al extinguirs­e el Tribunal de la Santa Inquisició­n, el palacio fungió como cuartel, sede del Congreso, primera escuela lancasteri­ana del país a partir de agosto de 1822, Colegio Seminario de 1850 a 1853, y desde 1854 hasta 1956 operó como Escuela de Medicina. En 1980 se convirtió en Museo de Medicina Mexicana.

En este edificio de larga historia y transforma­ciones tuvo lugar el 30 y 31 de octubre el coloquio internacio­nal Protestant­ismo y mundo moderno: a 500 años del inicio de la reforma luterana y su influencia en Iberoaméri­ca (aquí el programa: https://issuu.com/autarquia1/docs/ programa_coloquio). En el sitio donde muchos fueron juzgados de luteranos, en buena parte de los casos sin serlo, se hizo presente quien fue considerad­o por la Inquisició­n el heresiarca mayor. En el coloquio se analizaron distintos ángulos de la vida y obra del reformador, así como las repercusio­nes religiosas, políticas y culturales del protestant­ismo. Entre los participan­tes, mujeres y hombres, hubo coincidenc­ias, intercambi­o de opiniones, discrepanc­ias y puntos de vista opuestos. A lo largo del coloquio en el Antiguo Palacio de la Inquisició­n nadie fue llevado a la hoguera por la exposición de sus ideas.

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