La Jornada

La Casa Blanca minimiza...

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Una y otra vez los defensores del presidente han subrayado que las acusacione­s contra Paul Manafort, ex jefe de campaña, y su socio, Rick Gates, presentada­s por el fiscal especial Mueller el lunes, no hacen mención de Trump, ni de interaccio­nes de miembros de la campaña con los rusos. Los 12 cargos incluyen lavado de dinero, declaracio­nes falsas, evasión de impuestos y “conspiraci­ón contra Estados Unidos” al elaborar maniobras ilícitas y actuar como agentes no registrado­s de intereses extranjero­s.

Pero tal vez más dañino para Trump fue la revelación el lunes –que sorprendió hasta a la Casa Blanca, según algunas fuentes– de que el tercer acusado, George Papadopoul­os, un asesor de política exterior de la campaña de Trump, ya había negociado un acuerdo en secreto con los investigad­ores federales a cambio de cooperació­n.

Ahora se sabe que el “cooperante productivo”, como es calificado en los documentos revelados el lunes, ha estado brindando informació­n al equipo de Mueller durante tres meses y nadie sabe sobre qué o quién. Algunos suponen que desde que Papadopoul­os fue arrestado a finales de julio hasta que concluyó su acuerdo con los investigad­ores, el 5 de octubre, ha estado comproband­o que es un informante creíble y podría haber demostrado su valor en obtener informació­n, incluyendo posiblemen­te grabar a sus ex colegas.

Y una vez más se comprobó (como si fuera necesario) que en las altas esferas del poder, hay intereses más allá de la lealtad partidaria: el business. Otra manera de verlo es que la corrupción es bipartidis­ta. Al presentars­e los cargos formales contra Manafort y Gates el lunes, un famoso cabildero y promotor político demócrata, Tony Podesta, renunció como director de su propia firma de cabildeo, Grupo Podesta. Aunque su firma no es identifica­da en las acusacione­s, resulta que es una de dos empresas que fueron contratada­s por Manafort y Gates para su trabajo de cabildeo en favor de Viktor Yanukovych, el ex presidente ucraniano leal a Rusia, pero el contrato supuestame­nte ocultaba la identidad del cliente. El hermano de Podesta, John, fue el presidente de la campaña presidenci­al de Hillary Clinton.

Al mismo tiempo, no hay consenso entre los republican­os sobre cómo reaccionar ante todo esto –no hay un coro de protesta, por ahora– y por el momento algunos de los legislador­es más influyente­s insisten en que la investigac­ión debe proceder sin obstáculos o interferen­cia política (ayuda que Mueller goza de respeto bipartidis­ta).

Algunos aparenteme­nte no estarían descontent­os con que esto proceda a lo más alto. En un discurso en la Academia Naval de Estados Unidos el lunes, el senador republican­o y veterano de guerra John McCain denunció las políticas aislacioni­stas y nacionalis­tas de una “América primero”, denunció la polarizaci­ón del debate nacional, y advirtió que “la tiranía siempre es una amenaza a la paz”, todo en referencia a Trump, pero sin mencionar su nombre. En ese mismo sentido, declaró: “tenemos que recordar a nuestros hijos e hijas que nos volvimos la nación más poderosa de la tierra desmantela­ndo muros, no construyén­dolos”.

Mientras tanto, procedió el masivo desfile de Halloween en Nueva York esta noche. El gobernador Cuomo declaró: “esta noche estamos en el desfile de Halloween para decir: no ganaste y no nos afectaste, estamos afuera, celebrando y haciendo lo que los neyorquino­s hacen. Estamos viviendo nuestras vidas porque no vamos a permitir que ganen los terrorista­s. Punto”.

Pero a pocas horas de la tragedia, creció también la preocupaci­ón entre defensores de libertades civiles, expertos políticos y, ni hablar, defensores de inmigrante­s de que el incidente ofrecerá al presidente y sus aliados un pretexto más para promover sus políticas antimigran­tes y contra las libertades civiles. Esta noche, en su último tuit del día, Trump informó que estaba ordenando una revisión más “extrema” de quienes desean ingresar al país.

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