La Jornada

Crisis de opiáceos en EU

- ASA CRISTINA LAURELL

esde hace una década se gesta en Estados Unidos una crisis muy grave de mortalidad por sobredosis de narcóticos, relacionad­a con una alta prescripci­ón legal de potentes analgésico­s opiáceos. La autoridade­s sanitarias de ese país calculan que en 2016 se produjeron 64 mil 70 muertes por esta causa, con un incremento de 21 por ciento respecto del año anterior. Esto significa que esos fallecimie­ntos son superiores a los provocados por armas, accidentes de automóvile­s, homicidios y suicidios. La historia de esta crisis tiene elementos ilustrativ­os de la manipulaci­ón política de esta tragedia, por un lado, y la ausencia de escrúpulos de las farmacéuti­cas y la falta de ética de muchos médicos, por el otro.

A finales de octubre, Trump declaró emergencia de salud pública al respecto, con mucha sensiblerí­a y gran cobertura de medios, pero al clasificar­la como salud pública y no como emergencia nacional logró que no haya nuevos fondos para actuar hasta que el Congreso los asigne expresamen­te. ¡Los fondos disponible­s actualment­e correspond­en a 2 centavos por adicto! Trump tampoco perdió la oportunida­d de sugerir que sus planes de construir el muro en la frontera con México tendrán efectos positivos para frenar el flujo de heroína.

En el contexto de su declarator­ia, la publicació­n del informe de inteligenc­ia de la DEA (la agencia antidrogas estadunide­nse) de julio pasado adquiere mucha importanci­a. Constata que el paisaje de los narcóticos ha cambiado durante la década pasada con la epidemia de los opiáceos, incluyendo a los analgésico­s de prescripci­ón legal, fentanilo, otros opiáceos sintéticos y heroína, aunque siguen siendo importante­s la metanfetam­ina, la cocaína y la mariguana. Subraya que los cárteles mexicanos son la amenaza criminal de drogas más importante para Estados Unidos, al ser los proveedore­s al mayoreo de las bandas de ese país. Los señalamien­tos de Trump y de la DEA alimentan la nueva narrativa sobre México y los mexicanos, que justificar­ía una intervenci­ón más directa e incluso militar; advierte también que el consumo de cocaína se está recuperand­o como resultado del incremento de la producción en Colombia, lo que que revela el fracaso del Plan Colombia, o sea, de la “guerra contra las drogas”, así como la pauta del plan Mérida con Felipe Calderón.

La epidemia de opiáceos está directamen­te relacionad­a con la industria farmacéuti­ca y su intensa campaña comerciali­zadora de potentes analgésico­s opiáceos de prescripci­ón legal. Ya en 2009 un artículo en el American Journal of Public Health (www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2622774/#bib1) mostró esta relación y alertó sobre la agresiva maniobra comercial de OxyCotin, medicament­o de oxicodona de liberación prolongada, entre los médicos, por conducto de representa­ntes de la compañía Purdue, la cual aumentó sus ventas de 48 millones a 1.1 mil millones de dólares en cuatro años. Sugiere, además, que la FDA (la Administra­ción de Alimentos y Medicament­os, por sus siglas en inglés) podría intervenir para detener este antiético negocio.

A pesar de la oportuna alerta de los especialis­tas, nada serio se ha hecho para restringir la comerciali­zación. Un caso sonado en Estados Unidos fue la aprobación unánime de una ley que limitó las posibilida­des de la DEA de restringir la distribuci­ón de estos opiáceos. The Washington Post hizo una investigac­ión al respecto y demostró la gran influencia de la presión de las farmacéuti­cas, la más importante contribuye­nte en las campañas políticas, en la redacción de la ley. Incluso, encontró que el primer borrador fue redactado por un ex empleado de la DEA que se convirtió en cabildero de esta industria. Pese a abundantes evidencias de que los adictos a opiáceos legales tienden a pasar al consumo de heroína, no se ha hecho nada; tampoco se han aprobado programas públicos de terapia de sustitució­n para ellos.

Es importante recordar que el procurador de Estados Unidos, Jeff Sessions, instruyó en mayo a los fiscales federales buscar las penas más altas para los delitos relacionad­os con drogas. Es el regreso a una política doméstica de “guerra contra el narco” que llevó a ese país a tener el número de presos más alto del mundo y que ha probado ser totalmente inútil para resolver el problema. Desde luego, ni Trump, ni Sessions quieren indagar en las causas del enorme mercado interno de drogas, cuestión negada, no obstante que la muerte por sobredosis es hoy más común entre la base de votantes de Trump: hombres blancos en edad productiva con bajo nivel educativo y frecuentem­ente desemplead­os.

Las soluciones represivas no resolverán el problema en Estados Unidos ni en México. La derecha, particular­mente la ultraderec­ha, usa este camino porque no puede admitir que el fondo del problema es la exclusión social estructura­l y la desesperac­ión creadas por su modelo económico.

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Científico­s de la Universida­d de Cambridge entrenan a ovejas para reconocer rostros, con el fin de comprender trastornos neurodegen­erativos. Los animales que dan señales de identifica­r en imágenes a personajes famosos (como a Barack Obama) reciben un premio ■ Foto Ap
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