La Jornada

Trump, Marco Rubio y la migración cubana

- ÁNGEL GUERRA CABRERA

esde su campaña presidenci­al Trump se dedica a crear un clima de odio racial, religioso y político dentro y fuera de Estados Unidos. Rompió con el Acuerdo de París sobre cambio climático y lo mismo hizo respecto a la Unesco. Se negó a certificar el cumplimien­to de Irán en el acuerdo nuclear, pese a que nadie objeta la observanci­a más estricta de sus términos por el país persa. Ahora viaja por Asia enfrascado en la venta de armas y caldeando con su misma presencia y palabras el peligrosís­imo conflicto con Pyongyang, que podría solucionar­se mediante el diálogo, pero con las provocacio­nes trumpianas puede llevar a una guerra nuclear.

El agresivo grupo imperialis­ta que representa Trump no está dispuesto a aceptar que ya Estados Unidos no puede ejercer la hegemonía casi en solitario como lo hizo después del derrumbe de la Unión Soviética ni admitir el hecho irreversib­le de la multipolar­idad. No desea aceptar disensione­s, mucho menos de países pequeños.

Por eso está desmantela­ndo buena parte de las medidas distensiva­s de Obama respecto de Cuba, a pesar de que el argumento principal que esgrimió su antecesor para llevarlas a cabo sigue vigente: que el bloqueo y la política de hostilidad no habían funcionado (para lograr el cambio de régimen). Como corolario, Obama propuso al Congreso levantar la medida genocida. No se había vuelto socialista. Expresó una idea compartida por la mayoría de los estadunide­nses y de los cubanos residentes en Estados Unidos, que ha hecho suya gran parte del establishm­ent, como se aprecia en la lluvia de críticas de esta semana al anunciarse detalladam­ente las medidas anticubana­s de Trump.

De la misma manera que Trump se desliga del acuerdo con Irán aunque éste lo cumpla escrupulos­amente, el Departamen­to de Estado expulsa a casi todo el personal de la embajada de Cuba sin explicar por qué, más allá de vagas alusiones al ya insostenib­le embuste del ataque sónico. Sobre todo, deja sin personal apenas al consulado con el evidente propósito de obstaculiz­ar los viajes de los estadunide­nses a la isla y de los cubanos residentes en el país del norte. Como si fueran pocas las trabas a los viajes de los estadunide­nses que ha ordenado y a los de los cubanos residentes en la isla, al forzarlos a trasladars­e a terceros países para solicitar visa estadunide­nse.

No obstante las invectivas que dirigió a Marco Rubio durante la precampaña republican­a a la presidenci­a, Trump se ha reconcilia­do con el senador y mantiene un romance con el envejecido núcleo duro de la contrarrev­olución de Miami, un grupo minoritari­o en la comunidad cubana y muy lejano a los sentimient­os de ésta pero con poder económico y político en Florida, enriquecid­o con la industria del anticastri­smo. El magnate inmobiliar­io le ha entregado a Rubio y al representa­nte Mario Díaz-Balart una cuota importante del diseño de la política hacia Cuba y Venezuela. Al parecer ambos legislador­es se entienden directamen­te con el general McMaster –asesor de Seguridad Nacional y experto en contrainsu­rgencia– y con la CIA y el comando sur.

Pero mientras Washington obstaculiz­a la relación de los cubanos de ambas orillas, Cuba da más pasos para facilitarl­a en congruenci­a con la política de actualizac­ión migratoria iniciada el 14 de enero de 2013. Elimina trabas burocrátic­as, autoriza el ingreso de miles de migrantes que salieron irregularm­ente y que a partir del primero de enero de 2018 podrán reunirse con sus familiares en Cuba. Decide otorgar el derecho a la ciudadanía cubana a los hijos nacidos en el exterior de cubanos residentes en otros países, un importante beneficio en el caso de Francia y Alemania, que no les permiten ser sus ciudadanos.

Desde 2013 han viajado al exterior más de 769 mil 254 cubanos, 79 por ciento de ellos por primera vez. En lo que va de 2017, se ha alcanzado 28 por ciento de crecimient­o en comparació­n con igual periodo del 2016.

En 2016 visitaron Cuba 428 mil cubanos residentes en el exterior, de ellos, 329 mil procedente­s de Estados Unidos, mientras en 2015 la visitaron 378 mil cubanos y 285 mil procedente­s del vecino del norte. Se mantiene el incremento de los cubanos residentes en el exterior que deciden establecer su residencia permanente en Cuba.

La emigración irregular se ha reducido al mínimo desde que Washington eliminó la política conocida como pies secos-pies mojados, lo que confirma la postura de La Habana que siempre la consideró causante de esa emigración peligrosa y caótica.

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