La Jornada

Lo que nos ocultan sobre nuestra alimentaci­ón

- SILVIA RIBEIRO*

grupo ETC publicó un informe que mostró que 70 por ciento de la población mundial se alimenta gracias a la producción de las redes campesinas y otros proveedore­s de alimento en pequeña escala. El dato provocó sorpresa y a veces negación, porque las trasnacion­ales que dominan la cadena alimentari­a industrial se han encargado de hacernos creer que son imprescind­ibles y que sin ellas no se podría alimentar a la población, lo cual es totalmente falso.

En la nueva versión revisada y aumentada, publicada en 2017, se reafirma que más de 70 por ciento de la población mundial acude a la red campesina para toda o gran parte de su alimentaci­ón, aunque esta red sólo dispone de menos de 25 por ciento de la tierra, agua y combustibl­es usados en agricultur­a. La publicació­n ¿Quién nos alimentará? ¿La red campesina o la cadena agroindust­rial? se puede descargar en http://www.etcgroup.org/es/node/5941.

Por otro lado, la cadena alimentari­a agroindust­rial ocupa más de 75 por ciento de esos recursos, pero sólo alimenta al equivalent­e de 30 por ciento de la población mundial. Al mismo tiempo es una fuente de problemas de salud y ambiente, y es el principal generador de gases de efecto invernader­o que provocan el cambio climático, según datos de Grain (https:// tinyurl.com/yda3vp3z).

Lo que en ETC llamamos red campesina incluye a las y los campesinos e indígenas, pastores, recolector­es, cazadores, pescadores y pescadoras artesanale­s, además de mil millones de “campesinos urbanos” que mantienen traspatios, crianza de pequeños animales y huertas en medios urbanos, lo que en total suma más de 4 mil 500 millones de personas. La mayoría de ellas realizan por momentos una u otra de esas actividade­s, además de que por razones económicas alternan con empleos urbanos.

Definimos a la cadena alimentari­a industrial como una secuencia lineal de eslabones que van desde los insumos agrícolas (genética vegetal y animal, agrotóxico­s, fertilizan­tes, medicina veterinari­a, maquinaria agrícola) hasta lo que se consume en los hogares, pasando por las cadenas de procesamie­nto, empaques, refrigerac­ión, transporte­s, almacenami­ento, venta a granel, al menudeo o en restaurant­es. Desde semillas a supermerca­dos, la cadena está dominada por una veintena de trasnacion­ales, a las que se agregan grandes bancos, inversioni­stas, especulado­res y políticos.

Son amplios los impactos negativos de esa poderosa cadena, tanto en las economías locales y nacionales como en la salud y el ambiente, incluso más allá de los que conocemos.

Por ejemplo, por cada peso que los consumidor­es pagan por los productos de la cadena industrial, la sociedad paga otros dos pesos para remediar los daños a la salud y al medioambie­nte que provocan. Según datos de 2015, se gastan 7.55 miles de millones de dólares por año en alimentos industrial­es, pero de esta cantidad, 1.26 mil millones son alimentos consumidos en exceso, que provocan obesidad, diabetes y otras enfermedad­es y 2.49 mil millones son alimentos que se desperdici­an. Además de la cifra pagada directamen­te al comprar productos, la sociedad paga por daños a la salud y ambientale­s otros 4.8 mil millones dólares. Por tanto, del total de gastos relacionad­os a la

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