MÉXICO SA
◗ Plan B: calle sin salida ATP: fichas quemadas ◗ Guajardo: desmentido
omienza a tomar forma el tan cacareado “plan B” del gobierno mexicano ante el inminente sepelio del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Se trata de una “novedosa alternativa” (versión oficial) que pretende utilizar las mismas fichas quemadas –a principios de 2107– por el propio sepulturero de TLCAN, el mismísimo Donald Trump. ¡Brillante!
Y esas fichas inservibles no son otras que las presumidas (en 2015) por el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, como “el tratado comercial más ambicioso de la historia”, o lo que es lo mismo, el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (ATP), mecanismo que Estados Unidos abandonó apenas cuatro días después de que el salvaje se aposentó en la Casa Blanca. Ello, independientemente de que el Senado mexicano no lo ha ratificado.
Lo peor del caso es que ayer el secretario Guajardo (reunido en Danang, Vietnam, con los otros 10 ministros de los países que negocian el ATP, tras la salida estadunidense de ese mecanismo) declaró que los participantes “alcanzaron un acuerdo”, que las discusiones fueron “muy productivas” y que estaba “muy feliz” por el resultado.
Pero más tardó en decirlo que el resto de participantes en desmentirlo. Por ejemplo, el ministro canadiense de Comercio, François-Philippe Champagne, dijo que “no son verdaderos los reportes de que se llegó a un entendimiento entre los países del Acuerdo Transpacífico” (agencia Reuters), mientras el australiano Steven Ciobo no confirmó que hubiese un acuerdo. Y los de Malasia, Singapur y Perú “no quisieron hacer comentarios” sobre el particular.
He allí el “plan B”: rescatar proyectos fracasados y presentarlos como nuevos, pero carente del atractivo principal para todos los participantes: el mercado estadunidense en el que todos los participantes tenían los ojos puestos. Sin ese “atractivo”, el acuerdo se desinfló de inmediato, por mucho que el gobierno mexicano insista en vender el globo desinflado como “el tratado comercial más ambicioso de la historia” y el propio Ildefonso Guajardo lo califique de “la herramienta que pone México a la vanguardia del comercio internacional en el siglo XXI”, pues las naciones integrantes de dicho mecanismo “representan 40 por ciento del PIB mundial, alrededor de 25 por ciento del comercio internacional y 28 por ciento de la inversión extranjera directa mundial”.
Pero además de ser una ilusión, el ATP no ha sido ratificado por el Senado mexicano, y, peor aún, se trata de un mecanismo totalmente desinflado, disminuido, tras la salida de Estados Unidos. ¿Por qué? Bueno, porque sólo el producto interno bruto estadunidense representa 62 por ciento del PIB conjunto de las 12 naciones que originalmente se pronunciaron a favor de dicho acuerdo. Y si se considera el peso específico de Japón (17 por ciento del total), entonces la proporción conjunta crece a 79 por ciento y el resto (21 por ciento) se diluye (de forma no proporcional, desde luego) entre los otros 10 países.
Y el desmentido secretario Guajardo sabe que México a duras penas pinta en el ATP, porque su peso específico en el mecanismo comercial que se cita sólo representa 1.3 por instruirá al secretario Ildefonso Guajardo para que rechace un acuerdo que dejará el futuro económico de México en manos de inversionistas trasnacionales. A partir de la experiencia pasada, con acuerdos comerciales liderados por Estados Unidos, y lo que hemos podido deducir de documentos filtrados de debates de carácter confidencial, es claro que las esperanzas del presidente Peña Nieto se encuentran fuera de lugar. Los negociadores de México parecen estar a punto de rendirse ante las demandas de las empresas de los países avanzados, sin beneficios para su país”.
El inquilino de Los Pinos ni lejanamente hizo caso a Stiglitz. Peor aún: dos años después resulta que las fichas quemadas del ATP se utilizarían como “plan B”, es decir, la “alternativa” al TLCAN. Agárrense, pues.