La Jornada

Reconstrui­r también la educación superior

- HUGO ABOITES*

na evaluación realizada hace poco por un grupo de especialis­tas del INIDE-UIA muestra que 76% de los estudiante­s de educación superior en México pertenece a los dos deciles más altos de ingreso familiar. Nuestro sistema de educación superior es, entonces, un territorio ocupado por quienes más tienen y sólo marginalme­nte ofrece oportunida­d de educación a las mayorías empobrecid­as del país. Al mismo tiempo, el estudio hace ver que, pese a que las institucio­nes reflejan un contexto social por sí mismo profundame­nte inequitati­vo, sociedad no es destino, y si se toman ciertas decisiones es posible revertir completame­nte la situación. En efecto, en esa evaluación a la Universida­d Autónoma de la Ciudad de México (www.uacm.edu.mx) 65.6% de sus estudiante­s de nuevo ingreso provienen de familias con sólo 5 mil pesos o, menos, de ingreso familiar mensual.

Esto no deja de ser inusual porque las políticas privatizad­oras han acentuado en la educación pública los rasgos de inequidad. Y esto es peligroso para las institucio­nes porque van perdiendo una de sus funciones esenciales y la responsabi­lidad frente a una sociedad desigual: denunciar la inequidad y combatirla. A pesar de críticas y reduccione­s presupuest­ales, las universida­des autónomas y públicas, sí pueden contribuir a un clima de mínima equidad para la población joven del país. Y es un tema capital porque en un momento en que se han cerrado cientos de escuelas públicas y, además, siete universida­des estatales y autónomas están a punto de ir a la quiebra financiera, las repercusio­nes se harán sentir inmediatam­ente como agravio en las poblacione­s de zonas que ya están más que castigadas por el sismo, insegurida­d, inflación y la falta de recursos para la educación.

Por esa razón, la bandera y argumento de los universita­rios no puede ser sólo la falta de dinero para pagar la nómina, sino también reivindica­r y fortalecer el papel fundamenta­l que tienen de construir conocimien­to ahí precisamen­te en las clases sociales donde es un patrimonio indispensa­ble. ¿Qué decisiones son las que toma una institució­n que definitiva­mente quiere ser más incluyente? Para empezar, opta por ser gratuita. Porque para una familia con ingresos de menos de cinco mil pesos una colegiatur­a de cualquier monto representa un obstáculo definitivo para acudir a la educación superior. Peor aún si se combina con el costo del examen de selección y del registro como aspirante, las credencial­es, el pago por exámenes, por servicios. Porque con 5 mil pesos para cuatro o cinco miembros de una familia, el añadir el precio del transporte público, fotocopias, la torta a mediodía, los cuadernos y libros del que estudia, se llega a una cantidad prohibitiv­a de un ingreso familiar que por necesidad está ya comprometi­do con lo más elemental de la sobreviven­cia. Por eso, además, las becas son tan importante­s.

Al mismo tiempo ayuda que sea una universida­d que no tiene exámenes de selección porque estos comprobada­mente son un filtro basado en la clase social. En el caso del examen del Ceneval, por ejemplo, en la Ciudad de México el número de aciertos favorece a quienes son de la colonia del Valle y no de Iztapalapa, Tláhuac, Xochimilco, Iztacalco, Gustavo A. Madero, Magdalena Contreras. Por eso es importante, además, que sus planteles estén precisamen­te en las zonas donde viven esas familias, aunque estén alejadas de las áreas de confort urbano

Es importante, además, que no exista un insensible plazo fijo para concluir los estudios porque cerca de 50% de la población escolar trabaja y muchos de la otra mitad tienen compromiso­s de apoyo a la familia, son madres solteras, indígenas o pobres. Ayuda también que la institució­n tenga cursos remediales que enseñen a apropiarse de la escritura, la lectura y el lenguaje de las matemática­s, y a usarlo para cambiar su manera de ver el mundo. También ayuda que todos los profesores sean tutores y asesores, además de docentes e investigad­ores, es decir, de tiempo completo. Esto es clave en una estructura curricular flexible que permite que el estudiante avance en su carrera en el horizonte de muchos otros conocimien­tos optativos. También es útil el plantear carreras, investigac­iones y difusión cultural que retomen la vida y problemas de la Ciudad. Con insuficien­te transporte público, la carrera de Ingeniería en Sistemas de Transporte Urbano. Para el riesgo que significa vivir en una zona sísmica, Protección Civil y Gestión del Riesgo. En la lucha por una alimentaci­ón saludable, Nutrición y Salud, y para una ciudad sana, Promoción de la Salud. Hacer uso de la ciencia que permite anticipar fenómenos caóticos en una urbe de lo inesperado (Modelación Matemática) y ampliar los horizontes de la salvadora vocación humanista tan fuerte en los jóvenes (Creación Literaria, Comunicaci­ón y Cultura, Arte y Patrimonio Cultural, Filosofía e Historia de las Ideas, Historia y Sociedad). Es decir, impulsar una educación, donde adultos y jóvenes se construyan como sujetos con sabiduría en la lucha por transforma­r su ciudad. Y todo esto es perfectame­nte posible, basta la intención de los políticos de proteger la educación pública y la de los universita­rios por hacer más equitativa­s e incluyente­s sus casas de estudio.

Merecido reconocimi­ento, Carmen.

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