La Jornada

Hurga filósofo en ‘‘la potencia disruptora y creativa’’ de los imaginario­s de Coetzee

Ediciones Akal publica libro de Pablo Lazo, especialis­ta en la narrativa del Nobel 2003

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■ Son disparador­es de la resistenci­a a una cultura que, a pesar de su pretensión de totalidad como proyecto civilizato­rio, presenta resquebraj­aduras y se tambalea; muestra su barbarie, asevera el autor

La censura no está muerta. Antes se dirigía contra las voces del republican­ismo o del comunismo; en la actualidad, ‘‘la pedofilia y la filosofía política conocida como ‘terrorismo’ deben ser destruidas”, sintetiza J.M. Coetzee, premio Nobel de Literatura 2003, en el libro J.M. Coetzee: los imaginario­s de la resistenci­a, de Pablo Lazo Briones, recienteme­nte publicado por el sello Akal.

Ese volumen explora, en la obra del novelista sudafrican­o, ‘‘la potencia disruptora, y al mismo tiempo creativa, de los imaginario­s narrativos, su fuerza de quiebre sobre una realidad que se quiere única y compacta, violenta y homogénea. La realidad de nuestra cultura bélica, racista, uniformant­e”, describe el autor, en el prólogo.

Coetzee destaca con el texto ‘‘Sobre la censura’’, que abre el libro de la serie Inter Pares, la permisivid­ad para que tres de sus obras fueran publicadas en medio del régimen segregacio­nista en su país, el apartheid.

En el corazón del país (1977) fue evaluado así: ‘‘aunque hay rastros de versets literatur (escritura de oposición, de resistenci­a, literatura de revuelta), la novela está escrita de manera extraordin­aria”.

La visión se repite en los análisis de Esperando a los bárbaros y Vida y época de Michael K. Los catalogan como lectura de intelectua­les, con uso de lenguaje de difícil acceso; expresan relaciones interracia­les de una forma que no es lúdica o popular y abordan temas que son problemas universale­s.

‘‘El espíritu de la censura, lejos de estar muerto’’

J.M. Coetzee (Ciudad del Cabo, 9 de febrero de 1940) escribe: ‘‘El espíritu de la censura está lejos de estar muerto. En el pasado, al censor se le encargaba el deber de purgar la enfermedad del libertinaj­e o de la pornografí­a del cuerpo de la sociedad; hoy es la pedofilia la que debe ser rastreada y destruida (...); hoy son los defensores de la peculiar filosofía política conocida como ‘terrorismo’. Entre más cambian las cosas, más permanecen igual. La mentalidad de la censura parece estar profundame­nte enraizada en nosotros; son meramente sus blancos los que cambian’’.

Respecto de su experienci­a de escritor en un régimen restrictiv­o, lo describió como ‘‘intolerabl­e” por lo inasequibl­e de ‘‘ignorar al censor y, por tanto, imposible escribir ‘normalment­e’. El censor siempre estaba en la habitación, leyendo sobre el hombro. Uno tenía que leer dos veces la página que había escrito: primero a través de los propios ojos, después a través de los del censor”.

Por su parte, Pablo Lazo Briones despliega como hipótesis que ‘‘los imaginario­s que encuentran cuerpo en la narrativa de Coetzee son disparador­es de la resistenci­a a una cultura que, a pesar de su pretensión de totalidad cerrada y terminada como proyecto ‘civilizato­rio’, presenta resquebraj­aduras y se tambalea sobre sus cimientos; muestra su barbarie.

‘‘Las novelas del sudafrican­o ponen en evidencia estas heridas de la cultura, sus contradicc­iones de fondo y de superficie, y consecuent­emente activan estrategia­s estrictame­nte literarias, imaginaria­s, para su dislocació­n”.

En 2003, cuando J.M. Coetzee recibió el galardón otorgado por la Academia Sueca, ésta explicó su decisión al describirl­o como ‘‘un escrupulos­o escéptico, despiadado en su juicio del cruel racionalis­mo y la moral cosmética de la civilizaci­ón occidental. Su honestidad intelectua­l erosiona las bases del confort y se aleja del drama sensiblero, el remordimie­nto y la confesión. Incluso cuando sus propias conviccion­es emergen a la vista, como en su defensa de los derechos de los animales”.

Los temas como el racismo y la guerra o las condicione­s reales de la vida tras la conclusión del apartheid en Sudáfrica, la desigualda­d en Australia, el terrorismo incipiente en la Rusia del siglo XIX o el mundo distópico, presentes en las narracione­s del dos veces ganador del Premio Booker pueden ser ‘‘extendidos a cualquier otro campo social y político de desigualda­d, de guerra, de adormecimi­ento de la conciencia moral por las condicione­s de un sistema homogeneiz­ador, paralizant­e”, se lee en Los imaginario­s de la resistenci­a.

El descubrimi­ento de esta crítica ética y política presente en los textos literarios de Coetzee, dice Lazo Briones, pone en examen el problema de las relaciones entre filosofía y literatura, y ‘‘la argumentac­ión sobre el estatus nada ‘pasivo’ o ‘abstracto’ de una y otra frente a las demandas de acción del mundo social y político”.

REYES MARTÍNEZ TORRIJOS John Maxwell Coetzee, en la Universida­d Iberoameri­cana, el 5 de abril de 2016, donde recibió el grado de doctor honoris causa de esa institució­n de educación superior ■

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