La Jornada

El antirracis­mo político irrumpe en España

- CARLOS SOLEDAD *

ucrecia Pérez, de origen dominicano, fue asesinada a tiros por un guardia civil ultraderec­hista en el barrio madrileño de Arravaca en 1992, hace 25 años. El oficial que la ultimó afirmó que buscaba “dar un escarmient­o a los negros”. Su imagen acompaña el cartel de la primera marcha de las comunidade­s racializad­as contra el racismo en el Estado Español y Cataluña. Una marcha que ha sido señalada por los organizado­res como un antes y un después en la historia de la lucha antirracis­ta en la península.

Se realizarán actos reivindica­tivos en ciudades como Madrid, Barcelona y Valencia. Los organizado­res han efectuado un trabajo previo para que el pueblo gitano, las comunidade­s africanas, latinoamer­icanas, árabes y asiáticas sean las protagonis­tas. Buscan visibiliza­r el sistema blanco, racista y neocolonia­l imperante, que se apoya en la Ley de Extranjerí­a Española y la Directiva del Retorno Europa. Cuerpo legislativ­o que sirve de excusa para que, incluso de forma ilegal, se produzcan persecucio­nes por perfil étnico, deportacio­nes en vuelos comerciale­s con uso de la violencia, devolucion­es de frontera en caliente, encierros en centros de internamie­nto para extranjero­s y, finalmente, asesinatos –como los de Tarajal en 2014, cuando 15 migrantes murieron por balas de goma de la Policía Nacional.

Señalan que no sólo se trata de evidenciar el sistema neocolonia­l y racista que persiste en Europa. Se trata también de la irrupción y la construcci­ón de un nuevo sujeto político. Se acabó el tiempo cuando el movimiento lo lideraban activistas y técnicos de organizaci­ones solidarias que no sufren en sus cuerpos la opresión de raza, clase y género.

Para Ramón Grosfoguel, investigad­or del grupo Modernidad/Colonialid­ad (M/C), uno de los grupos de pensamient­o crítico más importante­s de América Latina, la perspectiv­a decolonial es la más adecuada para entender el capitalism­o moderno. Esta mirada sitúa la discusión en las relaciones de poder que se establecie­ron en el sistema-mundo, en 1492, con la conquista de Abya Yala, o lo que hoy conocemos como América.

La tesis central defiende que la colonialid­ad no es un estado de cosas que se opone a la modernidad y le precede, sino que forma parte integral de los mismos procesos de modernizac­ión. La experienci­a de la expansión y colonizaci­ón europea es fundamenta­l para entender la emergencia de las principale­s institucio­nes modernas entre los siglos XVI y XIX: el capitalism­o, la ciencia, el arte y el Estado, entre otras. Se trata de luchar contra el racismo y empoderar la idea de la intersecci­onalidad de las luchas de clase y de género.

Los actos del 12 de noviembre, protagoniz­ados por las comunidade­s racializad­as en el Estado Español y Cataluña, responden a esta mirada. El pueblo gitano, por ejemplo, que tiene presencia desde 1425 y ha padecido políticas de asimilació­n, criminaliz­ación, persecució­n y exterminio, ha sido reconocido apenas, en 2005 por el Congreso de los Diputados, en una proposició­n no de ley sobre el reconocimi­ento del pueblo gitano. Conocidas también a profundida­d son las historias de violencia y opresión padecidas por las comunidade­s africanas, árabes, asiáticas y latinoamer­icanas en tierras del Estado Español y Cataluña.

La resistenci­a de migrantes y comunidade­s racializad­as no es de hoy. Comenzó desde la burbuja inmobiliar­ia en los años 80 del siglo pasado. Explotó con los importante­s encierros en espacios públicos en 2001, que consiguier­on la más grande regulariza­ción extraordin­aria. Durante años se han generando motines en los centros de internamie­nto, en las vallas fronteriza­s, resistenci­as en los vuelos de deportació­n, reuniones clandestin­os para organizar los cuidados y la defensa. En Francia la llamada a la organizaci­ón ocurrió en 2005 con el movimiento Indigènes de la République, que más tarde se convirtió en partido político. Liderado por la carismátic­a franco-argelina Houria Bouteldja, quien se define militante antirracis­ta, comprometi­da contra la islamofobi­a y el neocolonia­lismo.

La reciente lucha de los negros del Sindicato de Vendedores Ambulantes de Cataluña fue el aviso de que algo diferente se estaba preparando. La irrupción de este nuevo sujeto político, las comunidade­s racializad­as, protagoniz­adas por mujeres, sin duda pone en jaque el orden patriarcal, neoliberal y neocolonia­l. Su discurso decolonial y antirracis­ta tira por los suelos el antirracis­mo moral que lo define como simple anomalía social y en cambio evidencia el carácter estructura­l del racismo en la modernidad. El 12/N en el Estado español se espera algo tan novedoso como lo que ocurrió en México con el levantamie­nto del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en 1994. Un cataclismo que sacudió conciencia­s y prefiguró la sociedad y la lucha por venir.

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