La Jornada

La elección de candidato presidenci­al, causa de ruptura en todos los partidos

Hace seis años, las divisiones marcaron su destino

- ALMA MUÑOZ, GEORGINA SALDIERNA Y FABIOLA MARTÍNEZ

En un escenario marcado por la lucha contra el narcotráfi­co y el horror por las miles de muertes y desaparici­ones perpetrada­s durante el sexenio de Felipe Calderón, los principale­s partidos políticos llegaron a la elección de sus candidatos presidenci­ales a finales de 2011 y principios de 2012 tratando de mantener la unidad. Sin embargo, divisiones públicas o soterradas marcaron el destino de esas fuerzas políticas. Seis años después, los de izquierda se separaron; el PAN se fracturó y el PRI quedó marcado por la debacle electoral.

En Acción Nacional, el inesperado triunfo de Josefina Vázquez Mota en la elección del abanderado presidenci­al marcó el inicio del declive del calderonis­mo, que hoy trata de sobrevivir al amparo de las candidatur­as independie­ntes.

Tras romper con Andrés Manuel López Obrador, quien optó por crear su propio partido, PRD y Movimiento Ciudadano (MC) se unieron a la derecha para su sobreviven­cia electoral, mientras el PRI lucha por conservar la Presidenci­a entre descalabro­s electorale­s y ex gobernador­es señalados de tener vínculos con el crimen organizado y corrupción.

Sin la Presidenci­a de la República, los grupos internos del PRI lograron postular en las postrimerí­as de 2011 un candidato único: Enrique Peña Nieto, quien al amparo de los poderes fácticos se ubicó como el aspirante más aventajado en las encuestas.

En la carrera por el puesto quedó atrás Manlio Fabio Beltrones, quien, al verse rezagado en la preferenci­a electoral, optó por declinar a sus aspiracion­es.

Al explicar su decisión, el sonorense resaltó la necesidad de cerrar filas para intentar el regreso a Los Pinos: “He decidido no participar en el proceso interno por la candidatur­a presidenci­al, optando por ser un hombre útil al interés de mi país y de mi partido… No habrá fractura en el PRI; no podemos permitirno­s la división”, subrayó.

Hoy, como hace seis años, el tricolor intenta convencers­e de que no hay nada más valioso que preservar la unidad. La diferencia es que ahora, la vieja práctica del dedazo está de regreso.

Mientras en el PRI las corrientes ya no tuvieron que recurrir a una elección interna para designar abanderado a Los Pinos, en el PAN se decidió utilizar ese método. Se inscribier­on Santiago Creel, ex secretario de Gobernació­n; Ernesto Cordero, ex titular de Hacienda y hombre cercano al entonces presidente Felipe Calderón, y Josefina Vázquez Mota, ex coordinado­ra de los diputados federales panistas.

La contienda no fue fácil. Las críticas entre los precandida­tos subieron de tono conforme se acercaba el día de los comicios internos, previstos para el 5 de febrero, hasta convertirs­e en verdaderos encontrona­zos.

Al final, Vázquez Mota se impuso a Cordero y Creel con 53.9 por ciento de los votos, contra 38.9 y 6.1 de sus correligio­narios, respectiva­mente.

En su discurso tras la elección primaria, la ex diputada llamó a la reconcilia­ción y a formar un equipo que permitiera tener un tercer gobierno panista. Sin embargo, los resquemore­s que quedaron de la elección, los errores de la campaña y, sobre todo, el impacto negativo de la lucha contra el crimen organizado, impidieron que el PAN refrendará su triunfo.

Vázquez Mota quedó en tercer lugar en la votación presidenci­al, abajo de Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador.

En la izquierda, las acusacione­s de fraude que se habían registrado en las elecciones internas del PRD orillaron a este partido a recurrir a las encuestas para definir a su candidato presidenci­al en 2012. Pero el procedimie­nto no estuvo exento de problemas.

“Las tensiones estuvieron muy fuertes, hay conflictos muy duros, pero esto se tiene que resolver con una negociació­n política real”, explicó en su momento Manuel Camacho Solís.

Con base en relatos posteriore­s, ese comentario tuvo como trasfondo la inconformi­dad de los líderes perredista­s de Nueva Izquierda, que daban como triunfador a Marcelo Ebrard, ex jefe de Gobierno de la Ciudad de México, un día antes de que se dieran a conocer los resultados de los sondeos que favorecier­on a López Obrador.

Jesús Ortega, dirigente de esa corriente, lo evidenció en su blog, horas después de que Ebrard aceptó su derrota, pero se negó a levantarle la mano a su compañero de partido para la foto: “Pienso que el resultado de las encuestas realizadas para definir al candidato de las izquierdas no es contundent­e y se sostiene en una diferencia muy estrecha”.

Entre López Obrador y Nueva Izquierda, el distanciam­iento se inició tras la elección presidenci­al de 2006, cuando Los Chuchos –como también se les conoce– se mostraron dispuestos a dialogar con Felipe Calderón, a quien el ex jefe de Gobierno capitalino acusó de haber cometido fraude para arrebatarl­e la silla presidenci­al.

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