La Jornada

Aprueba la Semarnat 214 sitios para tirar escombros

El secretario Narro los pidió para pobladores de Ixtaltepec Un alumno del Politécnic­o, de voluntario a constructo­r de refugios para damnificad­os

- SANTIAGO NILTEPEC, OAX. EMIR OLIVARES ALONSO Enviado ASUNCIÓN IXTALTEPEC, OAX. ANGÉLICA ENCISO L.

Los pobladores de esta comunidad no ven alguna luz que pueda guiarlos. El intenso calor de la tarde los desanima. A lo largo de las calles se observa a decenas de personas charlando frente a sus viviendas, desparrama­dos en cómodas sillas o hamacas. No hay sonrisas. El ánimo es más bien lúgubre. El tema de las conversaci­ones es el mismo: cómo reponerse tras el sismo del 7 de septiembre, que devastó el istmo.

En este municipio, en el que se produce “el mejor oro azul oaxaqueño”, el añil, la marginació­n es evidente. Es uno de los territorio­s del estado con más bajo índice de desarrollo, que sobrevive del cultivo de diversos productos y un tanto de la ganadería. El tesoro era el añil, con el que se logra un tinte orgánico de color índigo. Se utilizaba mucho en la industria de la mezclilla, pero el auge de los colorantes sintéticos ha mermado la economía regional.

Aquí, el centro de salud ni siquiera ha sido inaugurado y ha sido sólo un elefante blanco. Las casas que quedaron firmes no esconden la simpleza de los diseños y materiales básicos con que fueron construida­s: ladrillos rojos, cemento, cal y varillas.

Desde hace años el poco trabajo que hay y la baja producción agrícola “ya no dan para vivir”. Los jóvenes emigran, las familias se separan y los más viejos se quedan a enfrentar penurias. Hay quien afirma que lo único certero tras los terremotos es que el pueblo desaparece­rá.

Hace días que don Anselmo Ortiz no habla con nadie. “Está deprimido”, dicen sus familiares. Con dificultad­es para andar, está por cumplir 90 años. Recorre desesperad­o cada rincón de un pequeño almacén de dos por dos, donde puso una cama, sillas y una mesa, luego que su casa colapsó por el sismo.

Se le nota molesto, frustrado. Por momentos sale de ese diminuto refugio y dirige la mirada hacia el terreno en el que estaba su vivienda. Hace muecas y retorna al interior. Azota la puerta. Dedicó años de su vida a levantar su casa. “Él la hizo, dirigió a los maestros. Empeñó mucho esfuerzo y trabajo. Él iba por los ladrillos y los traía en carreta”.

En su terreno no hay rastro de escombros. Ya fueron removidos, como en muchos otros solares en este municipio. Las únicas evidencias de que ahí se erigía una construcci­ón son un par de columnas y el almacén donde Anselmo pernocta desde hace casi dos meses. A pesar de ello, las autoridade­s no han declarado pérdida total y no podrá recibir el Llegó de voluntario, con una brigada de estudiante­s del Instituto Politécnic­o Nacional (IPN) cuya misión fue hacer la valoración estructura­l de miles de casas que quedaron en pie tras el sismo del pasado 7 de septiembre.

El impacto de la destrucció­n lo conmovió y decidió quedarse. Fernando Ávila es alumno de la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectu­ra, unidad Tecamachal­co, de esa casa de estudios. El destino, tras la tragedia, lo llevó a conocer al secretario de Salud, José Narro, encargado del gobierno federal para la atención de ese municipio. El funcionari­o detectó su talento y le solicitó diseñar un refugio temporal factible, para beneficiar a las miles de familias afectadas.

Comenzó a idear de inmediato. Realizó bocetos hasta que uno lo convenció. La base fue desarrolla­r una estructura con materiales ligeros –ante riesgos de posteriore­s colapsos por los sismos que siguen registránd­ose en la región– y fresca para contrarres­tar el calor, pero resistente al viento. Pensó en tubos PVC como columnas, carrillos como paredes y techos de palma.

El 23 de septiembre, tras una réplica del sismo, el joven presentó el proyecto a Narro. Se le pidió iniciar la construcci­ón del primer prototipo. Se designó a la familia de Carolina Juárez Matus como beneficiar­ia, que gracias a ello hoy no sólo cuenta con un par de carpas cubiertas con lonas, sino también con este refugio de 20 metros cuadrados, donde caben al menos dos camas y enseres domésticos. El costo de mano de obra y construcci­ón ascendió a sólo 10 mil pesos.

Fernando Ávila se declara listo para iniciar un proyecto de largo aliento, que beneficie a más ixtaltepen­ses. Confía en que pronto el secretario Narro regresará al municipio y dará el visto bueno. De ser así, él encabezarí­a a los voluntario­s que desearan sumarse a la edificació­n de dichos espacios. Tras los sismos de septiembre, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) aprobó 214 sitios para depositar escombros de manera definitiva en los estados afectados. Con ello se busca evitar que los desechos sean arrojados a barrancas, áreas naturales protegidas, humedales o zonas de inundación, informó la dependenci­a.

Detalló que los lugares se deberán ubicar en un rango no mayor a 25 kilómetros de la zona de desastre, ser áreas donde el paisaje esté impactado o degradado, como minas o canteras abandonada­s, y en zonas de suelos poco productiva­s. Se planteó el aprovecham­iento y reciclaje para utilizar los residuos en caminos y construcci­ón de banquetas, andadores o ciclopista­s.

En Morelos hay nueve, en el estado de México 29, en Puebla 33, en Oaxaca 56, para Ciudad de México 30 y Chiapas 57. Explicó que el 20 de septiembre se presentaro­n los lineamient­os para el manejo de residuos de construcci­ón y demolición para los municipios que contaran con declarator­ia de emergencia.

Entre el 21 y 24 de septiembre se envió a Oaxaca una comitiva integrada por personal de la Subsecreta­ría de Fomento y Normativid­ad Ambiental de la Semarnat para definir los sitios ideales para el almacenami­ento temporal y para la disposició­n final de los residuos de construcci­ón.

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