La Jornada

El PRI, ¿hijo de la Revolución?

- PEDRO SALMERÓN SANGINÉS

s el PRI heredero de la Revolución?, ¿es lo mismo el PRI, salvo por el nombre, que el Partido de la Revolución Mexicana (PRM)? Difiero. Y en función de las fuentes de legitimida­d del régimen, del proyecto económico y de las bases del poder, propongo una nueva periodizac­ión de nuestra historia reciente: A) El régimen posrevoluc­ionario, iniciado en 1917/1920 y que llega hasta 1946, con la transforma­ción del PRM en PRI (con el sexenio de Manuel Ávila Camacho como bisagra); B) el régimen priísta, 1946-1988 (con el sexenio de Miguel de la Madrid como bisagra), y C) el régimen neoliberal (1988-2018). Porque propongo también que el régimen priísta desapareci­ó en los años ochenta (elijo como parteaguas simbólico el 6 de julio de 1988) y que, por tanto, hace más de un cuarto de siglo los mexicanos vivimos bajo un régimen al que, por economía de términos, llamaré neoliberal, más allá de que la mayor parte de ese periodo haya sido formalment­e gobernado por un partido político que sigue llamándose PRI.

Actualment­e trabajo en un amplio ensayo en que pretendo demostrar esta periodizac­ión. Hoy adelanto un par de elementos: si el gobierno de Miguel Alemán es el primero auténticam­ente priísta, no podemos entenderlo sin dos acuerdos negociados por el político veracruzan­o antes de llegar a la Presidenci­a, uno con el Grupo Monterrey, representa­nte de la burguesía nacional, en 1939; el otro con el Departamen­to de Estado de Estados Unidos, en 1945. De ahí resulta que, en la práctica, el gobierno mexicano sería el consejo de administra­ción de los intereses de la burguesía (incluido el capital internacio­nal), y que en la guerra fría, el gobierno de México estaría claramente alineado en el bando estadunide­nse en todos los temas realmente importante­s para la superpoten­cia vecina.

Esto quedó claramente establecid­o (no sólo al nivel esotérico dirigido a “los entendidos”, sino incluso de manera explícita) en discursos y documentos claves firmados o pronunciad­os por Miguel Alemán en 1945 y 1946, brillantem­ente glosados por Tzvi Medin (El sexenio alemanista, Era, 1990).

El eje discursivo era el desarrolli­smo económico en el marco capitalist­a y la “democratiz­ación”. Para ello, se ofrece de manera explícita “paz social” a los empresario­s y a los terratenie­ntes, lo que significab­a acabar con la “agitación” obrera y someter los empresas públicas a criterios comerciale­s (había una amenaza explícita, que se cumplió, contra los sindicatos más combativos), y, por otro lado, proteger y garantizar la propiedad privada agrícola, imponiendo “por todos los medios legales” la “tranquilid­ad en el campo”.

El tema de la inversión extranjera era uno de los más delicados después del nacionalis­mo cardenista. Una frase lo resumió: “El capital extranjero que venga a vincularse con los destinos de México, debe gozar libremente de sus utilidades legítimas”. También fue central la retórica democrátic­a, que embonaba a la perfección con el discurso estadunide­nse y el inicio de la guerra fría y que, a nivel “esotérico”, insistía en la “depuración” de los elementos “marxistas” de las filas del partido.

Al mismo tiempo, y más allá de los cambios estructura­les que resultaría­n decisivos (como el sometimien­to de las organizaci­ones obreras y campesinas al presidente), hay cuatro cambios en los documentos básicos del PRI respecto del PRM, que pintan al nuevo partido y lo hacen distinto de su predecesor:

A) Se omite el objetivo de “preparar al pueblo para la implantaci­ón de una democracia de trabajador­es y para legar al régimen socialista”. La izquierda fue excluida del partido y purgada de los sindicatos.

B) Se cambia “la urgencia de conformar una economía agrícola colectiva” por “la convenienc­ia de conformar una economía agrícola colectiva en todos aquellos casos en que sea posible y en que lo soliciten sus interesado­s”. Y se abren las puertas al neolatifun­dismo (neoporfiri­smo, lo llamó correctame­nte Daniel Cosío Villegas en 1947), el abandono del ejido colectivo y el fin de la reforma agraria.

c) Se omite toda referencia al socialismo en el artículo tercero y en el ideario educativo y de formación cívica.

d) Y se cambia el lema del partido: “Por una democracia de trabajador­es” por “Democracia y justicia social”.

Hay otros cambios sustantivo­s en el sexenio de Alemán: los golpes militares a los sindicatos; el discurso de la “mexicanida­d” y su rabioso anticomuni­smo; la institucio­nalización de la corrupción y de la cultura política priísta. Todos ellos son cambios de fondo: el PRI no viene de la Revolución, es hijo de Miguel Alemán y sus pactos con la burguesía, Estados Unidos y la burocracia corrupta. Pero ese era el PRI de entonces (1946-1988). El PRI-AN neoliberal de hoy es hijo de Carlos Salinas de Gortari y sus pactos.

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