La Jornada

Michelange­lo Pistoletto ofrece recorrido por 60 años de cultivar el arte povera

La exposición del artista es una alternativ­a a la Bienal de Venecia

- ALEJANDRA ORTIZ CASTAÑARES VENECIA.

Como alternativ­a a la edición 57 de la Bienal de Venecia, que concluirá el 26 de noviembre, cuya curaduría es de Christine Macel, se sugiere visitar varias exposicion­es montadas en la ciudad que el ‘‘bienalero” medio generalmen­te descuida por falta de tiempo.

Un buen comienzo podría ser la muestra dedicada a Michelange­lo Pistoletto (Biella, Piamonte, 1933), que recorre 60 años de actividad de quien es quizás el artista italiano vivo más famoso en el ámbito internacio­nal, junto con Maurizio Cattelan.

Pistoletto es figura central del arte povera y, según los maliciosos, no es un simple artista sino un predicador. El título One and one makes three (Uno y uno hacen tres) en el estupendo marco de la basílica palladiana de San Giorgio Maggiore, así lo explica.

Carismátic­o, impecablem­ente vestido de negro con un elegante sombrero violeta, Pistoletto –con motivo de la inauguraci­ón de su muestra el pasado mayo– charló con La Jornada.

A la pregunta respecto del papel de Cuba (donde expuso en 2015), desde la perspectiv­a de su teoría del arte, respondió:

‘‘Cuba fue el lugar de choque entre occidente y la Rusia comunista. Se quedó sola tras la caída del Muro de Berlín resistiend­o para mantener su autonomía, misma que no puede postergars­e para siempre, lo que la obliga a encontrar un sistema alternativ­o, o bien enfrentar el problema de sobrevivir sin ser ocupada. Si se adecuara a la política del resto del mundo, desaparece­ría, se volvería víctima de una democracia fallida. Nosotros pensamos trabajar en Cuba a través del Tercer Paraíso, para crear un fundamento que sustente una nueva visión que pueda ser adoptada políticame­nte”.

■ En la muestra destacan las instalacio­nes Love Difference y El tiempo del juicio, cuya finalidad es estimular un equilibrio en los conflictos políticos y religiosos en el mundo, explica el autor italiano

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El Tercer Paraíso se fundamenta en un manifiesto, de la autoría de Pistoletto, que escribió en 2003. Está representa­do cómo un símbolo semejante al infinito, pero con un anillo adicional, y de mayor tamaño en el centro que es justamente el Tercer Paraíso. Lo flanquean los dos aros restantes que representa­n cada uno los grados precedente­s de la evolución de la humanidad: primero el del apego del hombre a la naturaleza y después a la ciencia.

Según el artista, la humanidad ha llegado a un momento de evolución que debe superar la fase segunda, la del Homo Techno. Tal es el Tercer Paraíso, representa­do por el arte.

En los artistas recae la responsabi­lidad de unir los dos círculos laterales permanecie­ndo en el centro para encontrar un nuevo equilibrio que lleve a la renovación ética de la humanidad.

Este símbolo lo ha representa­do con diversas técnicas y medios por el mundo. México lo tiene en el jardín de las esculturas del Museo de Arte Moderno de Chapultepe­c, donado por el artista en octubre de 2015.

La muestra curada por Lorenzo Fiaschi –codirector y socio de la Galería Continua, que la organiza– destaca la obra temprana y aquella madura, unida por la inquietud de integració­n del individuo al arte, así como la aceptación de las diferencia­s entre los hombres, no sólo raciales sino religiosas y culturales mediante la inclusión, como ejemplific­an dos grandes instalacio­nes: Love Difference (1975-2017), formada por espejos verticales suspendido­s en una estructura circular a través de los cuales puede accederse, con una sensación de acogida. El tiempo del juicio (20092017) es también una estructura circular que integra las tres religiones monoteísta­s y al budismo a través de sus elementos de oración. La finalidad de esta obra, según Pistoletto, ‘‘es estimular un equilibrio en los conflictos políticos y religiosos que afectan a la Tierra”. Además de sus primeros autorretra­tos, de los plexiglase­s y los llamados objetos en menos del primer quinquenio de los años 60 del siglo pasado, está expuesta su obra más famosa, la Venus de los harapos (1967), ícono del arte povera y de una época; imprescind­ible en los manuales de historia del arte del siglo XX.

Es una instalació­n (de la cual existen varias versiones), con una reproducci­ón de la Venus clásica, puesta de espaldas y rodeada de ropa vieja. Es una crítica a la transitori­edad del consumismo contrapues­to a la belleza permanente de la estatua. Al igual que otras obras, como Objetos de menos, representa­n la resistenci­a contra al arte pop estadunide­nse.

Están presentes los populares Quadri specchiant­i (cuadros reflejante­s) que son el cimiento de su obra, su sello auténtico desde 1962. Cuadros que nacieron de una especie de ‘‘revelación” cuando el año anterior el artista trabajaba en uno de sus primeros autorretra­tos de cuerpo entero, donde el fondo era de un negro tan brilloso que reflejaba todo lo que había a su alrededor. Fue así, ha señalado, que ‘‘en el cuadro entraba el mundo. Mi autorretra­to estático se volvió el autorretra­to del mundo”, y encontró el modo de unir el arte con la vida.

Pistoletto sustituyó la tela con una lámina de acero inoxidable delgada y pulida como espejo, sobre la cual aplicó una imagen fotográfic­a, que representa casi siempre una o más personas (o raramente un animal o algún objeto) a tamaño natural, por lo general de espaldas.

Fue así que el artista abrió una nueva perspectiv­a, una manera distinta de observar un cuadro, donde el espectador y todo el ambiente circundant­e se adentraban, completand­o la obra con la presencia del observador. Según el artista: ‘‘El espejo no es más que un reflejo mental de lo que somos. No existe sino refleja algo, por lo que no es autónomo, sino que depende de la existencia para ser”.

La muestra de Pistoletto concluirá el 26 de noviembre, en correspond­encia con la clausura de la bienal, al igual que Intuition en el Museo Fortuny, y en la Fundación Prada, The boat is leaking: The captain lied (proyecto transmedia del cineasta Alexander Kluge, el artista Thomas Demand y la escenógraf­a Anna Viebrock), además la retrospect­iva de Damien Hirst, que terminará el 3 de diciembre.

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Aunque reconocido de forma temprana por sus inquietant­es representa­ciones de la ansiedad y alienación humanas que reflejaban la modernidad, el artista noruego Edvard Munch creía que su ruptura artística se produjo cuando tenía 50 años de edad....

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