Los valedores del neoliberalismo nativo
encendidos, iniciaron la jibarización de los estados de las sociedades capitalistas occidentales, eliminando de un guadañazo la soberanía de las naciones, cuyos gobiernos, en consecuencia, habrían de guiarse, no por lo que deciden los ciudadanos cuando eligen a sus gobernantes, sino por lo que les dicta el discurso neoliberal emitido por el FMI, el Banco Mundial, ¡las calificadoras!, el Consenso de Washington y los poderes más efectivos y ominosos del orbe: los banqueros globalizados. O ¿conoce usted a los ciudadanos que votaron por desnacionalizar Pemex? Por esos motivos los pueblos del mundo, encabezados por sus dirigentes, a los que los ignorantes neoliberales llaman populistas, acabarán un día echando del poder a esos gobiernos funestos.
Los neoliberales se sirvieron de las universidades, de los medios (como The Economist y The Atlantic), la televisión, Hollywood, y mucho más, para propagar un discurso que no sólo es el credo de los gobernantes, sino que en él han creído, por demasiados lustros, las mayorías de las poblaciones del mundo: aún los votan; pero cada día menos.
Los gobiernos neoliberales, desarrollados y subdesarrollados, no sólo aplican ferozmente su credo, también creen que there is no alternative, como se los prescribió la señora Thatcher.
Jibarizar al Estado y entregar la batuta a “los mercados” –que el neoliberalismo cree que se autorregulan–