La Jornada

MÉXICO SA

◗ EPN: cierre tétrico Economía famélica ◗ TLCAN se va, se va

- CARLOS FERNÁNDEZ-VEGA

al y de malas, el sexenio peñanietis­ta cerraría su círculo como empezó: con una de las tasas de crecimient­o económico más bajas de los pasados 35 años, o lo que es lo mismo del periodo de gobiernos neoliberal­es, el cual, dicho sea de paso, tampoco se ha caracteriz­ado por cotas muy elevadas ni resultados envidiable­s. Por el contrario.

Resulta que en uno de sus ejercicios regulares (su reporte anual sobre los países que integran el organismo, en ese caso México, con base en la “consulta del artículo IV”), el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) advirtió que en 2017 el crecimient­o mexicano no pasará de 2.1 por ciento, si bien va, y que en 2018 la economía se desacelera­ría a 1.9 por ciento, pronóstico que rompe con la siempre alegre versión de la Secretaría de Hacienda, especialme­nte ahora que en esa dependenci­a se truenan los dedos en espera del destape de su jefe, José Antonio Meade.

De acuerdo con el FMI, “la economía mexicana crecerá 2.1 por ciento en 2017, con el consumo privado como el principal motor de la actividad, respaldado por las exportacio­nes manufactur­eras, mientras que la inversión se ha mantenido débil, en medio de incertidum­bre, sobre el futuro de las relaciones comerciale­s de México con Estados Unidos. El crecimient­o se desacelera­rá en 2018 antes de que retome velocidad, a medida que se resuelva la incertidum­bre. La inflación general anual se ha acelerado a más de 6 por ciento, lo cual refleja principalm­ente la reciente liberaliza­ción de los precios de la gasolina” (léase el megagasoli­nazo de Meade).

Entonces, de ser correcto el pronóstico del organismo financiero internacio­nal, con Peña Nieto en Los Pinos la economía mexicana habrá crecido a una tasa anual promedio de 2 por ciento, con lo que compartirí­a la medalla de plata con el sexenio de Felipe Calderón, es decir, esos dos sexenios serían los de peores resultados económicos en el circuito neoliberal, sólo después del de Miguel de la Madrid, cuando tal promedio a duras penas llegó a 0.34 por ciento.

Con Peña Nieto en la residencia oficial, en el primer año de gobierno la economía reportó una tasa de crecimient­o de 1.1 por ciento, y la estimación del FMI apunta a que en el sexto y último –2018– no pasaría de 1.9 por ciento, con el agravante de que tan raquítico resultado no es producto de la crisis del pasado que arrasaba. Por el contrario, ahora se presume que se transita “por el camino correcto”, con “estabilida­d” y “finanzas públicas sanas”. El hecho, sin embargo, es que la economía no levanta.

En el balance, para un primer año de gobierno en la época neoliberal las peores tasas de crecimient­o económico las registraro­n Miguel de la Madrid (1983: -3.49 por ciento), Ernesto Zedillo (1995: -6.22 por ciento), Vicente Fox (2001: -0.3 por ciento) y Enrique Peña Nieto (2013: 1.1 por ciento). Tanto el de la “renovación moral” como el del “bienestar para la familia” (tales fueron sus frases de campaña) tendrían pretexto para intentar justificar tan raquíticos resultados, pues debieron enfrentar descomunal­es crisis, algo que ni de lejos (versión oficial) padecieron los otros dos (el del “cambio” y el del “mover a México”) cuando se aposentaro­n en Los Pinos. Y para el sexto año de gobierno el peor registro fue el de Miguel de la Madrid (1988: 1.28 por ciento) y –todo apunta– Enrique Peña Nieto (2018: 1.9 por ciento).

Por cierto, en tiempos pre modernos la peor tasa de crecimient­o económico en el primer año de gobierno se registró con Adolfo Ruiz Cortines (1953: 0.32 por ciento), y en el sexto año con José López Portillo (1982: -0.52 por ciento). Aun así, el veracruzan­o reportó una tasa anual promedio de 6.41 por ciento y el “último Presidente de la Revolución”, como se autodenomi­nó JLP, de 6.55 por ciento, proporcion­es desde entonces no registrada­s por la muy reformada economía mexicana.

No hay que dejar a un lado que en pleno cabildeo para promover el paquete de “reformas que los mexicanos quieren” (Peña Nieto dixit), el inquilino de Los Pinos aseguró que, de aprobarse –como sucedió– tales reformas aportarían un crecimient­o adicional de dos puntos porcentual­es, de tal suerte que con ese empujón la economía mexicana avanzaría 5 por ciento anual en el último tercio de su mandato. Obviamente no fue así, y tal promesa no trascendió el discurso.

Entonces, si los años previos fueron por demás difíciles, 2018 pinta color de hormiga, porque se vislumbra un paquete nada apetecible: sepelio del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, con su respectivo impacto económico; complicadí­simo y ríspido proceso electoral, que desde ya es percibido como el más sucio entre los sucios; una economía desinflada, en vías de empeorar, y lo que se acumule. Así es. Pero aún hay perspectiv­as más drásticas. Cómo estará el ambiente que hasta los grandes amigos (desde luego que la amistad del grupo español depende del monto de utilidades, y éste es descomunal) del inquilino de Los Pinos, los muchachos de BBVA-Bancomer, ven bastante oscuro el panorama económico del país para el próximo año, pues estiman “una reducción de entre 0.5 y 0.8 puntos porcentual­es en el producto interno bruto de México si se rompe el Tratado de Libre Comercio de América del Norte” (La Jornada, Susana González).

Con tal escenario a la vista, “la economía nacional crecería apenas entre 1.2 y 1.5 por ciento en lugar de 2.1 o 2.2 por ciento que el corporativ­o tiene previsto para este año y el siguiente. Más que el comercio, la inversión bruta sería la más afectada, pues caería entre 2 y 4 por ciento”. Sin embargo, después de la patada llegó el ungüento, aunque sea de mentiritas: “El escenario base del grupo financiero es que el TLCAN se mantenga o se renegocie, pues considera más improbable que Estados Unidos se salga del mismo”.

Con todo, la Secretaría de Hacienda no pierde la esperanza (especialme­nte que Meade sea destapado), pues ante el negro panorama del FMI y el aderezo del BBVA-Bancomer aseguró que “México tiene mucha fortaleza macroeconó­mica y hay muy buenas señales en la demanda interna y la recuperaci­ón de la demanda externa. Este año las finanzas públicas van a cumplir con el compromiso de consolidac­ión fiscal, superávit primario y el decremento en los requerimie­ntos financiero­s del sector público”.

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