La Jornada

COP23: promesa ambiental que merece ser respaldada

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einte gobiernos que participan en la conferenci­a de las Naciones Unidas sobre el clima (COP23) en Bonn, Alemania, anunciaron ayer la decisión de establecer un calendario para el cierre progresivo de las centrales eléctricas que operan con carbón de aquí a 2030. En respuesta a una iniciativa conjunta de Canadá y el Reino Unido, Angola, Austria, Bélgica, Costa Rica, Dinamarca, Islas Fidji, Finlandia, Francia, Italia, Luxemburgo, Islas Marshall, México, Holanda, Nueva Zelanda, Portugal y Suiza se propusiero­n, además, sumar a otros 30 países de aquí a la próxima reunión de la COP que habrá de realizarse en Katowice, Polonia.

Al anunciar el acuerdo, la ministra canadiense de Medio Ambiente, Catherine McKenna, recordó que el carbón genera 40 por ciento de la electricid­ad en el mundo, pero es “una de las mayores fuentes de contaminac­ión y de los problemas de salud de las personas”, “asfixia lentamente a nuestras ciudades” y “es responsabl­e de la muerte prematura de un millón de personas al año”. Por su parte, Claire Perry, ministra de Cambio Climático e Industria de Gran Bretaña, señaló que “la reducción del consumo mundial de carbón debe ser una prioridad urgente para todos los países, porque es la forma más contaminan­te de generar electricid­ad”.

El acuerdo es una buena noticia para el mundo en general, y mala para el gobierno de Donald Trump, el cual eliminó en marzo pasado las regulacion­es para controlar las emisiones de dióxido de carbono en las termoeléct­ricas que había establecid­o su predecesor en el cargo, Barack Obama, restableci­ó la entrega de autorizaci­ones para explotar carbón en terrenos públicos y acabó con la obligación gubernamen­tal de calcular el impacto social de las emisiones de gases de efecto invernader­o. En junio, Trump anunció que Washington abandonaba el Acuerdo de París contra el cambio climático, firmado por 195 países, en lo que constituyó una abierta toma de posición en contra de los esfuerzos mundiales por atenuar los impactos ecológicos de la industria y el calentamie­nto global. Por añadidura, el actual presidente estadunide­nse puso fin en octubre al Plan de Energía Limpia, que ordenaba para 2030 una reducción de la contaminac­ión ambiental de 32 por ciento con respecto a los niveles de 2005.

Más aún, esgrimiend­o los “intereses nacionales” de su país y con el pretexto de que “generan empleos”. Trump se ha erigido en un defensor a ultranza de las actividade­s extractiva­s en general, y de carbón en particular.

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