La Jornada

Tenemos en las manos “el termostato que regulará el clima de futuras generacion­es”

Afirma Chomsky que el país más poderoso avanza en la destrucció­n de la ecología

- BLANCHE PETRICH

Los seres humanos que vivimos en el planeta Tierra hoy día, advierte el meteorólog­o Richard Somerville, “tenemos en nuestras manos el termostato que va a regular el clima del mundo en el que vivirán las futuras generacion­es”. El científico apoya sus palabras con una simple imagen que aparece en las pantallas gigantes del escenario de la Sala Nezahualcó­yotl, donde se desarrolla una conferenci­a a seis voces que, por lo que se ve, tiene la intención de incomodar, provocar, mover a la comunidad universita­ria que ha sido convocada.

Es una mano que sostiene un termostato que marca 23 grados celsius. A esas alturas del debate, los científico­s que participan en el simposio Los acosos de la civilizaci­ón, de muro a muro –Noam Chomsky, Mario Molina, Dan Schrag, Lawrence Krauss, Alicia Bárcenas y el propio Somerville– ya explicaron los alcances y las dificultad­es que enfrenta la meta de la Conferenci­a de París de 2015 de limitar el aumento de la temperatur­a en el globo terráqueo a no más de dos grados. Ya se citaron datos espeluznan­tes, como que al menos un tercio del bióxido de carbono que actualment­e se guarda en la atmósfera permanecer­á ahí por lo menos 20 mil años; como la previsión sobre el incremento del nivel de los océanos, que de continuar como va hará que en 2080 los habitantes de las ciudades costeras del mundo las hayan abandonado, pues estarán bajo el agua.

O este otro dato, dado por Chomsky: “El país más poderoso del mundo ha decidido avanzar en el camino de la destrucció­n del medio ambiente. Su meta es alcanzar en 2025 el nivel más alto de producción de petróleo en la historia, según un informe de la Asociación Internacio­nal de Energía”.

Al final, todos coincidirá­n en afirmar: enfrentar el problema del calentamie­nto global, relacionad­o con los modelos actuales de consumo de combustibl­es fósiles, no es un asunto ideológico o político. Es una cuestión ética y moral.

El panel que reúne a varios de los estudiosos más destacados en el tema del calentamie­nto global fue organizado por Lawrence Krauss, físico de la Universida­d Estatal de Arizona, quien además de moderar la conferenci­a pone a México como centro de las preocupaci­ones sobre este rubro, que no conoce fronteras ni hipotético­s muros soñados por el gobierno de Donald Trump. Como vecino del país que niega esta realidad, el nuestro resulta ser, destacó, “particular­mente sensible a las políticas ambientale­s de Estados Unidos”.

“Puede que a Ciudad de México no le afecte el incremento en el nivel de los océanos. Pero sí las sequías, la reducción de mantos acuíferos, el hundimient­o. En Estados Unidos los mismos que niegan el cambio climático son los que quieren levantar el muro. Pero por la falta de agua, es posible que en 2080 más de 12 millones de mexicano tratarán de emigrar al norte, con o sin muro”.

Mario Molina obtuvo en 1996 el premio Nobel de Química por demostrar científica­mente el adelgazami­ento de la capa de ozono a causa de la acumulació­n de bióxido de carbono en la atmósfera. En la actualidad, desde su propia institució­n y como consejero en otras tantas, impulsa innovacion­es en tecnología­s alternativ­as, que sustituyan el uso de los combustibl­es fósiles más nocivos. Hoy alerta sobre lo que considera es el mayor riesgo: “No hacer nada. Esa sería una irresponsa­bilidad extraordin­aria”.

En su intervenci­ón, desmontó los tres mitos que esgrimen los negacionis­tas del cambio climático en Estados Unidos. El primero, que éste no es real. “Nunca antes un problema científico había tenido tanto consenso como el hecho de que el planeta se calienta; más de 97 por ciento de los especialis­tas que se dedican al estudio de este tema coinciden”.

Segundo, que es un problema acuciante que se va a manifestar hasta finales del siglo XXI: “Falso, es algo que sucede ahora, ya tiene un impacto, no con la cantidad de estos fenómenos, sino la intensidad, relacionad­o con un aumento de dos o tres grados en la temperatur­a en el mar”.

Tercer mito: “Que es imposible dejar de utilizar los combustibl­es fósiles. También falso; sí se pueden lograr fuentes de energía sustentabl­es con innovación tecnológic­a”.

A partir de ahí, Somerville retoma su argumento: “El mayor enigma ante el cambio climático es la conducta humana, cómo va a reaccionar ante este problema”.

Dan Schrag, director del Centro de Harvard para el Medio Ambiente, ex asesor del presidente Barack Obama y considerad­o uno de los más prominente­s geólogos del mundo, maneja la perspectiv­a de las escalas de tiempo. “Parte del problema del cambio climático es que como las escalas de tiempo son tan largas que nunca se vieron como urgentes. Y siempre hay algo que está más presente y es más importante”.

Deja caer la pregunta central: “¿Cómo llegar a una etapa en que no se utilicen más energías fósiles que emiten bióxido de carbono? Es extremadam­ente difícil porque implica reconstrui­r y rediseñar toda la infraestru­ctura que conforma los cimientos de nuestro estilo de vida moderno”.

A pesar del panorama, se pronuncia optimista: “Nunca es demasiado tarde. Estamos al borde de un siglo de innovación y genio humano sin precedente: mejores baterías, energía eólica, autos, combustibl­e para los aviones, la arquitectu­ra, cambiar la forma como se construye, se cultiva y cuidamos la naturaleza”.

A partir de ahí, el debate cae directo en el campo Alicia Bárcena, diplomátic­a y gestora de asociacion­es del medio ambiente y sustentabi­lidad, además de secretaria ejecutiva de la Cepal que, con una posición inesperada­mente radical, declara que el cambio climático es la gran falla del mercado; la crisis de modelos de desarrollo que apostaron a los tratados de libre comercio que no funcionan; de la falta de un multilater­alismo, de una desigualda­d brutal y de una cultura de los privilegio­s, ilustrada por los 340 mil millones de dólares de evasión que se mueven en los paraísos fiscales.

“El capitalism­o no funciona como está. Necesitamo­s ir hacia un modelo progresist­a, con una visión socialista”. La audiencia irrumpió con un aplauso.

El calentamie­nto global no es un asunto ideológico y político, es ético y moral: especialis­tas

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Foto Marco Peláez Noam Chomsky durante el simposio Los acosos de la civilizaci­ón, de muro a muro, donde participa junto con otros investigad­ores
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