LA MUESTRA
The Square
ataclismos en cadena. ¿Qué tan delgada es la línea que separa a un impulso de generosidad hospitalaria de la mezquindad moral que, de modo inesperado, lo cancela en un instante? El tema de la responsabilidad individual y el compromiso, y la forma en que una persona es capaz de sustraerse a ellos precipitando su propia vida y las ajenas en un caos, está presente en los títulos que en México se conocen del realizador sueco Ruben Östlund, desde Play, juegos de hoy (2011) y la estupenda Fuerza mayor (2014), hasta el más reciente, The Square (El cuadrado/La plaza), Palma de Oro este año en el Festival de Cannes. Cada una de estas cintas elabora, a partir de una anecdota personal, una radiografía de la sociedad sueca, estado de bienestar por antonomasia, y sus contradicciones y paradojas morales como reflejo agudo de un malestar occidental más difuso.
En The Square, el realizador escandinavo propone una sátira social ambientada en el mundo de las galerías de arte y los museos. Christian (Claes Bang), curador de un museo de arte contemporáneo, hombre liberal y muy apacible, prepara una instalación cuya pieza central es un pequeño espacio cuadrado en el interior de un patio, “un santuario de confianza y empatía donde todo mundo puede compartir los mismos derechos y obligaciones”. Una utopía de la solidaridad y del respeto humano. Como en una fábula negra, de corte buñueliano, las mejores intenciones de este profesional del arte moderno se verán contrariadas por una realidad que lo obliga a padecer una sucesión de desventuras cada vez más absurdas. Christian lleva a la práctica su sentido de solidaridad defendiendo en la calle a una mujer supuestamente víctima de una agresión machista, y termina sorpresivamente desposeído de su cartera y su celular. Procura recuperarlos y su estrategia torpe para hacerlo lo vuelve responsable involuntario de una injusticia más grave. Una heterodoxa campaña publicitaria para promover su instalación