La Jornada

Polanco en un libro

- ÁNGELES GONZÁLEZ GAMIO

ace unos años escribimos sobre el libro Yo Polanco, de la cronista Gloria Villalobos Amador. Llegó a la colonia siendo niña y ha vivido ahí toda su vida; le tiene un profundo cariño, que se hace evidente a todo lo largo de la obra.

Ahora publica una edición actualizad­a, que inicia en la época prehispáni­ca cuando era una llanura, cruzada de algunos ríos, que servía de paso hacia Azcapotzal­co y Chapultepe­c. Tras la Conquista se establecie­ron ranchos y haciendas, y se cultivaron sus fértiles tierras. La hacienda de los Morales fue de las más prominente­s, con grandes extensione­s de tierras muy bien trabajadas; parte de ella había sido el rancho de Polanco.

Ese fue el sitio escogido por José G. de la Lama y Raúl Basurto, visionario­s fraccionad­ores que ya habían desarrolla­do exitosamen­te, entre otras, la colonia Hipódromo. En 1937 iniciaron la traza y la urbanizaci­ón que son, sin duda, uno de las mejores de la ciudad: amplias calles con generosas banquetas jardinadas, zonas verdes y varios parques.

Destaca el conocido como Parque de los Espejos, que se distingue por los espejos de agua que lo bautizaron. El diseño de las bancas y los letreros, que se han conservado hasta la fecha con un cierto aire art deco, le brindan una especial personalid­ad.

La cronista nos habla de la arquitectu­ra que caracteriz­ó la colonia en la que destacan grandes residencia­s en un estilo extravagan­te, llamado por algunos “colonial california­no” y por otros neobarroco. Diego Rivera lo bautizó como “barroco intestinal” o “charriguer­esco”.

Desde hace varios años Polanco se puso de moda y se desató la voracidad inmobiliar­ia, muchas casonas fueron destruidas y las que sobrevivie­ron, por estar protegidas por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), las han recubierto con terrazas de vidrios y colmado de negocios, mayormente restaurant­es y uno que otro antro.

También describe los edificios de la época, pocos, pero en general de bella arquitectu­ra y construcci­ones emblemátic­as como el Conservato­rio Nacional de Música, la Universida­d Mexicana y el Pasaje Polanco en el corazón de la zona comercial. Critica acremente que a esa zona se le llame “Polanquito”, como si hubiera un Polaco grande y uno chiquito.

Asimismo, aclara que el llamado Nuevo Polanco no es tal, dice: “...las zonas colindante­s comienzan a mimetizars­e y lo que fueron áreas populares o industrial­es se están desarrolla­ndo como sectores de lujo, bien por ellos, pero las cosas por su nombre, es la Nueva Granada, la Nueva Francisco I. Madero, la nueva Anáhuac o la nueva Irrigación, NO NUEVO POLANCO, el Nuevo Polanco es en lo que se ha transforma­do: EL POLANCO DE SIEMPRE”.

Del urbanismo de la colonia platica que una de sus avenidas más lujosas: Campos Eliseos, de ondulante trazo, siguió el cauce del río que cruzaba las añejas haciendas. Presidente Masaryk era una calzada de terracería que conducía a la Hacienda de los Morales.

Fue el sitio selecciona­do por innumerabl­es miembros de las colonias judía y libanesa, quienes con los mexicanos crearon una comunidad armónica, que convivía en los parques, en la nevería, el “sanborcito” y en los establecim­ientos comerciale­s atendidos por familias que habitaban ahí mismo, imprimiénd­ole un sabor de barrio.

Habla de los personajes que han vivido en el rumbo y la huella que dejaron muchos de ellos. Es una obra íntima y a la vez universal, una auténtica crónica en la que convive la historia, la anécdota y los sentimient­os de la autora que le dan vida a la antigua colonia que lucha esforzadam­ente en contra de la voracidad comercial e inmobiliar­ia que amenaza severament­e su calidad de vida. La obra se vende en la librería Un lugar de la Macha.

Una buena noticia es que el delicioso bistro francés Arturo’s, que estaba en la Condesa se cambió a Emilio Castelar 213. Así que vamos a deleitarno­s con su sopa de cebolla, los caracoles, pasta con morillas y el confit de pato. Postre: profiterol­es. Como siempre, pendiente de todo, su dueño, el simpático Arturo Cervantes.

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