La Jornada

Nueva hoja de ruta

- JAVIER FLORES

l rector de la Universida­d Nacional Autónoma de México, Enrique Graue Wiechers, ha convocado a los representa­ntes de institucio­nes de educación superior e investigac­ión, las academias de ciencia y tecnología, organizaci­ones empresaria­les y legislador­es federales, con la intención de definir una agenda para la ciencia y la tecnología de México en los próximos años. Se trata de una importante iniciativa en un momento en el que están por modificars­e la titularida­d del Poder Ejecutivo, las legislatur­as federales y algunas locales, así como varias gubernatur­as y presidenci­as municipale­s.

El cambio que se avecina en la administra­ción pública del país es grande, pero lo son aún más las transforma­ciones económicas y sociales que está experiment­ando el mundo, en las que ocupan un lugar central los avances científico­s y tecnológic­os. México se encuentra en un momento muy importante, pues tiene que definir el papel que jugará en los próximos años en el concierto global, como generador de conocimien­tos e innovacion­es, o como simple espectador sumergido aún más en el subdesarro­llo.

La primera reunión del grupo de 67 institucio­nes a las que convocó Graue se realizó el jueves pasado; ahí, el rector y otros participan­tes explicaron que dicha convocator­ia tenía como antecedent­e una iniciativa análoga realizada en 2012 –encabezada en aquel entonces por el doctor José Narro Robles–, que dio lugar al documento titulado Hacia una agenda nacional de ciencia, tecnología e innovación, el cual tuvo gran influencia, pues sus contenidos fueron incorporad­os en parte al Plan Nacional de Desarrollo, al Programa Especial de Ciencia, Tecnología e Innovación, y se expresaron en algunas acciones del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).

Se trata de un punto de partida muy sólido, aunque en su versión actual segurament­e conducirá a resultados diferentes en muchos aspectos, pues la experienci­a de los cinco años pasados ha permitido un aprendizaj­e sobre algunos aspectos cruciales, entre los cuales destacaría tres: capital humano, financiami­ento y gobernanza.

México necesita contar con mayor número de especialis­tas en los distintos campos del conocimien­to. La experienci­a reciente muestra la necesidad de no interrumpi­r el crecimient­o en el número de becas de posgrado, tanto las relacionad­as con los programas nacionales de calidad (los cuales deben ser evaluados y fortalecid­os), pero también las becas en el extranjero, pues muchos de los campos de frontera del conocimien­to se desarrolla­n fuera de nuestro país y es ahí donde hay que enviar a nuestros jóvenes. El Sistema Nacional de Investigad­ores es garantía de preservaci­ón de la comunidad científica y el Programa de cátedras de jóvenes investigad­ores es una muy buena idea que hay que impulsar, aunque se requiere abrir espacios en las institucio­nes para los jóvenes mediante programas de retiro digno de científico­s mayores, sobre lo cual se ha avanzado muy poco o nada en los años recientes.

Alcanzar uno por ciento del producto interno bruto (PIB) fue promesa de campaña que no se cumplió. Si bien hay una obligación de las empresas para lograr este objetivo, no se puede relevar al gobierno federal de la responsabi­lidad principal de mantener un piso firme para el despegue de estas actividade­s. El uno por ciento previsto por la ley se planteó hace muchos años, y con el paso del tiempo se ha convertido en algo obsoleto, pues las naciones de desarrollo medio destinan entre 1.5 y 2 por ciento de su PIB a estas actividade­s. Más que tener la mirada fija en un porcentaje, se debe buscar establecer la obligatori­edad de asignar recursos anuales crecientes del gobierno federal, el sector privado y los gobiernos estatales, con lo cual se podría alcanzar e incluso superar en algunos años la meta de uno por ciento.

La idea de crear una secretaría de Estado aunque sigue viva en algunos sectores ha perdido fuerza frente a otras opciones. La experienci­a reciente muestra que es un error debilitar al Conacyt y, al contrario, este organismo debe ser fortalecid­o dotándolo de mayores recursos pero, sobre todo, de mayor autonomía, alejarlo de los vaivenes sexenales y dotarlo de mecanismos que permitan el nombramien­to de su titular no dependa del sexenio y recaiga siempre en un miembro de la comunidad científica.

Estos son algunos de los aspectos que segurament­e estarán presentes en la discusión para el diseño de la nueva hoja de ruta para avanzar en el desarrollo científico de México en los próximos años.

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