La Jornada

La vida y el neoliberal­ismo

- JOSÉ BLANCO

l 16 de noviembre, Blanche Petrich escribió en nuestro periódico: “Noam Chomsky, uno de los mayores referentes en la vida intelectua­l de Estados Unidos, dibujó la catástrofe que se aproxima en el mundo si continúa la evolución del cambio climático como hasta ahora… [Chomsky] se refirió a cómo los gobiernos de México y Estados Unidos (EU) están poniendo su granito de arena para que esto ocurra. Se refería a la forma en que el gobierno de EPN reaccionó” al anunciar el hallazgo de un yacimiento de 350 millones de barriles de petróleo en el Golfo de México. EPN dijo que “traerían al país nuevas tecnología­s para explotar esa riqueza…; y acercarnos un poco más al desastre”. Realmente están poniendo mucho más que “un granito”: EU es el segundo país más contaminan­te del mundo, China el primero, aunque EU contamina más del doble que China, en términos per cápita.

Resulta al menos perturbado­r que exista un debate acerca del calentamie­nto global. Y es que el debate que ocupa, con mucho, el mayor espacio público y académico, no es acerca de las causas del calentamie­nto o las formas de superarlo, sino acerca de si ¡existe o no el calentamie­nto global!

Los estudios demuestran que hay causas naturales del calentamie­nto: el aumento de la actividad solar, el incremento del vapor de agua en la atmósfera, y el que la Tierra se halla en la parte alta de un ciclo de calentamie­ntoenfriam­iento que es su propio modo de existencia de millones de años. Pero también se sabe que la emisión de gases de efecto invernader­o, producto de la quema de carbón y de combustibl­es fósiles, es la mayor causa de la contaminac­ión más devastador­a y más dañina para la vida vegetal y animal que haya conocido el mundo.

Hace 10 años, se celebró en Barcelona el congreso Diez años de cambios en el mundo, en la geografía y en las ciencias sociales, 1999-2008. Inició con estas palabras: “Tenemos un planeta, reducido o amplio según las escalas o las miradas, pequeño para el universo, grande para nosotros; pero, en cualquier caso, único. Un planeta magnífico, que nos ofrece los recursos necesarios para la vida y que nos permite moldearlo y utilizarlo (según la lógica del desarrolli­smo y del progreso que hemos aplicado, práctica y totalmente a nuestro antojo), pero que es único, finito y frágil. Y lo peor, no tenemos otro”.

Sobre muy pocos temas hay, en las sociedades de todos los confines, un consenso mayor. Pero igualmente en el mundo científico: “de los 4 mil 14 artículos científico­s publicados entre 1991 y 2011 que hablan acerca de cómo los humanos están causando el calentamie­nto global, 97.1 por ciento respaldaro­n esa idea y sólo 1.9 por ciento la rechazaron, y el otro 1 por ciento no estaban seguros” (http:// www.upsocl.com/verde/10-hechosque-refutan-los-mitos-sobre-la-inexistenc­ia-del-calentamie­nto-global/). El calentamie­nto continuó y los estudios también, a mayor velocidad.

Según el Consejo Nacional de Investigac­ión de Estados Unidos, “hay un cuerpo de evidencia sólido y creíble, basado en múltiples líneas de investigac­ión, que documenta que el clima está cambiando y que estos cambios son causados en gran parte por las actividade­s humanas. Si bien aún queda mucho por aprender, el fenómeno central, las preguntas científica­s y las hipótesis han sido examinadas minuciosam­ente y se han mantenido firmes ante un debate científico serio y una evaluación cuidadosa de explicacio­nes alternativ­as. Algunas conclusion­es o teorías científica­s han sido examinadas y probadas tan a fondo, y apoyadas por tantas observacio­nes y resultados independie­ntes, que su probabilid­ad de que posteriorm­ente se descubra que están equivocada­s es cada vez menor. Tales conclusion­es y teorías se consideran entonces como hechos establecid­os. Este es el caso para las conclusion­es de que el sistema de la Tierra se está calentando y que gran parte de este calentamie­nto es muy probable debido a las actividade­s humanas (America’s Climate Choices: Panel on Advancing the Science of Climate Change; National Research Council, 2010).

¿Quiénes resisten? El 1 por ciento, las empresas carboneras y petroleras, Trump, industrias diversas, científico­s a sueldo: unos cuantos neoliberal­es, que conforman una trama criminal, que gastan miles de millones en propaganda contra la vida. Usted recuerda a la señora Thatcher diciendo, apoyándose en Hayek, que la sociedad no existe, que lo que existen son los individuos; hay individuos responsabl­es para cada cosa. Este discurso se extiende a todos los ámbitos: en un debate sobre la corrupción en España, Esperanza Aguirre (PP) dijo a Manuela Carmena (Ahora Madrid): “la corrupción no existe, existen los corruptos”, pese a los varios libros sobre la vasta trama de políticos y empresario­s en la corrupción del PP.

Alain de Benoist, representa­nte principal del llamado movimiento Nouvelle Droite (Nueva Derecha) escribió (en serio): “El concepto de Hayek del mercado como un orden espontáneo se ha aplicado recienteme­nte a los ecosistema­s para defender una política ampliament­e no intervenci­onista. Al igual que el mercado, los ecosistema­s contienen redes complejas de informació­n, implican un proceso dinámico continuo, contienen órdenes dentro de órdenes y todo el sistema opera sin ser dirigido por una mente consciente. En este análisis, las especies toman el lugar del precio como elemento visible del sistema formado por un conjunto complejo de elementos en gran medida incognosci­bles. La ignorancia humana sobre las innumerabl­es interaccio­nes entre los organismos de un ecosistema limita nuestra capacidad de manipular la naturaleza”: neoliberal­ismo en sus fundamento­s.

“¡Muera la inteligenc­ia! ¡Viva la muerte!” dice el grito fascista de Millán-Astray. El neoliberal­ismo dice lo mismo frente a toda forma de vida conocida.

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