LAS REBANADAS DEL PASTEL
de fondo a los problemas estructurales que enfrenta el gasto público.
El primer reto que no se quiere abordar es la baja eficacia y eficiencia de las erogaciones públicas. De acuerdo con el Inegi, en el periodo 2004-2016 el valor agregado generado por el sector público en sus tres órdenes de gobierno apenas promedia un crecimiento anual de 0.2 por ciento. En otras palabras, el crecimiento económico de 2.5 por ciento alcanzado en los últimos lustros es atribuible a la actividad del sector privado no al gasto de gobierno que, como referencia, en 2018 ejercerá recursos por más de 5 billones de pesos, cantidad que por sí sola debería propiciar un crecimiento del PIB de por lo menos 2 puntos adicionales al promedio citado.
Nuevamente, en la Cámara de Diputados no se hizo referencia a ello, simplemente porque su análisis gira en torno a cómo se asignan los recursos no a los resultados que se obtienen. La política fiscal sigue sin contribuir al crecimiento de México, su mayor preocupación reside en mantener un equilibrio financiero estrictamente contable y no que sea resultado de una nación que crece vigorosamente y que con ello promueve el desarrollo social. Prefieren el gasto social asistencial.
El segundo elemento se refiere al callejón sin salida en que se encuentran las finanzas públicas. El gobierno mexicano ha generado una dependencia por el endeudamiento. Así ocurrió en las décadas de los años 70 y 90 del siglo pasado y parte de 2009. Ello condujo a la falta de sostenibilidad fiscal: los ingresos no son suficientes para enfrentar los compromisos contraídos por la deuda reconocida y los pasivos contingentes.
Lamentablemente, desde la década de los 80 el desequilibrio propiciado por los Quinta ronda, y nada. Estados Unidos quiere reventar el TLCAN, y tanto México como Canadá, pacientes e ilusos, esperan que el salvaje de la Casa Blanca reconsidere.