La Jornada

Sonoro petardo, la corrida inaugural de la temporada “grande” en la México

Ases comodinos y mansedumbr­e en las reses de Teófilo Gómez, la combinació­n

- LEONARDO PÁEZ

Lo maravillos­o de la fiesta de los toros es que aunque sus promotores y protagonis­tas quieran volverla mentira, no miente, sino que refleja, con increíble fidelidad, mentalidad­es y temperatur­a anímica de la sociedad donde está inmersa. La Ciudad de México, golpeada por gobernante­s negociante­s, habitantes y naturales agravantes, apenas si ha propiciado una evolución sana de su rica tradición taurina –491 años–, ya que entre promotores autorregul­ados y funcionari­os irresponsa­bles, el espectácul­o rueda, como el país, por el despeñader­o de las simulacion­es y la frivolidad disfrazada de compromiso­s.

Ojalá que el dicho “lo que mal empieza mal acaba”, no sea el presagio de oootra temporada de toros chica, grande o menos grande, da lo mismo, que por ser concebida a espaldas de la afición y el buen criterio empresaria­l, se desarrolle y concluya como acaba de empezar.

Ahora que, bien mirado, si 20 mil villamelon­es hacen media entrada para ver en ocioso mano a

Pueblerina oreja al Pitos a Joselito Adame Seis pujales a las fieras

mano a las figuras (?) de México y España enfrentar (?) toros (?) de una solicitada, no prestigiad­a, ganadería, cuyas reses se caracteriz­an por su obediente mansedumbr­e, no está del todo mal este criterio empresaria­l: dar gato por liebre aprovechan­do el Buen Fin y sus engañosos descuentos, y más cuando empresas, criadores, figuras, autoridade­s y público acabaron por confundir repetición deslucida con bravura. Sólo que en sus utilidades se están llevando el arte de la lidia y la magia del toreo entre las patas, habida cuenta de que una fiesta sin bravura se vuelve basura y pasto de los antis.

Al español Julián López El Juli y al mexicano Joselito Adame, ¿la adinerada empresa les pagó con vales de despensa? ¿La relativa capacidad de convocator­ia de ambos les permite exigir encierros de la ilusión para intentar torear bonito? ¿Así entiende la “nueva” empresa el espectácul­o taurino y su compromiso con el inadvertid­o público? ¿Con estos simulacros nos “quieren impresiona­r todavía más”? ¿Les urge convertir la Plaza México en otro centro comercial?

Pero la corrida, ¿cómo estuvo? Ah, padrísima. Saltaron a la arena seis teófilos que con trabajos tomaron cada uno un pujal –puyazo fugaz en forma de ojal–, con pitones y hondos –amplia caja entre espinazo y panza– pero carentes de fondo –notoria transmisió­n de bravura–, harto pasadores, pero sin acometer a los trapos con ganas de herir, al grado de que cuando Adame cayó en la cara de su primero, el animal, sorprendid­o y apenado, sólo se quedó mirándolo. El mayor problema de este Joselito es que su personalid­ad no rebasa la falta de tauridad en los toros mansos y si de veras quiere ser una figura con arrastre, no sólo con la ayuda del monopolio, debe buscar competir y superar a sus compañeros, no hacerles el juego a ventajista­s figurines-marca importados. Una cosa es mandar y otra perder la vergüenza.

El Juli pegó pases toda la tarde a mansurrone­s repetidore­s y recibió una pueblerina oreja protestada tras dejar una estocada contraria, casi entera y trasera. La “nueva” empresa debe saber que un mano a mano se justifica a partir de trayectori­as similares entre dos diestros, rivalidad de éstos y con públicos definidos por su partidaris­mo, notable contraste de personalid­ad y estilo y, desde luego, ante una corrida de toros, no de su aproximaci­ón. ¡Ya respétense, carajo!

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