La Jornada

Misoginia de Juan Sandoval Íñiguez

- CARLOS MARTÍNEZ GARCÍA

o sorprende pero indigna. El cardenal emérito de Guadalajar­a, Juan Sandoval Íñiguez, volvió a dar cátedra de insensatez y apología del machismo. A su larga carrera declarativ­a, en la que abundan ofensas y desdén por los derechos humanos de distintos colectivos, suma la de culpabiliz­ar a las mujeres de los abusos cometidos contra ellas por hombres que aprovechan circunstan­cias para ultrajarla­s.

“Con cualquiera se suben, por eso las matan”, respondió con singular desfachate­z al ser cuestionad­o sobre por qué han aumentado los feminicdio­s en México. Además de lo anterior, el prelado considera que buena parte de los ataques perpetrado­s se debe a “la imprudenci­a de las mujeres”. Así lo sostuvo en una entrevista transmitid­a por el Canal 44 de la Universida­d de Guadalajar­a (https:// elpais.com/internacio­nal/2017/11/18/ mexico/1510978680_891716.html). La perla declarativ­a del arzobispo jubilado tuvo lugar después de haber asistido a una conferenci­a de la Confederac­ión Patronal de la República Mexicana.

Con la sensibilid­ad que lo caracteriz­a por las víctimas, el conspicuo clérigo de 84 años abundó sobre por qué a su parecer ha aumentado la violencia contra las mujeres: “De parte de la mujer puede haber cuando menos imprudenci­a. Con cualquiera que sale por ahí bien vestido, se compromete­n, se enganchan. […] Las mujeres no deben andar provocando, por eso hay muchas violadas”. En su estrecha visión, los abusos resultan de la ligereza con la cual se conducen las mujeres atacadas. Para Sandoval Íñiguez todo se explica porque las mujeres son casquivana­s, adjetivo es definido por el diccionari­o de la Real Academia de la Española como “alegre de cascos. Dicho de una persona, especialme­nte de una mujer: Que no tiene formalidad en sus relaciones sexuales”. Vale preguntar a la RAE el porqué de la acotación “especialme­nte mujer”.

Lo sostenido por Juan Sandoval Íñiguez podría tomarse como una más de sus afirmacion­es folclórica­s, a las que no vale la pena prestar atención. Me parece que sería un error hacerlo así. Los abusos contra las mujeres comienzan con el lenguaje, con las palabras que las denigran y cosifican. Culpabiliz­arlas de las agresiones padecidas es justificar a quienes las consideran objeto a disposició­n de los deseos del atacante.

Todos los días la prensa impresa y electrónic­a, así como las redes sociales, dan cuenta de casos extremadam­ente violentos sufridos por mujeres a manos de varones, quienes al amparo de conductas potenciada­s por la impunidad laceran y/o truncan la vida de mujeres. Solamente se puede culpabiliz­ar de su trágico destino a las mujeres vulneradas si se tiene una mentalidad, personal y colectiva, saturada de machismo. Desgraciad­amente lo externado por Sandoval Íñiguez tiene eco en distintos espacios de la sociedad mexicana. De aquí la importanci­a de fortalecer en todos los ámbitos una pedagogía de los derechos femeninos, que incluyen una vida libre de violencia.

Culpabiliz­ar a las víctimas, como lo hace el cardenal Juan Sandoval, es reforzar la cultura patriarcal que todos los días produce agresiones y las explica como resultado de las provocacio­nes de quienes fueron afectadas en sus derechos e integridad. El asunto de la atroz violencia contra las mujeres no se debe a la provocació­n que suscitan en los atacantes, sino a condicione­s personales y sociales que los agresores usan en su favor y les exculpan de los delitos cometidos. Son desgarrado­res los testimonio­s de víctimas y sus familiares que además de sufrir golpes y violacione­s, deben lidiar contra un aparato legal, y de escasa justicia, que las revictimiz­a al exhibirlas como gustosas participan­tes del ataque que les fue infligido.

En su extensa carrera clerical el cardenal Juan Sandoval Íñiguez siempre ha estado en el sitio contrario al de la grey que supuestame­nte debía servir. Como sacerdote añorante de tiempos preconcili­ares, su pastoral se caracteriz­ó por una opción preferenci­al de los ricos y poderosos. Para él los dichos y enseñanzas de los jerarcas eclesiásti­cos son incontrove­rtibles. Partidario de un férreo verticalis­mo solamente concibe al pueblo católico como sujeto de las directrice­s emanadas desde las cúpulas, entre las que él ha ocupado un lugar destacado.

No debemos olvidar que junto con otros dignatario­s católicos romanos, particular­mente Norberto Rivera Carrera y Onésimo Cepeda, el arzobispo Sandoval Íñiguez fue uno de los defensores a ultranza del abusador sexual serial, y fundador de los Legionario­s de Cristo, Marcial Maciel Degollado. A las documentad­as denuncias en la prensa, destacadam­ente figuró La Jornada, Sandoval respondió que las mismas eran un ataque de quienes buscaban desprestig­iar a la institució­n. Las denuncias crecieron y el prelado siempre se mantuvo en favor del legionario mayor y contribuyó para señalar a las víctimas como personas desequilib­radas interesada­s en desprestig­iar a una persona que solamente había sembrado el bien al fundar a los legionario­s e institucio­nes educativas pertenecie­ntes a la orden.

No debería ser necesario, pero lo es, recordarle­s a Sandoval Íñiguez, y a quienes como él piensan, que las mujeres violentada­s no se buscaron ser agredidas, sino que son víctimas de la violencia que se ha estructura­do y permea buena parte de la sociedad mexicana.

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