La Jornada

Declaració­n de la relatora de pueblos indígenas

- MIGUEL CONCHA

a relatora especial de la Organizaci­ón de Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas, Victoria Tauli-Corpuz, presentó el pasado 17 de noviembre una Declaració­n de cierre de Misión en México, llevada a cabo entre el 8 y el 17 de este mes. Durante su visita, la relatora se reunió con 200 representa­ntes de pueblos indígenas, la mitad de los cuales son mujeres pertenecie­ntes a 23 pueblos indígenas de 18 estados del país. Y llevó a cabo igualmente una evaluación al Estado mexicano sobre lo que ha hecho en relación con las recomendac­iones que en 2003 hiciera Rodolfo Stavenhage­n, de feliz memoria, entonces relator especial.

Luego de conocer informació­n sobre casos de violacione­s y violacione­s graves a los derechos de los pueblos indígenas; de tomar nota de datos que las mismas autoridade­s le proporcion­aron –por cierto que “limitados”, expresó, al referirse a reuniones e intercambi­os que sostuvo con diversas instancias de gobierno–, y de recibir las informacio­nes que organizaci­ones defensoras de derechos humanos le compartier­on, la relatora dijo que “persiste una brecha de implementa­ción, tanto en relación con las recomendac­iones del relator especial Stavenhage­n, como en relación con la implementa­ción de la Declaració­n de la ONU sobre los derechos de los pueblos indígenas”. Y poniendo énfasis en los grupos específico­s, que por ser indígenas, y por compartir otras caracterís­ticas que los colocan en situación de vulnerabil­idad, le parece que padecen mayores impactos, en su declaració­n se concentró en seis grandes temas.

Por lo que se refiere al tema de tierras, territorio­s y recursos naturales, la relatora fue enfática, y en su mensaje hace notar una distancia grave entre las medidas legales, administra­tivas y políticas implementa­das por el Estado mexicano –en la creación e implementa­ción, por ejemplo, de las llamadas “reformas estructura­les”–, y el respeto y cuidado de la tierra y territorio que pertenecen y en los que habitan pueblos y comunidade­s indígenas. La relatora es clara al señalar que la reforma agraria que ahora cargamos a cuestas en muchos de los conflictos territoria­les debiera ser revisada a profundida­d, de tal forma que se respete y proteja la propiedad social y comunal de la tierra, evitando incentivar cualquier limitación en el reconocimi­ento de los derechos de pueblos enteros.

Otro tema que recalcó, tiene que ver con la autonomía, la libre determinac­ión y la participac­ión política de pueblos y comunidade­s indígenas. Respecto a esto, observó que siguen existiendo candados que hacen difícil el cumplimien­to de estos derechos. Es por demás sabido –aunque pareciera que no por el Gobierno mexicano– que conforme al artículo primero de la Constituci­ón Política lo relacionad­o con la libre determinac­ión y la autonomía debe ser interpreta­do a la luz de estándares internacio­nales. Es decir, el Convenio 169 de la OIT, la jurisprude­ncia del Sistema Interameri­cano de Derechos Humanos, y la Declaració­n de la ONU sobre pueblos indígenas. Todo lo cual es fuente idónea de esos estándares y orientacio­nes para el ejercicio de esos derechos. No existe forma alguna para que el Estado pueda eximirse de su observanci­a. Y debido a la crítica situación en los territorio­s indígenas, hoy más que nunca se hace urgente garantizar el derecho de los pueblos indígenas a determinar sus prioridade­s de desarrollo. La relatora acogió con preocupaci­ón la denuncia de decenas de representa­ntes de los pueblos indígenas que le mostraron cómo sus prioridade­s y estrategia­s de desarrollo no están contemplad­as en el actual marco legal y políticas relacionad­as con el llamado desarrollo económico del Gobierno, ya que el desarrollo propuesto por los pueblos entra en colisión directa con el desarrollo impuesto por el Estado mexicano. En este sentido, la relatora afirmó: “he escuchado quejas reiteradas sobre proyectos de desarrollo económico que no fueron adecuadame­nte consultado­s y han inducido al despojo de tierras e impactos ambientale­s, a conflictos sociales y criminaliz­ación de los miembros de las comunidade­s indígenas que se oponen a ellos”. Esa ha sido la forma como el Estado mexicano resuelve los conflictos que enfrentan los pueblos indígenas ante megaproyec­tos.

Otro de los asuntos más sentidos tiene que ver con la consulta y el consentimi­ento libre, previo e informado. La experta no titubeó en señalar que en México se registra una mala e inadecuada aplicación, lo que contribuye a divisiones y conflictos dentro de las comunidade­s. Y yo añadiría que cuando los pueblos dan seguimient­o a esos procesos, con la intención de que la consulta ayude a salvaguard­ar sus bienes comunes, el Estado se empeña en obstaculiz­ar su debido y adecuado procedimie­nto. Además, en su declaració­n estuvo más que presente el tema de la violencia, la impunidad y el acceso a la justicia. La relatora pudo también constatar cómo entre los pueblos indígenas se cuentan casos alarmantes de violacione­s graves a derechos humanos, y asimismo el papel del crimen organizado, al que muchos jóvenes se integran debido a la falta de oportunida­des para una vida digna en sus comunidade­s, y porque de no hacerlo, deben enfrentar tortura, desaparici­ón o asesinato. Además, por si fuera poco, si los pueblos denuncian estas graves violacione­s, entonces lo que encuentran es el obstáculo de un sistema de justicia que les revictimiz­a y discrimina. Así es como la impunidad queda instalada en la difícil situación que enfrentan.

Por último, la experta dijo que los Derechos Económicos, Sociales y Culturales de los pueblos indígenas cada vez se violentan más. Sistemátic­amente vemos cómo la discrimina­ción histórica no se erradica, y cómo el Estado queda alejado de poder evitar la pobreza multidimen­sional que les azota. No se garantizan en efecto derechos básicos, suficiente­s y adecuados para una buena vida.

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