LAS REBANADAS DEL PASTEL
como “factor de preocupación”, la “incertidumbre derivada del proceso electoral que tendrá lugar en México en 2018”, al tiempo que “sigue latente la posibilidad de nuevos episodios de turbulencia en los mercados financieros internacionales”.
Y el propio Agustín Carstens ofreció su versión: “en México existe una gran premura de mejorar la situación de la gran mayoría de la población, pero no conviene buscar respuestas fáciles, sino de fondo; hay que hacer las cosas bien, de manera sostenible para no tener que empezar de nuevo. En políticas públicas, lo aconsejable es ir con calma, de manera pensada pero en la dirección correcta. Es importante que sigamos siendo muy persistentes en garantizar la estabilidad macroeconómica, sobre todo en los próximos meses, afirmó”.
Pero no se detuvo allí, pues “anunció una baja en la previsión de crecimiento de la economía mexicana para este año, que ahora situó en un rango de 1.8 a 2.3 por ciento, dos décimas menos que el pronóstico previo, puesto que la actividad se vio afectada por los sismos y huracanes de septiembre, así como por la baja en la producción de crudo. Adelantó que la tendencia a la baja de la inflación probablemente sea más lenta, en parte por el efecto del alza en los precios de energéticos y, particularmente, del gas LP. El balance de riesgos para el crecimiento se ha deteriorado y se encuentra sesgado a la baja”.
Pero en la Secretaría de Hacienda no se arredran, y señalan a los terremotos septembrinos como los “responsables” temporales del ingrato resultado económico en el tercer trimestre de 2017. La dependencia a cargo (aún) de José Antonio Meade, lo planteó así: El tipo de cambio, milagrosamente (léase gracias a la multimillonaria intervención del Banco de México y la Secretaría de Hacienda) cerró la semana financiera en 19 bilimbiques por cada billete verde.