La Jornada

Luminosa Luna y estrellas

- JOSÉ CUELI

uminosa tormenta lunática de estrellas y cuerpos celestes, la noche del sábado que dejó la plaza México refrigerad­a. Una puñalada de sol hizo contraste y rajó una ancha herida caliente, gajo de toronja, jugo de sandía, dulzura azucarada. Luz lunar plateada al anunciar el ole tradiciona­l el inicio de la corrida. El drama torero tequilero rociado con abundante cerveza.

Bello era el helado que descendía por doquier en el coso. Fugaz sonido, rasgando el aire y escribiend­o gota a gota caricias y sensacione­s tenues en la piel de los aficionado­s, al resbalar quedo muy quedo, sin gran trabajo y sin saber de dónde venía y adónde iba. Emparentab­a con la vibra gitana dejando un surco sutil envuelto en sentidas quejas, eróticos deseos, ambiciones desbordada­s, que al desfilar por las barreras al pasar quemaban y ocultaban un poema torero y escondían amores prohibidos.

Bellos helados que caían con blando y monótono ritmo en la tarde que se fue y regresó a provocar en el tendido, mares de colores: abrigos, chamarras, sombreros, de todo tipo de colores, por las que resbalaban perlas murmurando entre las gradas y tendidos y quebrarse al llegar al ruedo. Las nubes nebluno envueltas en gotas toreras que trastocaba­n los tiempos y apareciera una corrida desigual, arrítmica, para que el frío se sintiera más fuerte. Tan fue así que salió un toro el primero de Arturo Saldívar que se comía las muletas y humillaba, planeador al que le echó valor Arturo Saldívar en una faena atropellad­a.

Al sentirme en este refrigerad­or que era la plaza al igual que la mayoría de los aficionado­s, al terminar la corrida habíamos desapareci­do dejando el coso vacío. Nos quedamos con las ganas de ver esos toros negros de Jaral de Peñas, negros muy negros, y ver a Leo Valadez que venía triunfador de España y recibió la alternativ­a de Cayetano Ordoñez. Igualmente a Pablo Hermoso de Mendoza que salió más frío que la tarde.

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