Sin cargada institucional en Los Pinos, Peña encabezó la ceremonia de destape
Las sonrisas del mandatario contrastaron con el rostro sonrojado del elegido
Como titular de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) tuvo la responsabilidad de diseñar la Estrategia Nacional de Inclusión, “que permitió reducir los niveles de pobreza en México entre 2014 y 2016” y como secretario de Hacienda, “fortaleció las finanzas públicas para consolidar la estabilidad económica e impulsar el crecimiento del país en un entorno internacional complejo”.
Sin referirse en específico a la nominación del economista y abogado de profesión como aspirante presidencial, no le escatimó méritos. Elogió su sólida formación académica y profesional, amplio conocimiento de las necesidades del país y enorme potencial hacia adelante y, “sobre todo, José Antonio Meade ha demostrado ser un hombre de bien, con vocación de servicio y un profundo amor a México”.
Para González Anaya, tercer responsable de las finanzas públicas en este sexenio, el presidente Peña destacó su paso por las direcciones del Instituto Mexicano del Seguro Social y de Pemex, y le instruyó a mantener las condiciones de estabilidad macroeconómica “de las que hoy goza nuestro país”, consolidar las finanzas públicas, ejercer de manera eficiente, transparente y oportuna el presupuesto aprobado por la Cámara de Diputados y de manera particular los recursos destinados a la reconstrucción por los sismos de septiembre.
Además, dispuso como labores del nuevo secretario de Hacienda, que deberá continuar el impulso a políticas prioritarias de la actual administración, como la formalidad de la economía, el desarrollo de las zonas económicas especiales, la inclusión financiera y las nuevas instituciones de tecnología financiera.
Para Treviño Medina la disposición presidencial para su desempeño en Pemex fue: fortalecer e impulsar la productividad de la empresa, “ahora con base en la estabilidad alcanzada en el último año y medio” y aprovechar al máximo las oportunidades que le ofrece a Petróleos Mexicanos la reforma energética”. Nadie tenía un ápice de duda sobre el motivo del mensaje presidencial este 27 de noviembre. Las apuestas corrían sobre si Enrique Peña Nieto llevaría su condición de gran elector de su partido hasta anunciar la decisión sobre José Antonio Meade para contender por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) a la Presidencia, o si se quedaría en la formalidad de dar el adiós como secretario de Hacienda y designar a su relevo.
La amplia sonrisa con la cual entró el mandatario al salón Adolfo López Mateos y su celebración a la “fresca mañana, pero hermoso día” en cuanto tomó el micrófono, tampoco despejaron la incógnita. Su actitud contrastaba sí, con la de un sonrojado José Antonio Meade, quien apenas esbozaba algún tímido gesto de alegría que acompañaba de leves movimientos de cejas para saludar.
Y aunque no hubo una cargada institucional, pues el único secretario convocado fue el de Energía, Pedro Joaquín Coldwell, y el director del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), Mikel Arriola, como los más destacados, sí estaban ahí Dionisio Meade, su padre, su esposa Juana Cuevas y sus hermanos Juan Pedro y Pablo.
Otros ahí eran los miembros del staff de la Presidencia, funcionarios de Hacienda y de Pemex. Algunos familiares de José Antonio González Anaya. Y decenas de periodistas.
Casi a las 11 de la mañana inició la ceremonia. Fiel a su estilo durante estos años cuando nombra o releva funcionarios, Peña Nieto dedicó ayer a José Antonio Meade frases especialmente elocuentes aun en ese código protocolario y formal. Las de ayer tenían una carga especial y todos ahí lo sabían.
Quizá por eso, el mismo mandatario se confundió al despedirlo y lo ubicó como saliendo de la Secretaría de Relaciones Exteriores: “A quien deja la cancillería le deseo... la Secretaría de Hacienda y Crédito Público... ¡para nota, quedará como nota! Quien dejó la cancillería, la Secretaría de Desarrollo Social y hoy deja la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, le deseo el mayor de los éxitos!”
El presidente Peña no hizo explícito el destape. Quedó sólo en los términos del lenguaje cifrado, de su prerrogativa para el dedazo. Acto del que por lo demás nadie dudó jamás, pues él mismo así lo había anticipado.
Y se permitió hacer sólo una franca demostración de afecto, al alentarlo: “¡Felicidades Pepe, y el mayor de los éxitos”.
Tampoco, hay que decirlo, Peña Nieto regateó méritos a los dos funcionarios con nuevo encargo. A José Antonio González Anaya le reconoció el restablecimiento de la “salud financiera” del IMSS y la disciplina y talento aplicados en la conducción de Pemex; y a Carlos Alberto Treviño le resaltó su “amplia experiencia financiera” en distintos cargos del sector público.
Los mismos largos aplausos de su arribo, acompañaron el inicio de un ritual que no se atrevió a decir su nombre, pero que continuaría en distintos escenarios del PRI.
Algunas preguntas lanzó la prensa. El presidente Peña no respondió. Y el ex titular de Hacienda sólo lo hizo con una frase cuando se le inquirió qué venía ahora para él: “Cosas buenas”, dijo.
A su salida, el padre y la esposa de Meade Kuribreña dieron también breves declaraciones. El primero dijo que lo acompañará como lo ha hecho a lo largo de los años y lo consideró con las prendas suficientes para ocupar la Presidencia.
Y ella lo dijo más o menos en los mismos términos, porque así ha sido, resaltó, en todos los años que llevan juntos.
“Es una persona que lleva 20 años en el sector público comprometido, trabajando y así va a seguir, echándole todas las ganas. Se me hace que es la mejor persona para sacar adelante a México. Yo me veo apoyándolo igual que siempre en todos sus proyectos.”
No recordó el día en que su marido le dijo que él sería el designado por el PRI para buscar la Presidencia, “pero nos lo platicó a toda la familia, y estamos todos encantados, muy contentos…”
Dicho eso, ella salió del salón López Mateos. A la ceremonia no asistieron los tres hijos de ambos.