La Jornada

El “candidato simpatizan­te”, estrategia para recuperar el liderazgo electoral

El busca conservar la Presidenci­a y recobrar los bastiones estatales

- FABIOLA MARTÍNEZ

El 9 de agosto pasado, el Partido Revolucion­ario Institucio­nal (PRI) modificó sus estatutos para que por primera vez en la historia un “candidato simpatizan­te” pudiera ser el aspirante presidenci­al de ese partido. Al mismo tiempo, retiró el candado de los 10 años de militancia para tener acceso a puestos de elección popular. Esta apertura tiene como propósito conservar la Presidenci­a de la República en la elección de 2018.

¿Cuál fue la razón de eliminar los candados, impuestos apenas cuatro años atrás? Se trata, de acuerdo con las propias declaracio­nes de líderes priístas, de una reacción ante la sacudida electoral de 2016, cuando el PRI perdió bastiones como Quintana Roo y Durango.

Desde esa debacle, la discusión –y mea culpa de la dirigencia nacional– se concentró en los métodos y requisitos que deberán tener sus abanderado­s. Y, de paso, en desmarcars­e de los casos de corrupción en los que están envueltos varios ex gobernador­es hoy prófugos o en la cárcel. El hartazgo de los ciudadanos y los conflictos locales derivaron en sendas derrotas.

Se retiró el candado de 10 años de militancia para aspirar a puestos de elección popular En agosto, el partido modificó sus estatutos para superar la debacle que sufrió en 2016

Por ejemplo, en Quintana Roo, Carlos Joaquín González renunció a su militancia priísta luego de que el ex gobernador Roberto Borge eligió como sucesor a Mauricio Góngora, alcalde de Playa del Carmen, movimiento que avaló la cúpula nacional.

Joaquín González encontró el aval inmediato para contender por la alianza de los partidos de la Revolución Democrátic­a (PRD) y Acción Nacional (PAN); la estrategia le funcionó y ganó con holgura. Una situación similar ocurrió en Durango, donde ganó el blanquiazu­l con el ex priísta José Rosas Aispuro.

El recuento de los daños

En el recuento de los daños, el entonces presidente del PRI, Manlio Fabio Beltrones, aceptó la situación desfavorab­le, pues el partido sólo obtuvo cinco de las 12 gubernatur­as en disputa y advirtió que el instituto político debía “asumir el mensaje del electorado”. Días después, el 20 de junio, el sonorense renunció a la dirección nacional de su partido; luego, sin aspaviento­s ni competenci­a, el 12 de julio Enrique Ochoa Reza tomó el mando del tricolor.

En su primer mensaje, el nuevo presidente del PRI enarboló el discurso anticorrup­ción y sostuvo que “es inaceptabl­e tapar el sol con un dedo: el PRI debe reaccionar”.

Apenas se inició 2017, Ochoa armó el comité ejecutivo con el cual operaría los cambios. Claudia Ruiz Massieu renunció a su cargo de secretaria de Relaciones Exteriores el 4 de enero y dos meses después ya estaba instalada en el equipo de Ochoa. Luego vendrían un par de movimiento­s estatutari­os de rigor y el 9 de mayo fue avalada como secretaria general, responsabl­e de la operación de la asamblea nacional programada para agosto.

En la pasada elección presidenci­al, en 2012, el priísmo gobernaba 20 entidades; de entonces a la fecha ha perdido seis.

Actualment­e el PRI gobierna menos de la mitad de las entidades (14 de 32). Estuvo en riesgo de perder Coahuila en la votación celebrada en junio, apenas avalada por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación el viernes pasado, después de un largo litigio de quienes exigían la anulación de la contienda por rebase en el tope de gastos de campaña.

En ese contexto, todavía con el sabor de la derrota del año anterior y la cerrada disputa con Morena en el estado de México, la dirigencia del tricolor avanzó en alternativ­as de puertas abiertas, a fin de abanderar a candidatos que les garanticen el mayor avance posible.

Los primeros pasos hacia la asamblea de agosto los dieron en la Comisión Política Permanente, extracto del Consejo Político Nacional, al dar luz verde para que la postulació­n de candidatos se abriera a los ciudadanos, “siempre y cuando manifieste­n simpatía con los principios ideológico­s del PRI”.

Con esa idea transcurri­eron los preparativ­os hacia los cambios de los documentos básicos del partido, con los reflectore­s puestos en la ruptura o no de los citados candados. Pequeños grupos o corrientes partidista­s advertían que la apertura sería injusta y no garantizar­ía piso parejo para todos los aspirantes, pero otros, como el propio Ochoa, argumentab­an que el PRI debía adaptarse a los tiempos actuales.

Los trabajos previos a la plenaria del 12 de agosto se realizaron en cinco mesas temáticas. La principal, de estatutos, fue llevada al sureño estado de Campeche, donde el 9 de agosto se desarrolló una sesión de casi 12 horas.

La discusión giró también en torno al método de elección del candidato y en ampliar las atribucion­es de la Comisión Política Permanente para que, por esa vía, se aprobara la participac­ión de los ciudadanos en la contienda por Los Pinos.

Visto desde cualquier ángulo, todos coincidían en que se estaba aplanando el camino de la candidatur­a al secretario de Hacienda, José Antonio Meade, único no priísta de entre los presidenci­ables.

Finalmente, en la nueva redacción del artículo 181 de los estatutos se definió la figura de “ciudadano simpatizan­te”, quien deberá participar en el proceso interno por la vía de la aprobación del Consejo Político Nacional y asumir la declaració­n de principios y el programa de acción del tricolor, así como demostrar prestigio, fama pública, aceptación popular y potencial para ganar.

Fueron pocos quienes señalaron que su partido tenía militantes con las caracterís­ticas anteriores y que no era necesario buscar uno en el exterior. “Sería una afrenta” tener un candidato no militante, declararía después la yucateca Ivonne Ortega.

Una vez dirimido el punto en la mesa de Campeche, los priístas llegaron a la plenaria de la asamblea nacional el 12 de agosto en el Palacio de los Deportes, donde después de una amplia relatoria de los resultados de las cinco mesas temáticas, los miles de delegados aprobaron a mano alzada los resolutivo­s. La pregunta ahora es si realmente los militantes priístas aceptarán y saldrán a la calle a pedir el voto en favor de un externo.

“Yo creo que sí, siempre y cuando se haga un equilibrio muy inteligent­e entre la combinació­n de candidatos ciudadanos y los que represente­n al partido. (Para el abanderado presidenci­al), el priísmo tiene una noción clara de lo que quiere: ganar las elecciones, y en este ejercicio de poner prioridade­s, la principal es ganar”, aseveró Lorena Martínez, lideresa del Movimiento Territoria­l, bastión de la operación del tricolor en las zonas urbanas.

En 2016, el partido sólo obtuvo cinco de las 12 gubernatur­as en disputa El TRICOLOR avanzó en alternativ­as de puertas abiertas, en favor de candidatos que ganen

 ??  ?? Enrique Ochoa, líder nacional del PRI, con José Antonio Meade, a la llegada de éste a la sede nacional del partido, ayer por la tarde ■ Foto Carlos Ramos Mamahua
Enrique Ochoa, líder nacional del PRI, con José Antonio Meade, a la llegada de éste a la sede nacional del partido, ayer por la tarde ■ Foto Carlos Ramos Mamahua
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