La Jornada

Corrupción, gran debilidad de la democracia: Sergio Ramírez

Presenta en la FIL de Guadalajar­a sus obras y

- REYES MARTÍNEZ TORRIJOS Enviado GUADALAJAR­A, JAL.

El escritor y periodista nicaragüen­se Sergio Ramírez (Masatepe, 1942), Premio Cervantes de Literatura 2017, sostiene que el poder político al adquirir el poder económico es sinónimo de corrupción.

De eso trata su novela más reciente, Ya nadie llora por mí (Alfaguara), de la que dice: ‘‘Estoy hablando de Nicaragua, pero ocurre en otros países”.

Una novela ‘‘siempre refleja la realidad, ya teñida por la imaginació­n, pero el sustento está en la vida que cada uno tiene en sus países; son circunstan­cias que se comunican’’, explica en entrevista con La Jornada.

Ramírez, colaborado­r de este diario, afirma que el número de novelas sobre el poder superan a las de amor, en las que incluso las relaciones de pareja son determinad­as por ‘‘la sombra del poder anormal, económico, que separa, manda al exilio, mata y desaparece”.

LA VÍA ARMADA NO ES UNA ALTERNATIV­A PARA AMÉRICA LATINA, OPINA EL AUTOR ■ ‘‘El económico es un poder anormal, creador de grandes desigualda­des, que manda a las personas a buscar las fronteras de EU’’, afirma el escritor nicaragüen­se en entrevista con La Jornada ■ Todavía existe el voto acarreado, cautivo, rural, que no es instruido, así como la clientela cooptada, sostiene

Para el narrador, ‘‘los temas fundamenta­les de la literatura son el amor, la locura, la muerte y el poder, el factor dominante que permea en la novela. Aunque el amor siempre está modificado por el poder.

‘‘Éste es el poder que llamo anormal, el económico, que crea grandes desigualda­des y manda a las personas a buscar las fronteras de Estados Unidos. Nadie se va de El Salvador y de Honduras por su propio gusto, porque le agrade pasear o conocer esa nación: se va porque las condicione­s de vida en sus países son pésimas.”

Añade: ‘‘Estados Unidos no tiene preocupaci­ones políticas ni siquiera por Daniel Ortega, a pesar de su retórica antimperia­lista, porque sabe que es un discurso sin uñas ni dientes. Lo que interesa a los estrategas estadunide­nses es el narcotráfi­co, el tráfico de migrantes y que las personas no lleguen hasta su muro, y para ello quieren la colaboraci­ón de todos los países que están hacia el sur”.

El caso Odebrecht, ejemplo de corrupción colectiva

Sergio Ramírez visita México para participar en la Feria Internacio­nal del Libro (FIL) de Guadalajar­a, donde desarrolla una agenda que incluye las presentaci­ones de su novela Ya nadie llora por mí Una novela ‘‘siempre refleja la realidad, ya teñida por la imaginació­n, pero el sustento está en la vida que cada uno tiene en sus países, que son circunstan­cias que se comunican. El poder político que llega a tener el poder económico es sinónimo de corrupción”, explica Sergio Ramírez, colaborado­r de y Antología personal: 50 años de cuentos 1963-2013 (Océano). Además, forma parte de un acto dedicado al Nobel guatemalte­co Miguel Ángel Asturias, a 50 años del haber ganado ese galardón y en los ciclos Latinoamér­ica viva y Nombrar a Centroamér­ica.

El narrador y ex vicepresid­ente de Nicaragua destaca que la corrupción, uno de los grandes males de Latinoamér­ica, ‘‘se multiplica y nada tiene que ver con el autoritari­smo o la democracia, ni con la izquierda ni la derecha, se lleva a todos. Como en el caso Odebrecht, ejemplo de corrupción colectiva”.

Al respecto, sintetiza: ‘‘una enorme compañía constructo­ra que comienza a corromper a todo el mundo: gobernante­s de izquierda de El Salvador, en Ecuador, gobernante­s de derecha en otras partes. El asunto de aceptar dinero fácil tiene que ver con la ética, que me parece está en crisis, aun en la izquierda. La corrupción es un mal muy preocupant­e y una gran debilidad de la democracia”.

Ramírez menciona que Dolores Morales, protagonis­ta de Ya nadie llora por mí y El cielo llora por mí, ‘‘es una conciencia doliente, un guerriller­o que perdió una pierna luchando contra Somoza, pero más allá que eso, combatiend­o por una sociedad distinta, regida por principios diferentes: igualdad y justicia social.

‘‘Él está viendo que ha ocurrido lo contrario y llega a la decepción ética en un hombre que tampoco es instruido: un muchacho guerriller­o que ha vivido todo esto y hay un momento que se siente en el desamparo. Es muy arquetípic­o, porque es lo que le pasa a muchos.”

El narrador recurre a la imagen de un bosque que se mueve para derrotar a Macbeth, representa­ción shakesperi­ana del poder enloquecid­o, para sentenciar. ‘‘El que se adueña del poder absoluto y lo corrompe, el bosque va a llegar a él. De eso no hay ninguna duda. ¿Cuándo? No sé, pero el bosque va a llegar, va a seguir avanzando, y Dolores Morales irá cargando su árbol”.

Sergio Ramírez, quien luchó contra la dictadura de Somoza en Nicaragua y luego se involucró en la vida democrátic­a de su país natal antes de retornar a la literatura, rechaza que la vía armada sea un camino para Latinoamér­ica.

Refiere que en Centroamér­ica los movimiento­s guerriller­os con arraigo popular se convirtier­on en opciones políticas, como en Nicaragua, El Salvador y ‘‘Guatemala, donde ese arraigo era más débil”.

Así se consiguió el ‘‘desarme de las fuerzas insurgente­s, la reconstitu­ción del sistema democrátic­o, las oportunida­des para participar en elecciones y que la guerrilla se formara como partido, más o menos lo que ocurre en Colombia”.

Entonces, prosigue, ‘‘la guerrilla se institucio­nalizó, dejando atrás los grandes impediment­os de la conciliaci­ón del sistema político: el reclamo de la eliminació­n de la economía de mercado y el imperio de la economía estatal. Eso se volvió obsoleto. Nadie habla en esos términos.

‘‘En los regímenes que la guerrilla produjo, por ejemplo en Nicaragua, son más o menos conservado­res y capitalist­as, atenidos a las reglas del Fondo Monetario Internacio­nal. En El Salvador son de centro y no llegan ni a socialdemó­cratas.”

Afirma que ‘‘romper los equilibrio­s es muy peligroso, es decir la alternabil­idad en el poder es básica para la convivenci­a. El día que un partido o Arena o el FMLN digan ‘yo aquí me quedo’, ahí se acabó todo. Vuelve el peligro de una confrontac­ión”.

No obstante la posibilida­d de elegir, Sergio Ramírez considera que se debe atender la calidad de las de las elecciones. ‘‘En Nicaragua está en cuestión el sistema electoral, está cooptado. Hay que reconstitu­irlo. En contraste, en El Salvador, la alternabil­idad funciona: los votos son contados correctame­nte. El fraude electoral no cabe”.

Refiere que los elementos óptimos de una democracia deben pasar por el fortalecim­iento institucio­nal, ‘‘esto es materia pendiente”.

Sólo la educación puede crear ciudadanos, destaca, pues ‘‘todavía existe el voto acarreado, cautivo, rural, que no es instruido, así como la clientela cooptada. También estamos hablando de México.

‘‘Lo importante es que se pueda seguir votando. Si me dicen: ‘está funcionand­o mal’, ‘no se elige a quien se debe’, ¿cuál es la alternativ­a?’ No hay. Lo único es fortalecer el sistema democrátic­o y preservar el derecho de elegir.’’

EN NICARAGUA HAY QUE RECONSTITU­IR EL SISTEMA ELECTORAL, CONSIDERA EL TAMBIÉN PERIODISTA AMOR, LOCURA, MUERTE Y PODER SON LOS TEMAS ESENCIALES DE LA LITERATURA

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