EMPRESAS
El fracaso de la industria petrolera
a industria de los hidrocarburos se convirtió en negocio fallido este sexenio, con pérdidas multimillonarias, caída de la inversión, baja productividad, corrupción sin precedente y récord en el robo de gasolina. Para colmo de males, José Antonio González Anaya, director de Petróleos Mexicanos (Pemex), abandona el barco para sustituir a José Antonio Meade.
Todo empezó durante la administración de Emilio Lozoya en Pemex, cuando autorizó la compra, a precios de oro, de Agronitrogenados y Fertinal, derroche de recursos para favorecer a un grupo de políticos y empresarios. En la misma administración de Lozoya se presentó el megafraude internacional de Odebrecht y, a diferencia de otros países, en México se reservó la información para no perjudicar a la casta divina del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
A principios de este año Peña Nieto cometió otro gran desacierto al incrementar el precio de los hidrocarburos, lo que desencadenó una inflación galopante, una fuerte devaluación y un gran descontento social.
Ahora, las inversiones de Pemex se han reducido cerca de 100 mil millones de pesos a lo largo del año para terminar el sexenio con niveles récord en la importación de gas y gasolinas. México ya es un país importador neto de hidrocarburos.
Desde el punto de vista financiero, González Anaya le dio una manita de gato a Pemex. Gracias a la ingeniería financiera, ahora resulta que esta firma es una empresa más eficiente y productiva. La realidad es que al bajar las inversiones, lo que sucederá a Pemex es lo mismo que al caballo del español del cuento: ya que comienza a aprender a no comer, es probable que se muera.