La crisis de credibilidad y confianza en el INE
El proceso electoral de 2018 enfrenta el poco reconocimiento de los organismos públicos locales electorales (Oples) y sobre todo la credibilidad erosionada del actual Consejo General del INE. El país lleva a cuestas el lastre histórico del fraude electoral y la corrupción política como patologías incurables. El fraude electoral es una criatura cancerosa que contamina no sólo las instituciones electorales, sino que resta legitimidad a las diversas estructuras del Estado. El fraude electoral es correlato de la corrupción de las élites políticas, es la metástasis siniestra que invade las elecciones. Los pasados procesos electorales de Coahuila y estado de México este año exhibieron ante la opinión pública al Consejo General del INE desprovisto de voluntad política para salvaguardar la calidad de la democracia electoral. Y más: los consejeros generales se evidenciaron al salir a defender de manera ramplona, en el espacio público, los procedimientos, decisiones de las autoridades electorales locales y los resultados electorales de dichas entidades. No se trataba de romper lanzas, pero sí de una sincera autocrítica. El manejo poselectoral del INE fue desastroso, primó la soberbia de los consejeros generales. Incluso cuestionaron las opiniones y señalamientos que circularon en las redes sociales, invocaron las “realidades virtuales” o verdades alternativas que desde diferentes sitios de Internet cuestionaron el proceso y a las autoridades con la legitimidad ciudadana de la libre expresión.
El presidente del Consejo General del INE, Lorenzo Córdova, ha declarado de manera reiterada, que el gran