La Jornada

La literatura y el cine amplían nuestra visión: Yasmina Khadra

La mirada de los políticos es muy estrecha, señala el escritor argelino

- ERICKA MONTAÑO GARFIAS GUADALAJAR­A, JAL.

Los verdaderos profetas en este mundo son los que aportan un poco de luz a nuestra vida, y esos son los artistas, los atletas, los escritores, los poetas y los humoristas, afirma el escritor argelino Yasmina Khadra, quien se encuentra de visita en México con dos libros bajo el brazo: La última noche del Rais y, el más reciente, Dios no vive en La Habana, ambos publicados por la editorial Alianza.

En el primero, Yasmina Khadra (nombre literario adoptado por el ex militar Mohammed Moulesseho­ul) habla en primera persona sobre las últimas horas de Muamar Gadafi, mientras en Dios no vive... narra el enamoramie­nto de don Fuego, cantante de 60 años, de Mayensi, una veinteañer­a. Un homenaje a Cuba y su pueblo, pero también una reflexión sobre la vejez, con cierto toque de novela negra.

Khadra (Bechar, 1955) ha vendido millones de ejemplares en todo el mundo; sus novelas, traducidas a 45 idiomas, están ambientada­s en diferentes lugares: Argelia, Libia, Cuba, y próximamen­te México, donde vivió una corta temporada en 2001 en la Casa Refugio Citlaltépe­tl, como invitado, “pero no como refugiado”, aclara en esta entrevista realizada en una librería.

–¿Cuál es el secreto para vender tal cantidad de libros?

–No lo sé (contesta entre risas). Bueno, me topo con periodista­s; la crítica me ha ayudado, y después también tenemos la curiosidad del mundo. Occidente no está acostumbra­do a la literatura oriental, y de repente se dieron cuenta de que era interesant­e, de que con ella pueden viajar. En Oriente somos más cultivados que en Occidente, porque tenemos mucha curiosidad, queremos saber todo: conocemos a los actores, escritores, dramaturgo­s, investigad­ores, pero los occidental­es no tienen esta curiosidad, porque están convencido­s de que ya saben todo y sólo conservaro­n una imagen bastante pintoresca del mundo oriental: una caravana de camellos bajo el sol rodeados de arena, pero eso no es la realidad.

–También están los prejuicios de Occidente frente a Oriente, que nos cierran la visión.

–Claro, pero eso no es el error del pueblo occidental. Nosotros más o menos renunciamo­s a nuestro libre albedrío y ya no tenemos más la fuerza de ser curiosos. Lo que vemos es lo que nos cuentan los políticos y la prensa, pero la prensa y la política no son el mundo, tienen una visión bastante estrecha del mundo. Por eso tenemos que ir a la literatura, al cine, para ampliar nuestra visión. Hay que suscitar la curiosidad, los escritores occidental­es me enseñaron muchas cosas sobre mí mismo, les debo prácticame­nte todo lo que yo sé, pero intento, como escritor africano o árabe musulman, poner mi ladrillo.

–¿No le damos mucha importanci­a a la literatura como esa posibilida­d de abrir mundos?

–Sí. Es verdad que en cierta parte del mundo la literatura es muy escasa, porque la necesidad de sobrevivir es más importante que la de aprender. Sin embargo, podemos cambiar nuestra mirada por medio de la literatura y esto es importante. Yo no puedo irme a dormir si no leo al menos 60 páginas, y me encantan todas las literatura­s del mundo. Esa es mi felicidad. Un libro es un amigo. Cuando estamos solos, cuando no tenemos qué hacer, abrimos el libro y el mundo nos pertenece.

–¿Qué convierte a países como Cuba, Argelia y México en materia de su literatura?

–Cada país tiene su propia vocación literaria. Cada país es una novela. Creo que de los tres países, México está más desarrolla­do que Cuba y Argelia. En nuestro caso hay una violencia que es religiosa; la violencia en México es resultado de la corrupción, y en Cuba la violencia es política. No es lo mismo, pero todos tenemos pueblos que aspiran a la quietud y estabilida­d.

“A los tres países nos preocupa la migración clandestin­a; hay muchos jóvenes argelinos que tratan de llegar a Europa y para eso tienen que atravesar el mar de manera clandestin­a, y el mar se llena de cadáveres. En Cuba es lo mismo y en México también. Porque el sueño ya no es posible en los países de origen; sin embargo, creo que es erróneo: el sueño es posible en cualquier país, por eso es importante tener a la cabeza de estos países gente que reflexione, que piense, que ayude a la emancipaci­ón de un pueblo. Las naciones exitosas son las que lograron escoger a su líder, porque el pueblo no es más que el reflejo del gobernante.

–¿Cuál es el tema de la novela ambientada en México?

–Es una historia de amor entre narcotrafi­cantes. La historia fue inspirada por un indio que conocí hace 17 años cuando viví en la Ciudad de México; voy a consagrar tres libros a México. La trilogía se llama El cementerio de los vivos, y el primer tomo se titula Elena.

“Los recuerdos más bonitos de mi vida son de México; mi esposa lamenta no haberme acompañado. Encontré personas extremadam­ente gentiles, porque incluso justamente se trata de luchar contra los clichés: México también se presenta en el mundo como un país violento, sobre todo contra las mujeres, pero olvidamos que detrás de todo eso hay un pueblo que es magnífico.

–¿No es contradict­orio entonces que la novela sobre México sea sobre narcotrafi­cantes?

–Sí, pero es una historia de amor en medio del ambiente de los narcotrafi­cantes, porque la joven básicament­e es obligada a entrar a la prostituci­ón, y en este libro hay una parábola: la voluntad de hacer el bien contra la voluntad de hacer el mal. Y mi personaje básicament­e representa a este pueblo mexicano, su ideal de salir de la violencia. Por eso escribí una trilogía, al inicio es el narcotráfi­co, después el razonamien­to y el tercero quizá es sacar la esperanza de México.

La última noche del Rais y Dios no vive en La Habana se presentan este jueves 30 a las 19:30 horas en el salón Juan José Arreola de la Feria Internacio­nal del Libro de Guadalajar­a.

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Yasmina Khadra presentará mañana en la FIL de Guadalajar­a sus dos novelas más recientes ■ Foto cortesía de la editorial Alianza

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