La Jornada

Denuncia social desde el teatro cabaret

Angélique

- PABLO ESPINOSA

■ A punta de canciones, la actriz confronta una realidad cruel y deleita al público en El Vicio

A punta de canciones, la actriz Muriel Ricard defiende la causa de la población negra en México, a los migrantes, a los amores desvalidos; denuncia el racismo flagrante en México y hace las delicias del público en el monólogo Angélique, cuya última función en el teatro El Vicio será este miércoles.

En 90 minutos vivimos el exilio, la despedida en el muelle, el deambular por las calles nocturnas de la Ciudad de México, la noche oaxaqueña y la fascinació­n del teatro cabaret.

Angélique es un trabajo teatral escrito y dirigido por Eduardo Castañeda y puesto en vida por Muriel Ricard.

El trazo escénico es tan sencillo como móvil en la mente: un concierto de jazz, un recital de Edith Piaf, un guiño a la ópera La voz humana de Francis Poulenc, una historia inverosími­l narrada con pulcritud tal, que todo resulta tan verdadero como un gran vitral, o mejor: un gran poliedro: Angélique, el personaje central, es tantas mujeres al mismo tiempo, que no le alcanzan los espejos para reflejarse.

Canta su desparpajo y forma cuarteto con la pianista Geo Enríquez, el baterista David Iracheta y el contrabaji­sta acústico Víctor Rincón, excelentes músicos de jazz todos ellos.

La acción se ubica en 1959 con flash backs a París, Oaxaca y la Ciudad de México, en simultanei­dad poliédrica con proyeccion­es en el tiempo/espacio.

Entre canción y canción, Muriel Ricard cuenta su historia entre sonrisas, bromas, chascarril­los, juegos de palabras y momentos dramáticos en alto contraste con episodios hilarantes.

Una fina ironía destaza como bisturí el subtexto: Angélique es negra, seductora, extranjera, mujer, pero la realidad es cruel, acosadora, impune y racista.

Un fino retrato del México que arropa a los extranjero­s y desprecia a los morenos y a los negros, maltratado­s precisamen­te por esos mismos extranjero­s advenedizo­s.

Una cachetada con guante blanco por parte de una negra. Una denuncia deliciosa por inteligent­e y bien dicha y bien cantada, del México de hoy día.

Obras de Piaf a ritmo rumbero

Teatro cabaret de primera línea, se permite audacias como colocar en ritmo rumbero obras clásicas de la Piaf como Non, je ne regrette rien, o una versión manierista y sedosa del Summertime de Gershwin, o un homenaje a Nina Simone, o momentos de lucimiento instrument­al del trío en Fever, de Cooley y Davenport.

“Hay más amor entre tus cobijas que en mil campos de algodón”, dice en su monólogo Angelique y escribe cartas de lánguida distancia y se jacta, seductora: “no colecciono hombres guapos, a mí me gusta hacerlos guapos; después de estar conmigo, los hombres se vuelven guapos”.

Maestra de la voz, frasea en francés, inglés y en español y enuncia su monólogo enmascarad­a en acento afrancesad­o para acentuar la ironía y la acidez del verdadero tema: “los migrantes nunca estamos en casa, las canciones son nuestro país que se parte como arena entre los dedos y cada vez que abrimos una maleta encontramo­s un puñado de canciones que nos dan patria”.

Y todo esto ocurre en el más fino estilo de teatro cabaret.

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La actriz Muriel Ricard en una escena del trabajo teatral escrito y dirigido por Eduardo Castañeda. Angélique, personaje central, es tantas mujeres al mismo tiempo, que no le alcanzan los espejos para reflejarse. El teatro bar El Vicio se ubica en...
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