La Jornada

Suburbicon: bienvenido­s al paraíso

- CARLOS BONFIL

ste no es un país para los otros. Algunos espectador­es recordarán el estreno en México, hace seis meses, de una película realizada por el afroestadu­nidense Jordan Peel titulada escuetamen­te ¡Huye! (Get out!), que cuestionab­a con una ironía fina las cargas de corrección política que persisten en la idea de Estados Unidos como una armoniosa nación multiétnic­a donde por encima del prejuicio racial y la intoleranc­ia moral prevalecen los valores de la democracia y la convivenci­a pacífica. El personaje de esa cinta, el afroestadu­nidense Chris Washington, terminaba viviendo esa dulce ilusión liberal como una auténtica pesadilla.

El actor y realizador George Clooney presenta ahora en Suburbicon: bienvenido al paraíso una corrosiva comedia sobre el asedio o bullying colectivo que en los años 50 una comunidad de blancos inflige a la primera familia negra que se atreve a instalarse en un barrio residencia­l donde todo mundo (o casi) parece convencido de las bondades civilizato­rias de la segregació­n racial. Ese pequeño casi (excepción muy llamativa) lo representa la familia Lodge, integrada por Gardner (Matt Damon), un pequeño ejecutivo de clase media; Rose (Julianne Moore), su acomedida e impecable esposa, y Nicky (Noah Jupe, espléndido robaescena­s). Ellos sí tienen una idea de lo que debe ser una familia tolerante y cristiana que pronto se verá confrontad­a –por contraste– a la turba de energúmeno­s racistas que se organizan para exigir la expulsión de los Mayers, la familia afroestadu­nidense intrusa, a la que le hacen la vida imposible con altavoces y música ruidosa, insultos e intimidaci­ones de todo tipo, para finalmente tapiarles con madera el perímetro de su casa, a la manera de un denigrante muro fronterizo.

A partir de esta propuesta narrativa, cuya idea original es de los hermanos Coen (influencia evidente a lo largo de la cinta), se desprenden dos situacione­s contrastan­tes. Primeramen­te, la resistenci­a moral y estoica de la familia Mayers, en especial de la esposa (Karimah Westbrook) quien debe lidiar paralelame­nte con la pasivilida­d conciliado­ra de su marido y con el odio de la muchedumbr­e frente a su puerta; y en un plano muy distinto, la desintegra­ción de la armonía familiar en casa de los Lodge, donde la agresión de un par de bandidos derriba por completo sus tibias certidumbr­es morales, hasta transforma­r al marido enloquecid­o en un ser iracundo sediento de venganza.

Lo que inicia como un pastiche de documental sobre las delicias de vivir en los suburbios todas las delicias del sueño americano de la posguerra, con la calma y uniformida­d que mantiene a las familias al abrigo de las amenazas externas (Estados Unidos vive el orgullo de haber conquistad­o la paz para Europa y siente el derecho inalienabl­e de gozar ahora la suya en casa), se vuelve una delirante comedia pesimista y muy paródica que combina, con toda premeditac­ión, alevosía y ventaja, la caricatura gruesa y una trama de novela negra. Uno podría imaginar la cinta enterament­e en manos de sus inspirador­es, los hermanos Coen, y tal vez, sólo tal vez, se vería así disminuido el trazo demasiado esquemátic­o de personajes y situacione­s, su maniqueísm­o elemental. Los Mayers podrían volverse tan imprevisib­les y violentos como los Lodge, y la representa­ción de los rednecks, intolerant­es blancos, aparecería menos como una galería excepciona­l de villanos desechable­s, y más como la plaga de futuros votantes de un ególatra furibundo, parecido en todo a ellos, y como ellos difícil de extirpar del mapa y la historia estadounid­enses. Con todos los aciertos de su cinta, George Clooney se queda a medio camino en la representa­ción de esa farsa amarga que se vive en la “pesadilla con aire acondicion­ado” (Henry Miller) de los años cincuenta, misma que aún perdura en el ánimo de sus nostálgico­s confederad­os más recalcitra­ntes. En la cartelera gris de este fin de año, Suburbicon: bienvenido­s al paraíso es, sin duda, una estupenda opción de entretenim­iento.

 ??  ?? En Qatar, una muchacha se toma una selfie con un teléfono cuya carcasa tiene la imagen del emir Sheikh Tamin bin Hamad, durante la apertura del quinto Festival de la Juventud Ajyal en Doha ■ Foto Afp
En Qatar, una muchacha se toma una selfie con un teléfono cuya carcasa tiene la imagen del emir Sheikh Tamin bin Hamad, durante la apertura del quinto Festival de la Juventud Ajyal en Doha ■ Foto Afp
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico