MÉXICO SA
TLCAN: porrazo fiscal
e nueva cuenta, el “amigo” y “socio” ha puesto a parir al gobierno mexicano, en esta ocasión por la vía fiscal. Así, el salvaje de la Casa Blanca pretende cerrar la pinza –o si prefiere depositar la corona de flores sobre el ataúd del Tratado de Libre Comercio de América del Norte– para “convencer” a los empresarios estadunidenses sobre la conveniencia de invertir en su propio país y dejar atrás sus “aventuras” en naciones bananeras.
La Jornada lo resumió así: “El Senado de Estados Unidos aprobó su proyecto de reforma fiscal que reduce el impuesto a las empresas de 35 a 20 por ciento, una tasa menor que la que se paga en otros países… El gobierno del presidente Donald Trump presentó esta reforma fiscal como la mayor reducción de impuestos de la historia para impulsar el crecimiento, aumentar los salarios, los beneficios de las empresas y las ganancias de las trasnacionales, que serán invitadas a repatriar sus beneficios a Estados Unidos con una tasa preferencial.
“El recorte de impuestos asciende a cerca de 1.5 billones de dólares en un plazo de dos años, con las empresas como principales beneficiadas. Baja el impuesto de sociedades (el equivalente en México al impuesto sobre la renta, ISR) de 35 a 20 por ciento –por debajo de las tasas aplicadas en países como Francia o Japón– y duplica el mínimo exento de 12 mil a 24 mil dólares en parejas, entre otras medidas.
“El texto de 479 páginas, elaborado a puerta cerrada por los republicanos y con cambios hasta el último momento, que incluyeron anotaciones a mano, fue aprobado por estrecho margen –51 votos en favor y 49 en contra– y debe ser compaginado con el proyecto aprobado por la Cámara de Representantes el 16 de noviembre y votado de nuevo. Trump celebró la aprobación en el Senado y confió en firmar la mayor reforma fiscal en tres décadas antes de Navidad”.
En síntesis, el impuesto nominal a las ganancias empresariales en Estados Unidos se reducirá prácticamente a la mitad con respecto a la carga fiscal aplicable en México, de tal suerte que no es descabellado suponer que no pocas empresas estadunidenses que operan en nuestro país –junto con sus inversiones– retornarán al suyo para aceptar el bombón que les regala Trump.
Y el gobierno peñanietista queda atorado en su propia trampa, pues desde la aprobación de la “reforma” fiscal en México (aquella que supuestamente obligaría a “pagar más a quienes ganan más”) tanto Enrique Peña Nieto como el destapador (Luis Videgaray) y el destapado (José Antonio Meade, es decir, los que ahora pugnan por la “continuidad” y por “acabar con la idea de que el país se tiene que reinventar cada seis años”; por el contrario, “vamos a consolidar, ampliar y profundizar los cambios emprendidos en este sexenio) prometieron “no modificar” ninguno de los impuestos (para arriba o abajo) existentes ni crear nuevos, “y pensamos mantener la misma dinámica y la misma mecánica que hemos seguido hasta ahora”, al tiempo que ofrecieron “no endeudar más al país”.
Lo anterior viene a cuento porque ante la sustancial reducción de la carga tributaria en el vecino del norte los expertos advierten que “México no tiene margen fiscal para enfrentar los efectos de la reforma tributaria de Estados Unidos y bajar, como fue aprobado en aquel país, la tasa del impuesto sobre la renta (ISR) del nivel actual de 30 a 20 por ciento, pues ello representaría perder alrededor de 2 por ciento del producto interno bruto (PIB) en