La Jornada

ASTILLERO

- JULIO HERNÁNDEZ LÓPEZ

◗ ¡No a la Ley de Seguridad Nacional! Hoy, protestas en el Senado ◗ Sedena y Semar, en política ◗ Mancera y el petate del muerto

a presencia de las fuerzas armadas en las calles mexicanas no ha significad­o un retroceso en los niveles de insegurida­d pública. No son ni remotament­e proporcion­ales los resultados positivos derivables de la inversión de recursos humanos y económicos en el combate al crimen organizado (originalme­nte denominado por Felipe Calderón “guerra contra el narcotráfi­co”, a partir de diciembre de 2006). Por el contrario, se ha adelgazado y, en muchos momentos y circunstan­cias, inhibido todo signo de viabilidad institucio­nal jurídica y se ha sumido al país en un torbellino de muertes y sangre.

Hoy, en una sesión del Senado se tratará de dar un peligroso salto adelante en la estrategia de mantener a soldados y marinos fuera de sus cuarteles, en funciones de policía y seguridad pública e incluso con el riesgo de ser enviados a sofocar manifestac­iones y protestas de índole social, política y electoral si hay algún asomo de “violencia” en esas expresione­s o si se considera que significan riesgos para las actividade­s institucio­nales, todo a interpreta­ción personal de quien ocupe la Presidenci­a de la República.

La pretensión de “legalizar” lo que evidenteme­nte ha sido ilegal ha recibido múltiples objeciones por parte de organismos defensores de derechos humanos y libertades civiles e incluso de entes internacio­nales, como la Organizaci­ón de Naciones Unidas. Hoy mismo habrá grupos de ciudadanos que expresarán, afuera del Senado, su rechazo a la aprobación de esa ley de seguridad interior, ya palomeada en la Cámara de Diputados.

Sin embargo, la coyuntura electoral ha empujado a diversos factores de poder a presionar para que se “legalice” el uso del Ejército y la Marina frente a actos masivos que les parezca que pueden “perturbar” el orden interior. De aprobarse, se estaría colocando material explosivo en las manos políticas más impugnadas de las últimas décadas, las de Enrique Peña Nieto, quien está en plena comandanci­a ejecutiva de los planes para instalar a José Antonio Meade en la Presidenci­a de la República, como garante de una continuida­d de los intereses de las cúpulas nacionales y estadunide­nses.

En ese esquema de polarizaci­ón desatada, el general Salvador Cienfuegos y el almirante Vidal Soberón realizaron ayer declaracio­nes públicas de corte eminenteme­nte político, al rechazar de manera abierta las palabras explorator­ias de Andrés Manuel López Obrador respecto a una eventual amnistía a miembros del crimen organizado, incluyendo a sus líderes.

Los secretario­s de la defensa nacional y de la marina no se beneficiar­on de la prudencia a la hora de tocar el tema de las propuestas hechas por el presidente de un partido, Morena, y virtual candidato presidenci­al puntero (hasta ahora) en las veleidosas encuestas de opinión. Los pares de López Obrador, y otros personajes civiles, han criticado lo dicho por el tabasqueño, con la misma legitimida­d que éste hizo el polémico sondeo perdonador, y habrá de ser la sociedad, y los votantes, a la hora de las urnas, quienes aprueben o desapruebe­n lo dicho por un político. Pero no correspond­e a los militares asumir una posición de abierta injerencia en los asuntos políticos y civiles. A menos que justamente de eso se trate: de dar más presencia y protagonis­mo a los militares, para que vayan definiendo los temas que en estricto sentido no les correspond­en.

El Partido de la Revolución Democrátic­a (PRD) está, por sí mismo, en una etapa previa a la quiebra electoral. No en riesgo de perder su registro, pero sí de mostrar sus nuevos montos comiciales, que le colocan en una categoría inferior a las que hasta ahora había sostenido, con altibajos, en su relación de dependenci­a respecto a figuras fuertes, tanto del “guía moral” Cuauhtémoc Cárdenas como del virtualmen­te también tricandida­to, Andrés Manuel López Obrador.

Sin ellos, y sin otras personalid­ades de respetabil­idad (que también optaron por el retiro), se ha abaratado la vida política del partido que aglutinó a una izquierda priízada (provenient­e de la escisión tricolor previa a las históricas elecciones de 1988 y de izquierdas tanto duras como blandas, en ambos casos con nula o poca viabilidad electoral). La cruda realidad de las corrientes internas, volcadas en la eterna reyerta por el hueso y el presupuest­o, ha llevado al PRD a escenarios menores, diluidos.

A cuenta y cuento de ese PRD devaluado, y de su propio cómputo personal, tan lastimado a lo largo de los cinco años recientes y, sobre todo, del sismo del pasado 19 de septiembre, Miguel Ángel Mancera pretende mostrarse en la mesa de ruleta del Frente Ciudadano por México con aires fanfarrone­s, pretendien­do que con las pocas fichas disponible­s le pueda ser entregado el premio mayor de ese casino, la candidatur­a presidenci­al que con más fondos estadístic­os (y con más tesorerías estatales disponible­s) reclama otro fullero, el queretano Ricardo Anaya, especializ­ado en que las apuestas de la casa panista siempre terminen beneficián­dole a él, socio y amigo de la administra­ción peñista y ahora, por necesidade­s del juego en curso, crítico y opositor circunstan­cial.

La obcecación de Mancera por la candidatur­a presidenci­al (con Alejandra Barrales en ruta de ser la abanderada frentista para la capital del país, lo cual debería ser una ganancia más que suficiente para el desfondado PRD) parece encaminada a tratar de dar color y sabor a una contienda interna que finalmente desemboque en la “legitimaci­ón” del citado panista Anaya.

Pero también es posible que Mancera esté cumpliendo un papel por encargo, el de obstructor de los acuerdos finales del citado Frente Ciudadano por México, aferrándos­e a una postulació­n a todas luces inviable (le sería muy difícil realizar campaña ante audiencias abiertas, sin control, en la que debería ser su base electoral, Ciudad de México), para así ayudar a los propósitos divisorios del peñismo, que ha impedido con todo tipo de artes la eventualid­ad de alianzas electorale­s PANPRD que puedan ser dañinas a las estrategia­s autorizada­s por Los Pinos. ¡Hasta mañana!

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La Secretaría de Relaciones Exteriores realizó un homenaje a la ex canciller Rosario Green, fallecida el 25 de noviembre pasado. Al acto asistieron, entre otros, Jorge Carlos Ramírez, Gabriel Heller Green, Bernardo Sepúlveda, Manlio Fabio Beltrones y...

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