La Jornada

CIUDAD PERDIDA

El PRI y el maquillaje del muerto Manido discurso electoral

- MIGUEL ÁNGEL VELÁZQUEZ

icen que en la guerra electoral, pese a los organismos vigilantes de la legalidad, se vale casi de todo... bueno, hay que quitarle el casi porque frente a lo que ha sucedido en el PRI no hay explicació­n certera. Y es que sólo en ese partido se puede y se vale maquillar al muerto.

Sí, eso es lo que resultó ser Meade para los tricolores: el maquillaje que diera a ese partido un color ajeno al de la muerte de la que todos fueron testigos. Pero, a fin de cuentas, ¿bastará con el colorcito en las mejillas y en los labios para que se levante y gane?

Pese a la operación “cicatriz” que emprendier­on los impulsores de Meade, que busca hacer creer que los priístas aceptan al funcionari­o de origen panista como uno de los suyos, hay una militancia que no quiere saber de los enredos de la cúpula y advierte que de ninguna manera acompañará­n a Meade en la carrera hacia la Presidenci­a de la República.

La sorpresa será grande cuando algunos anuncien que, sin abandonar a su partido, apoyarán los afanes de Andrés Manuel López Obrador porque lo consideran más cercano al PRI que ellos respetan y protegen, que a Meade. Y dicen que aunque no lo anuncien, las urnas serán las que señalen su disgusto ante la opción que hallaron sus dirigentes.

Aunque se niegan a ofrecer sus nombres para evitar presiones y chantajes, explican que el cambio que requiere México no puede provenir de Meade, porque no está formado –en caso de ganar– para gestar la transforma­ción que urge, porque es parte de una forma de pensamient­o que seguirá por el camino que hasta ahora ha llevado al país a un situación de violencia y pobreza desesperan­tes.

Combatir la pobreza con las mismas armas que se han usado hasta hoy sería seguir aumentándo­la; atacar la corrupción con impunidad, como se ha hecho durante las tres décadas pasadas, cuando menos, sería provocar su incremento. En fin, ¿qué candidato podría decir que no irá en contra de la corrupción, la pobreza y la injusticia? Quien no se declarara en contra de esos flagelos desde la candidatur­a a la Presidenci­a de la República estaría fuera de la competenci­a, pero si la promesa proviene de los mismos que la impulsaron, será mera demagogia.

Y no se trata de no creerles, es que no pueden ejecutar un cambio porque no conocen, ni aceptan, ninguna otra forma que no sea la que debilita cada vez más a la institucio­nes y permite que las agencias privadas tomen en las manos el destino del país.

Y entonces las preguntas son válidas: ¿basta el maquillaje para hacer que el cadáver cobre vida? Y si gana: ¿quién nos gobernará?

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