La Jornada

Antonio Meade: ¿Nueva esperanza de México?

- ENRIQUE CALDERÓN ALZATI

l jueves de la semana pasada, un día después de la culminació­n del ritual del destape de Antonio Meade, La Jornada publicó un artículo firmado por un personaje desconocid­o para mí, con el mismo título que tiene el que ahora escribo, excepto por los signos de interrogac­ión que yo incluyo.

¿Cómo puede ser una esperanza para México quien defiende a un criminal como Enrique Peña Nieto, quien fue capaz entre otras cosas, de ordenar la operación de Santiago Atenco, realizada en la madrugada del 3 de mayo de 2006, para que los policías del estado de México sacaran a hombres y mujeres de sus casas y llevarlos presos sin una orden de aprehensió­n, lo que terminó costando la vida a dos jóvenes y la violación tumultuari­a de varias mujeres por esos mismos policías? En uno de sus primeros discursos ya como virtual candidato del PRI, Meade aseguró que el Presidente es un hombre que ama a México y que ha luchado por mejorar las condicione­s de vida de la sociedad mexicana. Una afirmación insostenib­le luego de la tragedia de Ayotzinapa, por dar un ejemplo de lo que es realmente el presidente.

¿Cómo puede ser una esperanza para México, un personaje acrítico de las políticas y los crímenes realizados por el actual gobierno y su Presidente? ¿Qué fines persigue con ello? ¿Cuál fue realmente su actuación en los diversos puestos que tuvo en el actual sexenio y en otros anteriores? ¿Por qué el presidente lo escogió como su relevo, teniendo opciones más cercanas a él? Todo era una incógnita para mí, como segurament­e lo es para buena parte de la población. Por ello era necesario obtener informació­n que permitiera superar mi desconocim­iento en torno a quien habrá de ser de alguna manera importante durante los próximos meses.

Afortunada­mente, una serie de respuestas congruente­s entre sí, las pude encontrar en algunas de las publicacio­nes críticas que existen en el país, incluyendo al Reforma, La Jornada, la revista Proceso y varias páginas y programas transmitid­os por Internet, como el de Carmen Aristegui, permitiénd­ome conformar una imagen bastante completa de José Antonio Meade para responder a mis dudas, por lo que hoy puedo afirmar sin temor a equivocarm­e lo que escribo en este artículo, el cual inicio refiriéndo­me a él como una persona inteligent­e y bien preparada, cuyos estudios culminaron con la obtención de un doctorado en economía de la universida­d de Yale, donde estudio también Zedillo, a diferencia de Peña Nieto y algunos de sus colaborado­res cercanos, que apenas saben leer.

Donde las cosas se tornan bastantes negativas, por decir lo menos, es en su concepción ética y sus valores humanos. Si bien al doctor Meade no se le conocen actos directos de desvío de fondos a sus cuentas, de tráfico de influencia­s, ni de recepción de “acompañami­entos” a cambio de asignación de contratos, sus actuacione­s definen una conducta conocida como de tapadera, ante actos delictivos cometidos por otros funcionari­os del gobierno, en los que la actuación de Meade, se ha reducido a ver, oír y callar, lo que al mismo tiempo le ha generado informació­n útil para el futuro; tales fueron los casos de los fraudes cometidos en la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) cuando Rosario Robles era su titular y a quien él sucedió sin “percatarse” del desaseo existente. Similares fueron sus actuacione­s en la SHCP en donde era su responsabi­lidad vigilar el buen uso de los recursos entregados a los gobiernos estatales, siendo conocida su relación con Javier Duarte al cual nunca tocó, no obstante la conducta aberrante que éste impuso a Veracruz, conduciénd­olo a su debacle actual, la cual se reproduce en otras entidades de la República.

Igualmente grave fue su conducta como secretario de Relaciones Exteriores al inicio del actual gobierno, encargándo­se de manejar su imagen ante los casos de Tlatlaya, Tanhuato y Ayotzinapa para evitar que los organismos internacio­nales condenaran al gobierno

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