SEP: tres secretarios
a educación en México ha sido tan dependiente del presidente que hasta los cambios de su titular reflejan mucho de la estabilidad de un gobierno. Desde el fin de la Revolución Mexicana y hasta 1946 se volvió común que un presidente tuviera hasta tres secretarios de Educación en su periodo (con la increíble excepción de Ortiz Rubio que tuvo cuatro en los dos años que duró como presidente). Remociones y renuncias eran parte de una época de fuertes conflictos políticos y de esfuerzos por alcanzar estabilidad. Sólo hasta 1946 (con Miguel Alemán) comienzan tres décadas de un solo titular en la SEP por sexenio. La magia duró tres décadas, hasta que, a poco de iniciada la crisis del modelo político y económico de país, tanto López Portillo como De la Madrid tuvieron dos y Salinas de Gortari tres. Luego sigue Zedillo con dos, Fox con uno, pero con Calderón y Peña Nieto de nuevo se regresa a los tres titulares. Se trata, en cada caso, de escenarios diferentes, pero los cambios en la conducción de la educación coinciden de manera persistente con los periodos de profundización de la inestabilidad política. Parece que, en México, la vara con que se mide a un gobierno es la educación, allí se ve su estancamiento, su éxito o fracaso. Pero también mide qué tanto y cómo se resuelve la crisis. En los cuarenta, la inestabilidad se resolvió finalmente con el modelo político corporativo y vertical de país y de educación, con una fuerte vena autoritaria y subordinante vigente hasta los años ochenta. Por eso no hubo cambios. Pero hoy hay una inestabilidad de fondo: crisis económica para las mayorías que ya dura tres décadas, en los últimos tres lustros tenemos matanzas y la desaparición de decenas de miles (muchos más que en la inestabilidad de los 20s y 30s del siglo XX), y la propuesta de salida es una política económica para los grandes capitales, un deterioro del bienestar social increíble y, como remedio a fondo, la militarización legalizada (Ley de Seguridad Interior, LSI) (Ver Seguridad sin Guerra). Crisis de gobierno, crisis en la educación.
Así, en este sexenio, a los educadores de la SEP se les impuso una reforma educativa empresarial, y con el uso reiterado de la policía federal para imponerla, se logró que la fuerza armada formara parte del escenario de la transformación de la educación. Se degradó éticamente no sólo a la SEP, también al INEE, hermanados por su obstinación evaluadora, y con Nochixtlán y el cerco a la rural Ayotzinapa, para colmo agregó la violencia mortal de la fuerza armada. Plantear, donde sea, una solución basada en la fuerza armada conduce casi inevitablemente al derramamiento de sangre inocente. Con eso, paradójicamente, la solución que después de una violenta revolución plantearon los generales posrevolucionarios (con el general Cárdenas a la cabeza) no era más fuerza militar sino fortalecer la vía civil e institucional y, para ello, además de otras medidas, crear la educación rural, la de obreros y campesinos y la educación superior. Hoy, en cambio, después de décadas de muertes, las dos cámaras del Congreso, las máximas estructuras del poder civil, en una terrible paradoja optan por la militarización. Y, consonantemente, optan por una educación que sucumbe ante el autoritarismo, donde prevalecen las