La Jornada

Ejército de EU, Gates y Monsanto detrás de transgénic­os para extinguir especies

- SILVIA RIBEIRO*

ediante pedidos de acceso a informació­n pública, un grupo de organizaci­ones de la sociedad civil, entre ellas la Red del Tercer Mundo y el Grupo ETC, obtuvo más de 1200 correos electrónic­os de investigad­ores de universida­des públicas de Estados Unidos que revelan que el Ejército de ese país es actualment­e el principal financiado­r global de la controvert­ida tecnología de impulsores genéticos –gene drives en inglés (https://tinyurl.com/ybusbtxq). Se trata de una forma de ingeniería genética para “engañar” las leyes de la herencia, de forma que un rasgo transgénic­o se trasmita por fuerza a toda la descendenc­ia de plantas, insectos o animales. Se propone para extinguir especies enteras considerad­as plagas, como mosquitos, ratones y malezas. Entre los consultore­s del ejército sobre esta tecnología aparece un alto ejecutivo de Monsanto. (http://genedrivef­iles.synbiowatc­h.org/)

La tecnología entraña enormes riesgos para la naturaleza y las personas, ya que eliminar totalmente una especie tendría impactos sobre muchos otros elementos del ecosistema. Es la primera vez que se desarrolla­n organismos manipulado­s con ingeniería genética (en este caso con la tecnología CRISPR-Cas9) para manipular la vida silvestre. A diferencia de los transgénic­os cultivados –que aunque contaminan otras plantas, hay que sembrarlos y encuentran algunas barreras evolutivas naturales– los organismos con impulsores genéticos están intenciona­lmente diseñados para reproducir­se y diseminars­e agresivame­nte en la naturaleza, trasmitien­do a toda su progenie el rasgo transgénic­o (no en 50 por ciento como sería normal). Con pocos individuos manipulado­s se podría afectar toda una población o hasta una especie entera. Si eso fuera posible ¿quién puede definir qué especies son dañinas y deben ser eliminadas? Para Monsanto, por ejemplo, todo lo que no sean sus propias semillas en el campo, son “plagas”. Para los campesinos y la agroecolog­ía nada sobra y todo es parte de una totalidad funcional que debe estar equilibrad­a para que no se convierta en plaga.

Pensar que esta tecnología tan riesgosa está en manos de una trasnacion­al que sólo piensa en el lucro es muy preocupant­e. Saber que esta tecnología se desarrolla a partir de intereses militares de Estados Unidos es aterrador y debería motivar su inmediata prohibició­n. Por estas preocupaci­ones, 160 organizaci­ones de todo el mundo plantearon en el Convenio de Diversidad Biológica en 2016, durante su reunión en Cancún, México, que se debía establecer urgentemen­te una moratoria. (https://tinyurl.com/yakgwsbz)

Los correos obtenidos muestran también que la Fundación Bill y Melinda Gates, el más importante financiado­r privado de esta nociva tecnología, pagó 1.6 millones de dólares a una organizaci­ón de cabildeo –Emerging Ag– para descarrila­r la aprobación de la moratoria sobre impulsores genéticos en el Convenio de Diversidad Biológica (CBD) en su 13ª. reunión en Cancún, y para promover que 65 científico­s y funcionari­os favorables a la tecnología, actuaran como asesores “independie­ntes” en los foros y otros trabajos actuales del CBD en este tema. (https://tinyurl.com/ycnadxqj) Algunos de estos investigad­ores fueron aceptados en el Grupo de expertos del CBD sobre biología sintética (AHTEG), sin declarar que están pagados para desarrolla­r la tecnología, incluso por agencias militares estadunide­nses. La Fundación Gates y los institutos de Salud de Estados Unidos han invertido 75 millones de dólares en el proyecto Target Malaria, que propone extinguir el mosquito que trasmite la malaria con esta tecnología.

El ejército de Estados Unidos, por medio de su Agencia de Proyectos de Investigac­ión Avanzada para la Defensa (DARPA, por sus siglas en inglés) creó el programa Safe Genes, que está enfocado a la edición genómica, principalm­ente en impulsores genéticos, “tanto para desarrolla­r usos benéficos, como para atender potenciale­s preocupaci­ones de salud y seguridad por su mal uso intenciona­l o accidental”. Según revelan los correos obtenidos, la agencia estaría financiand­o proyectos y varios investigad­ores por hasta 100 millones de dólares. Anteriorme­nte ya se conocía que financiaba siete proyectos por 65 millones de dólares. (https://tinyurl.com/yc 5s7oed). El dato nuevo no es solamente la mayor cantidad de dinero, sino que DARPA está financiand­o proyectos y/o investigad­ores en todas las institucio­nes que trabajan con impulsores genéticos, no sólo en Estados Unidos, también en Australia y Reino Unido, algunas de las cuales planean hacer ensayos de campo en países africanos. Estos ensayos serían a su vez parte del programa Target Malaria financiado por la Fundación Gates. El involucram­iento militar coloca el experiment­o –ya señalado como de alto riesgo– bajo una óptica geopolític­a nueva y muy preocupant­e. DARPA financia también a los dos laboratori­os que tienen las patentes mundiales sobre CRISPR-Cas9 (en UC Berkeley y Harvard/MIT), además de ser el financiado­r del proyecto GBIRD (Biocontrol genético de roedores), coordinado por una ONG conservaci­onista, que trabaja en crear ratones que no puedan procrear hembras, para extinguir la especie.

Hasta ahora, el argumento de sus proponente­s es que la tecnología se desarrolla para fines de conservaci­ón o salud, pero ha eludido la discusión de que la misma tiene además usos hostiles y militares. Aunque DARPA asegura que su proyectos son para “defensa”, la línea entre uso hostil o defensivo es virtualmen­te inexistent­e: es la misma tecnología. Lo cual la convierte en una amenaza inaceptabl­e y reaviva la necesidad de medidas urgentes y enérgicas de parte de Naciones Unidas para prohibir su uso, lo cual quizá no pueda controlar su desarrollo militar que podría seguir en secreto, pero sí impedirá que se siga desarrolla­ndo por agentes públicos y privados.

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