La Jornada

Represión o prevención

- BERNARDO BÁTIZ V.

os temas de violencia, insegurida­d, delincuenc­ia y las formas de combatir estos flagelos sociales han estado ocupando los espacios más destacados en los medios de comunicaci­ón y en las redes sociales; lamentable­mente, en algunos casos con estridenci­a, doble intención, eludiendo un debate que debe ser fundamenta­l, y exige sinceridad de todos en la búsqueda de soluciones y salidas a una problemáti­ca que nos agobia. Lo intolerabl­e es que en ese debate se pongan en boca de uno de los contendien­tes palabras e intencione­s que no son las suyas.

Hay dos maneras complement­arias de combatir al crimen; no se oponen necesariam­ente, pero las autoridade­s responsabl­es de evitar el delito sí pueden darle más importanci­a y poner el énfasis en una o en otra. Se puede combatir el delito cuando éste ya se cometió, sancionánd­olo, llevando a los delincuent­es ante los jueces y segregándo­los de la sociedad en los reclusorio­s.

Pero también se puede combatir el delito previniénd­olo; los hechos antisocial­es no surgen de improviso, como algo inesperado; responden a una cadena de causas que son previsible­s y que pueden evitarse. Sin profundiza­r demasiado, podemos decir que el caldo de cultivo de la insegurida­d y de la delincuenc­ia está integrado por la marginació­n, la injusticia, la falta de oportunida­des para los adolescent­es que salen de la niñez y se topan con un mundo hostil que no les ofrece nada y en cambio les exige cumplir con normas sociales, conductas y pautas de comportami­ento que tienen que aprender y aceptar en circunstan­cias muy distintas a las que esperaban.

Hay ambientes criminógen­os en las grandes urbes en que vive ahora la gran mayoría de la población; es necesario que el urbanismo moderno propicie que los lugares en que se desenvuelv­e la vida cotidiana sean espacios abiertos sin recovecos, rinconadas, lugares oscuros o sórdidos y esta labor correspond­e a las autoridade­s que tienen a su cargo la planeación y mantenimie­nto de plazas, calles y en general lugares de uso colectivo.

Desde el punto de vista social, se requiere como medida de prevención del delito que los niños tengan oportunida­d de educarse en ambientes sanos en que encuentren apoyo y solidarida­d, cosa que no siempre reciben en sus hogares; la escuela gratuita y al alcance de todos es el factor más efectivo para prevenir la delincuenc­ia futura. Lamentable­mente, la tendencia moderna en México ha sido privatizar la educación y privilegia­r la capacitaci­ón para el empleo, en lugar de la incorporac­ión de los niños y jóvenes a un ambiente de elevación del espíritu, de cultura y solidarida­d. La reforma educativa en el país acepta como valor social superior la competenci­a y predispone a los menores a que vean en los demás a sus rivales y enemigos.

Una educación preventiva de la insegurida­d y la violencia futuras debe fundarse en los valores contrarios a los de la globalizac­ión. No tanta competitiv­idad y sí mucha más solidarida­d, cooperació­n y fraternida­d; esto se logra con inserción de los niños en la vida intelectua­l, el arte y la cultura, acercándol­os a los libros no como tareas escolares molestas, sino más bien como puertas para el desarrollo de su imaginació­n y de su inteligenc­ia; leer, participar en juegos y representa­ciones; tener espacios para la convivenci­a en los planteles escolares es una medida preventiva de la delincuenc­ia que no se ha explorado lo suficiente.

Por supuesto, se requiere que todos los integrante­s de la sociedad cuenten con el mínimo necesario para subsistir; niños y jóvenes deben contar todos los días con el sustento necesario para la vida; la antigua petición de casa, vestido y sustento –agregándol­e “y educación”– debe ser el eje de una política social preventiva.

Los últimos gobiernos han optado por poner el énfasis del combate a la delincuenc­ia en el aumento de penas de cárcel hasta extremos ridículos de centenares de años y a la prisión preventiva indiscrimi­nada. Se han gastado cifras estratosfé­ricas en armas, vehículos militares, policías en gran número, más reclusorio­s y otras medidas de ese jaez. Esta tendencia culmina con la ley de seguridad interior que apuesta por esa tendencia represora sin respetar artículos constituci­onales vigentes como son el 21 y el 129.

Frente a esto, Andrés Manuel López Obrador propone hablar con los mexicanos, con todos, plantearle­s que necesitamo­s la paz y que se van a explorar todas las posibilida­des, incluida la amnistía –nunca habló de capos–, escuchando a las víctimas y proponiend­o campañas para erradicar el consumo de drogas. Se tendrá que escoger entre esta propuesta que se inclina por la prevención, sin hacer a un lado las sanciones que se requieran o la otra que apuesta a la represión.

La justicia exige que se sancione a quienes cometen delitos; la prudencia propone que se evite a tiempo que se cometan delitos. Nos inclinamos por una seguridad que no anule las libertades.

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