La Jornada

Tomar en serio el acoso sexual

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l crecimient­o exponencia­l de las denuncias por acoso sexual en Estados Unidos está alcanzando unas dimensione­s que reflejan cada vez más la magnitud del problema, ya no sólo en ese país sino en buena parte del mundo. Los casos más mediáticos y escandalos­os involucran a figuras del espectácul­o y de la política (el propio presidente estadunide­nse Donald Trump, sobre quien pesan varias acusacione­s de ese delito, es sólo un botón de muestra); pero a la vez sirven para estimular a personas –mayoritari­a pero no solamente mujeres– que en distintas épocas y circunstan­cias han sufrido esa forma de violencia sin atreverse a levantar la voz para dar a conocer el hecho o sin que sus protestas fueran atendidas.

Se trata, pues, de una tendencia saludable en tanto saca a la luz pública situacione­s de inequidad y arbitrarie­dad que a lo largo de la historia habían sido considerad­as “naturales” y por ende socialment­e admisibles, producidas en ámbitos tan diversos como el laboral, el educativo o el familiar. Más aún: durante años, y al amparo de una cultura que concebía a la mujer como una especie de ciudadana de segunda, algunas variantes del acoso eran vistas más como episodios festivos que como prácticas abusivas. No el tradiciona­l galanteo que muchos investigad­ores del

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