La Jornada

Brasil: una gran derrota del golpe

- ERIC NEPOMUCENO

l pasado jueves, al mediar la tarde el dólar subió 0.63 por ciento frente al real, y el euro pegó un brinco de 1.32 por ciento. A la vez, la Bolsa de Valores retrocedía uno por ciento, y la agencia Moody’s advertía sobre el riesgo de rebajar la clasificac­ión de Brasil, lo que servirá para ahuyentar inversioni­stas.

Todo eso porque el presidente de la Cámara de Diputados, el derechista Rodrigo Maia, confirmó lo que había sido anunciado de manera abrupta en la noche anterior por el vocero del gobierno en el Senado, el denunciado y procesado Romero Jucá: la reforma del sistema de jubilacion­es, principal bandera de Temer y compañía, no será votada antes de febrero del año que viene.

De inmediato Jucá fue desautoriz­ado por el despacho presidenci­al y, curiosamen­te, por el mismo Rodrigo Maia, que en menos de 24 horas probó que él tenía razón. Hasta ayer, el gobierno insistía en que los debates en el Congreso empezarían la semana que viene. No había ninguna señal en el horizonte indicando que se alcanzaría la cantidad de votos necesaria para una enmienda constituci­onal, o sea, 308 de los 531 diputados.

Los que conocen las entrañas de la Cámara decían que siquiera había seguridad de alcanzar 270 votos favorables a un proyecto que, al inicio de la gestión de Michel Temer, luego del golpe institucio­nal que lo llevó al poder, era considerad­o la principal bandera de su gestión y que en los últimos meses ya había sido drásticame­nte deshidrata­do.

Cuando fue anunciado, en octubre del año pasado, el proyecto de ley recibió fuerte resistenci­a de los sindicatos. La eliminació­n de párrafos que significar­ían pérdidas brutales de derechos no ha sido suficiente para calmar los ánimos, en especial de parte de los funcionari­os públicos, que perderían varios de sus privilegio­s.

El sacrosanto mercado, a su vez, se resignó, a regañadien­tes, a los cambios y al drástico encogimien­to del texto original. Pero aun así, la resistenci­a de amplios sectores de la opinión pública persistió. Los diputados intentaron urgentemen­te de convencer de las bondades del proyecto altamente impopular, en los últimos días, representa­ntes de distintos sectores del empresaria­do se desplazaro­n hacia Brasilia para, en el Congreso, intentar convencer a los más recalcitra­ntes de su importanci­a. En vano.

Como 2018 es año de elecciones generales, y la propuesta de Temer, el más impopular presidente de la MICHEL TEMER Y SU BANDO historia brasileña, sigue enfrentand­o resistenci­as, es más fácil encontrar un refrigerad­or en FRENTE A LAS DENUNCIAS el polo norte que un solo analista AMPARADAS EN BASES SÓLIDAS que asegure que en febrero el proyecto tiene posibilida­des reales de ser aprobado.

Ha sido la más contundent­e derrota de Temer. Hasta el último instante, y en complicida­d con el presidente de los diputados, se pretendió pasar al empresaria­do y al mercado financiero que sería difícil pero posible aprobar la propuesta de enmienda constituci­onal todavía en 2017. Ha sido justo el vocero del gobierno en el Senado quien desarmó lo que todos sabían ser una farsa de proporcion­es amazónicas.

Lo más probable es que la votación de la reforma del sistema de previdenci­a social ocurra en 2019, ya con el sucesor de Temer en el sillón presidenci­al. Con eso, el gobierno tiene muy poco con que ocuparse el año que viene, excepto, claro, las elecciones.

La reforma principal naufragó, y en su estela naufraga la esperanza del gobierno de hacer aprobar en lo que resta del año un paquete de medidas fiscales supuestame­nte capaces de asegurar la meta fiscal del año que viene. Esa meta, a propósito, prevé un agujero –mejor dicho, un cráter– de escandalos­os 159 mil millones de reales, o sea, unos 48 mil 500 millones de dólares. Son pocos los vestigios de que semejante déficit sea cumplido: se teme que, con Temer, podrá ser superior.

Para mantenerse aferrado al sillón presidenci­al, que le asegura foro jurídico privilegia­do, y amparar a dos de sus cómplices denunciado­s a su lado manteniénd­olos en puestos ministeria­les, Michel Temer dedicó cinco largos meses a comprar votos de diputados que le asegurasen protección. La tan propalada austeridad prometida entre frases tan solemnes cuanto vacías fue substituid­a por gordas prebendas y obesas distribuci­ones de presupuest­o a sus excelencia­s.

En la actual legislatur­a, y más que nunca, es tan fácil comprar un voto que una naranja en cualquier frutería. Temer y su bando lo saben. Gastaron lo que tenían y lo que no tenían para asegurar protección frente a denuncias amparadas en bases más que sólidas tanto de la fiscalía general como de la misma policía federal. Se les acabó el dinero, al menos en las cantidades exigidas por los diputados. Perdieron.

Así terminará un año capaz de asustar hasta a las niñas bonitas de Oaxaca: con un gobierno que no gobierna, encabezado por un presidente que carga dos sólidas denuncias criminales en los hombros y con un ministro de Hacienda que, a pesar de ser incapaz de cumplir lo prometido, tiene pretension­es de altos y risibles vuelos. Es que Henrique Meirelles pretende lanzarse candidato a la presidenci­a en 2018.

En un país de locuras y naufragios, todo puede ocurrir. Inclusive que el responsabl­e por la devastació­n de la economía pretenda ser presidente.

Q COMPRARON VOTOS DE DIPUTADOS QUE LE ASEGURASEN PROTECCIÓN

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