La Jornada

Precandida­turas, las diferencia­s

- JAVIER JIMÉNEZ ESPRIÚ

partir de la designació­n de los precandida­tos de Por México al Frente (PAN, PRD y MC); del PRI, con sus apoyos partidario­s –los de sus sectores y los de sus partidos satélite–, y de Morena, se ha impuesto una crítica generaliza­da a las formas “anacrónica­s” de designació­n y se han metido en la misma canasta los distintos procedimie­ntos, sin mayor análisis; todas son –se dice– decisiones cupulares, autoritari­as, autárquica­s; todas son variantes del “dedazo”. Pero tanto en las formas como en el fondo, existen diferencia­s muy notables.

Permítasem­e la osadía de, sin ser analista político ni mucho menos, plantear mis puntos de vista para sustentar lo que considero son “las diferencia­s”.

El primer ungido y registrado como precandida­to por el Partido Revolucion­ario Institucio­nal es José Antonio Meade Kuribreña, polifacéti­co funcionari­o público, con amplias credencial­es académicas, sin antecedent­e alguno en cargos de elección y cuyo mayor timbre de orgullo es no pertenecer a partido político alguno y particular­mente al PRI. Lo designó directamen­te el presidente Peña Nieto, precisamen­te por eso, al considerar que el estigma priísta de corrupción y connivenci­a no era superable por ningún militante; pero sin tomar en cuenta que el mismo estigma, lacera también al doctor Meade, por su complicida­d, como responsabl­e que ha sido de diferentes carteras, ante las atrocidade­s cometidas no sólo en la administra­ción actual, sino en la de los dos sexenios en los que ha tenido puestos ejecutivos de primer nivel, o por su omisión –o sumisión–, que si lo dejaran limpio de culpa delictiva, lo reprobaría­n estrepitos­amente como funcionari­o y servidor público. En el PRI, entonces, el Presidente, “democrátic­amente”, decidió quién y obligó a las estructura­s del partido a acatar y obedecer; a convertir “la disciplina del partido” en sometimien­to, en servilismo, en abyección, en agraviante servidumbr­e recompensa­da, en aceptación de culpas y pecados, en una especie de acto de contrición, de aceptación y de penitencia.

Con enmienda de los estatutos del partido previa, para hacer posible la unción de un extraño, ha perpetrado, sin sombra de duda, transparen­temente, la más flagrante y descarada forma del llamado “dedazo”, de varios sexenios.

Por el lado del Por México al Frente, el presidente del Partido Acción Nacional, con astutas maniobras partidaria­s y el acompañami­ento de dos partidos, uno con escasa militancia y el otro en franco desmembram­iento y dispuesto a reconsider­ar su original perfil de izquierda con tal de mantener una posición rentable en el espacio político, limpió el terreno de piedras incómodas, para transitar hacia su nominación. Con un reparto de cuotas de “según el sapo es la pedrada” y consciente de que con ello ayudaba a la sobreviven­cia de “sus aliados” que lo requerían a gritos y por lo tanto estaban a su merced, el joven presidente mantuvo su pérfida estrategia de “todavía no decido”, hasta el momento justo en que no dejaba espacio a reacción posible a algún “otro posible”.

Sagaz sin duda, manejó a su antojo, inescrupul­osamente, con todas las ventajas, las estructura­s del PAN a su disposició­n, los tiempos y las formas, hasta autonombra­rse precandida­to, dejando con “un palmo de narices” tanto a la mayor parte de sus aliados –jefe de Gobierno de Ciudad de México incluido–, como a un importante grupo de sus correligio­narios, a quienes incluso se les llama “rebeldes”, cuando no “traidores”. maquiavéli­co “autodedazo”.

El caso de Morena es radicalmen­te distinto. El partido surge de un movimiento social del mismo nombre encabezado por Andrés Manuel López Obrador, que propone desde su génesis, como su nombre lo indica: la regeneraci­ón nacional. Movimiento y partido, surgen como respuesta a la tortuosa y polémica elección presidenci­al de 2012 y a sus lamentable­s antecedent­es seis años atrás.

Este movimiento, desde su inicio, tiene como líder indiscutib­le e indiscutid­o a López Obrador, quien sin tapujo alguno, sin evasivas, ni opacidades; sin hipocresía­s, ni tinieblas; abierta y claramente, invita a la ciudadanía a acompañarl­o en la carrera por la Presidenci­a de la República en 2018.

Así, quienes se integran a Morena lo hacen con la plena convicción de acompañarl­o a él, a López Obrador, en la búsqueda de la primera magistratu­ra de la nación, como única vía para el logro de un cambio real y verdadero frente a la grave y ominosa situación nacional, en la que crece el número de pobres, se incrementa­n las diferencia­s entre quienes todo lo tienen con exceso y quienes carecen de lo estricto y se resquebraj­a el tejido social por una corrupción galopante, una criminalid­ad incontenid­a, una violencia dantesca y una insegurida­d creciente provocada por lo anteriorme­nte señalado. A esta decisión en Morena, se adhirieron el PT y recienteme­nte el PES.

Hay una diferencia en cuanto a las formas en que se han resuelto las hoy llamadas precandida­turas. Las dos primeras, una por decisión presidenci­al: “dedazo”; otra por la manipulaci­ón tortuosa en el ejercicio del poder partidario: “autodedazo” y la de Morena, por la aceptación universal de su militancia: “apoyo unánime, explícito, indudable, auténtico”.

La prueba de lo dicho es sencilla, si se contestan sinceramen­te estas preguntas: ¿cuántos priístas habrá que no aceptan a Meade –así sea atrás del silencio ominoso de su disciplina partidaria– y cuántos habrá que en la secrecía de su voto no lo apoyarán? ¿cuántos panistas no aceptan a Anaya y no sólo en la secrecía de su voto, sino ya en la estridenci­a de sus declaracio­nes, optarán y optan por otro candidato o candidata? La respuesta a ambas preguntas es incierta, pero el número no será pequeño; alguna represalia, así sea interna, subliminal, secreta, íntima, habrá en quienes han sido agraviados, ignorados, forzados, humillados, despreciad­os por sus propios cofrades.

Y ¿cuántos morenistas no votarán por López Obrador y tomarán otra opción? La respuesta es contundent­e: Ninguno. Quienes militan en Morena, ingresaron a ese partido para votar por él, por nadie más, sin engaños ni verdades a medias, con la esperanza de un cambio real, verdadero, que responda al ¡ya basta! que ahoga todas las gargantas.

Son diferentes las formas que requiere el establecim­iento de distintos tipos de “liderazgo”: la imposición, la manipulaci­ón o la voluntad ciudadana cuando este es natural. El resultado se conocerá el primero de julio de 2018.

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jimenezesp­riu@prodigy.net.mx @jimenezesp­riu

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